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Una gran congregación de clanes se había reunido en el templo de los Min de Daegu con el mismo motivo: la celebración de un nuevo año inminente. Jimin le había resultado tan agradable a la tía Min —quien actualmente se consideraba la baronesa del clan— al punto que lo había invitado a permanecer el tiempo que quisiera dentro de la fortaleza, alegando que las puertas estarían abiertas para el próximo Min, sea de la naturaleza que sea, y se encargaría de que así sucediera ante cualquier posible sublevación.

En la cena de año nuevo, naturalmente había visto a Jungkook y también a Kim Seokjin, pero esa vez, extrañamente, el líder del clan aliado —según le había dicho Yoongi— no estaba solo: había traído a Namjoon también a la cena.

A Park le resultó extraño estar entre tanta cantidad de vampiros, viéndolos chocar las copas de sangre en los brindis, pero sin dejar de disfrutar los deliciosos platillos que entre todos habían preparado, incluido Jimin. Tanto Yoongi como su tía parecían esforzarse por incluirlo y hacerlo sentir cómodo, aunque no habían faltado los vampiros entrometidos y sus preguntas estúpidas hacia el príncipe Min sobre qué tan bien sabía su sangre o si su tersa piel era tan suave como se veía. Aunque Min Yoongi realmente quería arrancarles el cuello —el movimiento rítmico de su pie bajo la mesa lo indicaba—, tuvo que controlarse cuando la mano de Jimin envolvió la suya, afianzando su estancia allí, enviándole tranquilidad.

Por otra parte, no había perdido el contacto con Tae en toda la cena. Incluso le había enviado fotos de su estadía en el clan Jung, y agradecía que la suya no haya sido igual, pues los Jung sólo se alimentaban de alimentos realizados con sangre, tripas y hasta ojos de animales. Era una total cacería, además de que todos lo veían con ojos hambrientos en todo momento de la cena, generándole unas profundas ganas de vomitar. Por lo que tuvo que subir a la habitación de Hoseok, ambos pidieron algo de cenar y tuvieron una bonita velada juntos, a la luz de la luna y con el aroma a rosas frescas cortadas del jardín.

"En realidad, aunque todavía tengo un poco de asco por las cosas que pasé en este castillo, no puedo estar más feliz de que las cosas hayan terminado de este modo. ¡Ahora estamos a solas! Y tiene un cuarto enorme, incluso hay un jacuzzi que muero por probar (con él encima)", le contaba.

Volviendo a Jimin, la reunión había sido mucho más llevadera de lo que había pensado. Nadie lo había odiado por ser un humano, al menos no abiertamente y eso decía mucho, además de que la cereza del postre ya estaba servida: se había ganado completa a la baronesa, la tía Min. No creyó conveniente negarse a su insistente hospitalidad, de modo que allí estaba desde hace una semana, conviviendo entre vampiros sin una pizca de miedo porque Yoongi estaba allí en todo momento con él.

Era un domingo frío cuando la primera nevada llegó a Daegu. Los árboles sin ropa se pintaban de monocromía: todo era cubierto por un espeso y denso blanco, abrazado por un silencio extraño y helador que absorbía los colores. El cielo parecía haber perdido profundidad, cubierto de un vapor nebuloso pesado de respirar, incluso su color había sido derretido en el suspiro helado del tiempo. Mientras los copos de nieve permanecían cayendo con lentitud, dos jóvenes se divertían entre montañas albas sin importarles el clima.

—Yoongi, ¿de verdad no tienes frío así? —inquirió un preocupado Jimin, friccionando sus manitas enfundadas en gruesos guantes.

Casi no se le entendía al hablar, su voz sonaba atrapada entre las amplias bufandas y suéteres que traía debajo de su esponjosa campera de lana blanca. Yoongi pensó que combinaba preciosamente con la nieve, pues era similar a un lobo de invierno. Su cabello negro se escapaba en leves bucles de su gorro blanco con orejeras. Sí, definitivamente parecía un cachorro de lobo, esos de ojos azules y piel pálida, pelaje entre lo blanquecino y oscuro.

4 ᴏ' ᴄʟᴏᴄᴋ  - ʏᴍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora