El velorio del tío de Yoongi era en realidad el domingo a las cinco de la tarde. Como se conmemoraba en las afueras de Daegu —su ciudad de origen—, tuvo casi tres horas de viaje en tren hasta llegar a la mansión de su clan. Los fallecimientos, de existir entre los vampiros, —en realidad, los únicos que habían acontecido en el último siglo fue el de sus padres y ahora el de su tío—, seguían la tradición de cremar los cuerpos y guardar las cenizas en los jarrones más preciados e ilustres dentro de la residencia natal del linaje, de vuelta a sus propias raíces. Como Yoongi supuso que el clan querría reunirse y lo retenería para tratar lo que estaba sucediendo, mintió diciendo que el velorio sería el lunes, y volvería ese mismo día a Seúl entrada la noche. No por algo lo habían contactado.
Por la mañana su tía se comunicó otra vez con él, asegurándole que lo esperaría en la misma estancia donde pasó casi toda su niñez y adolescencia (en términos vampíricos). Incluso aunque Yoongi le había insistido, quizá por mero orgullo, que podría alquilar una habitación en algún hotel aledaño, su consaguínea permaneció insistiendo en que lo más cómodo sería que se asegurara allí, pues el velorio se haría nada más y nada menos que en el jardín trasero de la mansión. Yoongi aceptó a regañadientes, convencido de que sería lo más decente.
Apenas llegó a Daegu, el pelinegro apagó su celular y supo que no lo encendería hasta volver a Seúl. No tenía ánimos cuando estaban sus parientes cerca y, además, tampoco lo creía elemental si ya les había avisado a las personas necesarias dónde estaría.
El viaje se le hizo largo pese a que tenía muchas cosas en las que pensar, o tal vez había sido ese el motivo desde el inicio, pero una sensación de alivio lo cubrió por completo cuando el bus se detuvo y la reconocida estación de Daegu se materializó frente a sus ojos. ¿Cómo se vería después de tanto tiempo?, se preguntaba Yoongi. Por loco que parezca, aquella estación seguía siendo la misma que se enterraba en la niebla de sus recuerdos, y ahora allí se permitía ser real, tangible. Algo en su interior se removía con incomodidad, como un pequeño gatito al que lo despiertan del sueño.
Tras lo que fue otro lapso más en taxi, Yoongi pisó las afueras de Daegu. La estancia de los Min (prefería llamarlos parte de su clan, y no de su familia) era una suerte de templo con residuos históricos de la dinastía Gojong, fundada a inicios del siglo veinte antes de caer en manos del imperio japonés por más de treinta años. La época de guerras no había sido sólo entre países y emperadores, sino también entre clanes y razas, pero eso quedaría para otra historia. Yoongi sacudió la tierra húmeda adherida a sus zapatos en el pasto cercano, había pisado un charco de lodo sin querer y ahora se encontraba maldiciendo.
Había olvidado cómo se sentía la brisa de Daegu en su rostro. Era un aire más limpio, probablemente debido a la contaminación industrial que había en las capitales, atrapado entre montañas de humedad y calidez. Las horas de sol eran mucho más largas pese a estar casi en invierno.
Yoongi sopló el aire helado en sus manos y frotó generando calor. El termómetro marcaba probablemente los doce grados y aunque aquello no le generaba ninguna dificultad por su condición de vampiro, quizá se estaba acostumbrando un poco a la comodidad de la calidez recientemente.
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4 ᴏ' ᴄʟᴏᴄᴋ - ʏᴍ
Fiksi PenggemarPark Jimin es el profesor de letras en una prestigiosa Universidad de Seúl. Min Yoongi, el profesor de música, oculta muchos secretos. -Géneros: fantasía, romance, narrativa gótica. -Pareja principal: YoonMin. Menciones del VHope y NamJin. -Capítul...