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Moví la cabeza de un lado a otro, provocando que mi cuello tronara levemente. Si no recordaba mal, había hecho una hora y trece minutos para llegar a Daegu.

Debía admitir que me encontraba demasiado emocionado por conocer a mi nuevo compañero, acomodar mis cosas y pasarla bien. ¡Tal vez podríamos ser magníficos amigos!

Justo cuando me preparaba para abrir la puerta del apartamento, ésta se abrió, dejando ver a un chico rubio con una cara de asco.

— ¿Eres el mocoso que va a vivir conmigo?

¡Qué grosero! Sentí mis ojos en grande y abrí mis labios, indignado. Tenía unos diez segundos fuera y ya había sido insultado, genial.

— Veamos... — el rubio me dio una mirada, lamiendo sus labios. A pesar de que llevaba ropa que le daba un aspecto rudo, tenía una tremenda cara de niña— calabacín. ¿No planeas hablar?

— ¡Sí, sí! — respondí con emoción tras salir de mis pensamientos. Hice una pequeña reverencia y con mi mejor sonrisa, me presenté— Me llamo Park Jimin, un gust...

— Nada de formalidades, Jimin. ¿Por qué traes eso? — me interrumpió con su pregunta, señalando la toalla sobre mi mano regordeta. Me encogí de hombros.

— Quería abrir la puerta.

— ¿Y la toalla es la llave?

Lo pensé unos segundos, moviendo mi pie nerviosamente— No... ¡Pero nunca se sabe qué tan sucia está! ¿Sabías que las perillas tienen un promedio de 8,643 bacterias por pulgada cuadrada?

El rubio se recargó en el marco de la puerta con sus brazos cruzados. Me dio una sonrisa ladeada y entrecerró sus ojos.

— Ya comprendo... eres un ñoño adicto a la limpieza — me insultó. Iba a replicarle indignado pero el añadió— : Y, eres como el aceite de oliva que mi madre tiene en la cocina.

— ¿Cómo? — pregunté confuso.

— Extravirgen — sentenció. Otro insulto, vamos bien. Lo miré girar sobre sus talones y entrar al apartamento. No podía ver mucho de éste por mi posición, lo único que alcanzaba a visualizar era una pared de color blanco marfil, no muy limpia.

— ¡Sí, idiota! — me gritó desde el interior. Estaba seguro de que se encontraba comiendo.

No muy satisfecho con su forma de hablarme, tomé mis maletas y las arrastré conforme caminaba al interior del apartamento. Me mantuve prestándole atención al suelo... necesitaba una buena limpiada.

Olvídenlo, TODO necesitaba ser limpiado. No pude reprimir un grito de horror.

El rubio se sobresaltó y comenzó a ahogarse con su pizza. Me miró con sus ojos abiertos, palmeándose el pecho mientras yo atacaba mi bolso con artículos de limpieza.

— ¡¿QUÉ TE PASA, RATA DEFORME?! ¡¿CREES QUE ES CORRECTO GRITAR MIENTRAS ALGUIEN COME?! ¡AÚN SIENTO LA PIZZA ATORADA EN LA GARGANTA, CABEZA DE ESCROTO CON VERRUGAS!

Le di una simple mirada, metiendo los guantes de látex en mis manos. Escuché con satisfacción el sonido del material chocando contra mi piel.

— ¡Discúlpame, señorito con complejo de cerdo! — exclamé con el fin de ofenderle. Saqué una bolsa gigante de plástico negra y la sacudí para que se abriera por completo. El rubio me observó con una mueca de disgusto.

— ¿Bromeas? No he contratado servicio de limpieza.

Le miré por el rabillo del ojo, lanzando las latas de cerveza dentro de la bolsa— No necesitas decírmelo, ya me di cuenta que la limpieza es lo que menos te importa... ¡¿ESTO ES UN CONDÓN?!

dirty laundry | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora