Capítulo 30.

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A la mañana siguiente Elvira llevó el desayuno a Julieta, y desgraciadamente se olvidó por completo del encargo de la joven.

Al llegar a la puerta golpeó más no recibió respuesta, fue en ese instante que tocó el bolsillo de su delantal y recordó la carta que Julieta le había entregado el día anterior

— ~{No lo creo posible}~.

Con la mente llena de dudas, tomó la manija de la puerta, y entró.
La habitación se encontraba oscura, las cortinas cerradas otorgaban al lugar una pesadez sombría, o quizás era producto de su imaginación.
La cama se encontraba en perfecto estado, la joven no había dormido en ella. Elvira dejó la bandeja de comida sobre la cómoda, y caminó hacia el ropero.

En su corazón deseo que lo que su instinto le decía fuera errado, pero no, sus presentimientos nunca fallaban, y así fue... gran parte de sus vestidos faltaban, las cajas de sus zapatos estaban vacías.

Caminó hacia el tocador, tomó entre sus manos una delicada caja de terciopelo en tono carmesí, la abrió, y confirmó todas sus sospechas.

—!Oh Dios! —exclamó, para luego salir corriendo con dirección al patio donde se encontraba Lady Christine y Anastasia.

—Señora, Juli... su hija, mejor tome — extendió con manos temblorosas la carta a la condesa, y luego se sentó junto a Anastasia que miraba sin entender nada.

—¿Qué es esto?, ¿Quien lo envío?, no tiene remitente.

—Es de Julieta.

—¿Julieta? —preguntó frunciendo el ceño.

—Lealo, por favor señora.

Lady Christine abrió el sobre, tomó el papel entre sus manos y comenzó a leer, a medida que sus ojos leían línea tras línea, su rostro se desfiguraba, sus ojos se abrieron enormemente, y de sus labios escapó un gemido desgarrador.

—Elvira, !Dime que no es cierto!, !Dime que está en su habitación! —gritó sacudiendo la carta.

—Lo lamento señora, Julieta y sus pertenencias no están _contestó apenada.

—No, no puede ser —se levantó de su silla, sus rodillas flaquearon dejando caer todo su cuerpo al suelo.

—!Dios mío!, ¿Qué ha hecho?, Es toda mi culpa —gritó con los ojos llenos de lágrimas.

Lady Christine aceptó que Julieta se encerrará en su habitación, sin embargo jamás pensó que aquello la llevaría a tomar una decisión tan determinante como esa, si bien, los primeros días, luego del fallecimiento el Conde, buscó incansablemente la manera de poder acercarse a ella, al ser rechazada una y otra vez, entendió que la muchacha necesitaba tiempo y espacio para procesar la muerte de su padre, pero ¿Irse?, Inconcebible.

Elvira observó a la Condesa lamentarse en el suelo, se conmovió en gran manera, se acercó a ella, puso una mano sobre su hombro, y dijo:

—Señora, sé que no es el mejor momento para expresarle esto, pero usted y yo sabíamos que el proceder de Julieta no era el correcto, su comportamiento fue influenciado en gran manera por el Conde. Lamento decirle que al que obra mal tarde o temprano la justicia divina se hace presente, sin embargo creo firmemente que está es la oportunidad para que ella crezca y madure, para que se convierta en una muchacha amable, bondadosa y respetuosa. Julieta es sumamente inteligente, se ha llevado sus pertenencias más costosas, sus aretes, diademas y collares, no crea que morirá de hambre, ya verá que pronto recibirá noticias de ella, y sabrá que todo está bien.

En aquel momento, con aquellas palabras, el corazón de Lady Christine se quebró aún más.

—Es mi culpa, es mi culpa, solo mía.

Los pedazos de mi corazón. ~| °1 Trilogía  "Amores Verdaderos" | √ COMPLETA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora