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- ¿Lucía? - Camilo me bajo de mis pensamientos. Giré mi cabeza hacia su dirección. - Te quedaste durante un buen rato mirando a el espacio.

- Ah, si, no te preocupes, me suele pasar. - Expliqué. Sentí algo pesado en uno de los bolsillos de la camisa, metí mi mano en este y saqué el móvil de él.

- ¿Huh? ¿Qué es eso? - Camilo intevino curioso. - ¿Eso es tu móvil? El año verano pasado tenías uno diferente.

- Ese se me rompió. Me compraron otro. ¿Te gusta?

- Me gusta la, ¿cómo se dice?, ¿la carcasa? - Asentí - Tiene diferentes tonos de amarillo.

- Si, un día fue una funda transparente y aburrida. Menos mal que la pinté.

- ¿La pintaste tú? - Preguntó mientras empezabamos a caminar. Yo solo asentí ante su pregunta - ¡Eres una artista!

- La pinté pensando en tí, en tu hermana y en básicamente la parte de tu familia, como casi siempre lleváis algo amarillo en la ropa. - Sentí sus ojos llenos de admiración sobre mí. - Además, ya tengo una con los colores de la parte de la familia de Mirabel - Guardé el móvil.  - ¿Por cierto a dónde vamos?

- A tomar prestado unas arepas.

- A ti te encanta la comida, ¿no?

- Mhm, ya me conoces.

- Cierto, ¿tú desde la última vez que vine, el verano pasado, no cambiaste?

- Yo no. Fueron muchos meses los que faltas y pocos los que te quedas. Supongo que alguien de esta familia si cambió. - Se encongió de hombros. - No sé.

Camilo se paró, haciendo que yo me chocara con su espalda. - ¿Qué?

- Espera aquí. - Me miró y se transformó en Mirabel.

A los cinco minutos apareció con unas 14 arepas. Camilo volvió a transformarse en si mismo y yo reí. - ¿No son demasiadas arepas?

- Nah, no se darán cuenta. ¡A mi habitación! ¡Vamos! - Empezó a caminar sin esperarme ya que le podrían pillar.

- ¡Lucía, hola! - Apareció Mirabel.

- Hola, te estaba buscando, pero no me acuerdo que te iba a decir.

- ¿A dónde vas?

- A la habitación de Camilo. - Me miró. - ¿Qué?

- Nada, nada, ¿tienes tiempo para hablar?

- Mejor luego, ahora tengo que hacer algo.

- Ok, por cierto, bonita ruana.

- Gracias, me la regaló tía Pepa. - Mirabel sonrió. - Bueno, Camilo me debe estar esperando, nos vemos. - Dije y me dirigí hacia la habitación de Camilo.

Al llegar a la puerta, Camilo abrió la puerta y me arrastró hacia dentro de su habitación. - ¿Por qué te tardaste tanto?

- Me encontré a tu prima. - Camilo me miró. - A Mirabel.

- Bueno, sea lo que sea, te esperé y me resistí a comer estas deliciosas arepas.

- Que bonito de tu parte. - Me acerqué hasta él y le acaricié sus rulos. - Esperarme para comer.

- No lo hubiera hecho si te hubieras tardado más. - Se acercó hacia la bandeja de arepas. - Son como 14, si hay número impar compartimos la última.

- Claro.

Después de comer las arepas salimos de su habitación.

- Camilo. - Los 2 nos giramos. - Vamos al pueblo, ¿venís? - Julieta preguntó.

- Buenas Julieta, un gusto de verla otra vez.

- Igualmente Lucía.

- Si, yo voy. - Intervino Camilo. - ¿Vamos? - Se dirigió a mí, yo solo asentí.

Camilo me tomó de la mano y me llevó hasta fuera de la casa en donde se encontraba el resto de la familia.
- Vamos. - Dijo la Abuela.

Al llegar al pueblo, ví a Arturo, el chico pesado, y la amable chica Cecilia con quién parecían sus hermanos pequeños. Eran 3, una niña pelirroja con muchos rizos, piel pálida como la nieve, un niño moreno, más alto que la anterior, con pelo liso y negro y un niño, que parecía la más grande de los 3, era moreno y tenía el pelo liso y pelirrojo.

- Hola hermosa, veo que volviste. - Hablo Arturo.

- Lo siento, pero me parece que yo no te he dado el permiso y no tenemos la suficiente confianza para que me llames así.

- ¿Quién es ese atrás tuyo, bonita? ¿Tu hermano? ¿Por eso no quieres que te llame así? - Se refería a Camilo, que estaba detrás mío.

- Te ha dicho que no la llames así, entonces no la llames así. - Camilo, sonaba tranquilo pero enfadado.

- Un gusto hermano de esta preciosa chica, soy Arturo, tu futuro cuñado. - Sonrió.

- Oh, yo no soy el hermano de esta hermosa chica. - Camilo sonrió falsamente.

- Oh, ¿entonces eres su primo? - Confuso Arturo preguntó.

- No. - Disimuladamente le dirigió una mala mirada. Camilo era proctector conmigo, pero no tanto como para darle a alguien una mala mirada. - Soy su mejor amigo.

- Oh, quiero que sepas que tienes una mejor amiga muy bonita.

- La estas incomodando, Arturo. - Cecilia habló.

- Hola Cecilia. - Sonreí.

- Hola Camilo. - Habló Cecilia.

- ¿Os conocéis? - Pregunté.

- Si, Camilo nos ayuda a cuidar de nuestros hermanos pequeños.

- ¿Huh? - Me giré para mirar a Camilo. - ¿Desde cuando te gustan los niños pequeños?

- ¡Hey! - Me giré para mirarla. - Ya tiene su futuro bien pensado, dice que se va a casar con esa chica especial y va tener 5 hijos. - Dijo con una sonrisa pícara.

Me giré a ver a Camilo, quien tenía las mejillas teñidas de un color rojo oscuro. - ¿Uh? ¿Quién es la afortunada? - Ví segundos después como asentía levemente, me giré a mirar a Cecilia a quién le creció la sonrisa.

- Mhhm, yo se quién es la afortunada. - Cecilia intervino.

-¿Quién?

- Umm, no sé si decírtelo.

- ¡NO! - Me giré hacia Camilo.

- Mmm, ¿ok? - Silencio. - Bueno... ¿Os ayudamos?

- Si queréis. - Arturo intervino, la primera vez que no me dice ningún apodo.

- Hola. - Saludó Camilo a los pequeños.

- ¡Camilo! ¡Mira! ¡Mira mi dibujo! - La pequeña pelirroja le enseñó un dibujo de él con una chica.

- ¡Qué bonito!

Camilo Madrigal x OcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora