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"Te gusta?"
"Guárdalo para después."
Más tarde te encuentras atrapada dentro de un aula aislada y en blanco con Aki solo con una expresión sombría y solemne pintada en todo su rostro.
Sus manos juntas, sentado en una silla de madera, su pupila se dilata solo en tu figura mientras te paras frente a él.
"Ven aquí." Él dice y tú obedeciste de inmediato, caminando hacia él con pequeños pasos, tu corazón sintió un pellizco por cómo él no es tan cariñoso contigo como siempre lo había sido.
Esta fue la única vez que lo viste serio en tus meses de noviazgo. Podías sentir el viento frío irrumpir en el interior de las ventanas del salón de clases, enviándote hormigueo y escalofríos por toda la columna.
Tan ensordecedor fue el silencio después de que Aki dijo esas dos palabras, te atrajo hacia él y te hizo sentar en su regazo. Tu vestido de encaje de color oscuro roza sus pantalones negros, mientras que solo podías sentir dos cosas en sentido contrario. Ambos nerviosos y emocionados.
Nervioso por lo que podría hacer y emocionado por lo que haría.
Aunque parezca una tontería, solo se ajusta a tu estado de ánimo en este momento. Teniendo en cuenta el hecho de que ustedes dos están prácticamente solos, solo Dios sabe lo que les sucederá a ambos a partir de entonces.
Sus dedos grandes y delgados llegan hasta tu barbilla, su calor completamente en paradoja con tu piel fría. Inclina tu barbilla hacia arriba mientras se sienta en la silla de madera de manera desgarbada.
Lo miras con ojos cautelosos [C/O], ya que los de Aki eran pozos oscuros de travesuras y su visión se reduce a un pinchazo en la tuya. Solo una palabra para describir la sensación: piel de gallina.
Aki se inclina hacia ti y cierra los ojos, sus labios sensuales y húmedos aterrizan perfectamente en los tuyos. Casi podías sentir su cálido aliento, y luego sentiste escalofríos mientras él seguía besándote apasionadamente.
Se aleja del beso más tarde, un rastro de saliva conecta tus labios con los suyos. Sus manos vagan desde tu barbilla hasta el área de tu pecho, sus dedos instantáneamente te quitan el vestido y tus montículos quedan expuestos.
Tu respiración se entrecorta, sus ojos se fijan en la vista que tiene delante a partir de ahora. Un polvo de tinte carmesí se extiende por tus mejillas, algo húmedo entre tus muslos encharca tu ropa interior.
Luego, el macho juguetea con tus pezones, una vez suaves, y los gira con los dedos. Un gemido inesperado escapó de tus labios, inmediatamente te avergonzaste de lo que estaba sucediendo. Apartas la cabeza de él, tapándote la boca con una mano para amortiguar los ruidos inesperados que salen.
