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au. sexo. drogas. ✧\(>o<)ﾉ✧
Konan decidió vagar por los rincones de la casa hasta encontrar un lugar en el cual relajarse. Estaba demasiado borracha y acababa de darle unas pitadas al porro que estaba girando por lo que ya podía sentir la aproximación de su vómito.
Era la fiesta de bienvenida de la universidad de bellas artes y planeaba festejarlo a lo grande. Si tenía que caer desmayada por algún lado que así fuera. Nada iba a detenerla.
Minutos más tarde de dar vueltas por todos lados encontró un baño en el piso de arriba. Cerró rápidamente la puerta con llave para evitar interrupciones y sin molestarse si quiera en prender la luz, se tropezó con un montículo y cayó de rodillas al lado de lo que asumía que era el inodoro. Mientras maldecía no pudo evitar el vómito errático que se le escapaba entre los dientes.
—Me cago... En Dios...Puto infierno—Entre vómito y vómito se tomaba unas pausas para respirar, maldecir y de tanto en tanto soltar una risa irónica.
Lo que no esperó fue escuchar otra risa. A lo que agarró su celular y moviéndolo de un lado a otro prendió su linterna para buscar al susodicho que al parecer estaba allí antes de que ella entrara... O quizás ya había comenzado a escuchar voces, uno nunca sabe con seguridad.
—Nunca antes había visto a nadie reírse mientras vomita el pulmón de esa manera—Dijo de repente el muchacho que se encontraba tirado dentro de la bañadera de manera muy cómoda.
—¿Qué clase de sociopata se tira a dormir en una fiesta dentro de una bañadera con las luces apagadas?—Le preguntó Konan divertida mientras vomitaba una vez más y se levantaba a rastras para prender la luz y lavarse la cara.—Me alegro que hayas disfrutado el espectáculo.
No fue hasta que se lavó la boca y el rostro que se sentó al lado del inodoro y lo miró por primera vez. Era un chico de su edad o quizás unos años más grande, delgado, alto, con algunas mechas del pelo teñidas de violeta. La ropa que llevaba era holgada, probablemente diez talles más grandes que la suya y lo hacían parecer todavía más alto y delgado. Sus ojos... quizás estaba usando lentes de contacto, pero desde donde Konan estaba sentada sus ojos parecían violáceos. Su mirada irradiaba aburrimiento y cansancio, pero también tenían un tinte de diversión y sarcasmo que le parecieron la invitación a un buen quilombo.
—¿Querés uno?—Le preguntó de repente el extraño mientras sacaba del bolsillo de su pantalón lleno de cadenas un atado de cigarrillos.
—¿Qué le hace una raya más al tigre, no?— musitó el viejo dicho la muchacha mientras aceptaba el dulce vicio.
