Londres, 1843
Mientras observaba entrar a la joven que acababa de recibir en su casa de Londres, a Félix se le ocurrió que tal vez se había equivocado de heredera en su intento de secuestro la semana anterior.
Aunque el rapto figuraba desde hacía poco en su larga lista de infamias, debería haber sido más inteligente. Para empezar, habiendo escogido una víctima menos escandalosa y enérgica. Chloé Bourgeois, una briosa heredera franco-americana, que se había resistido con uñas y dientes hasta que su prometido, Luka Couffaine, la había rescatado.
Viéndolo con perspectiva, elegir a Chloé había sido una estupidez, aunque en aquel momento le hubiera parecido la solución ideal a su encrucijada. La familia de la joven era rica, mientras que él, pese a su importante título nobiliario, sólo tenía dificultades financieras. Y además prometía ser una amante entretenida, con su belleza pálida y su carácter arrogante.
En cambio, la señorita Bridgette Dupain-Cheng, aquella muchacha de aspecto dócil, no podía ser más distinta. Félix repasó rápidamente lo que sabía de ella. Era la hija única de Thomas Dupain, propietario del conocido club de juego londinense. Aunque la madre de Bridgette descendía de una buena familia, su padre era poco más que escoria. A pesar de su deshonroso linaje, la peliazul podría haberse casado bien si no hubiera sido por su terrible timidez, que le provocaba un tartamudeo mortificante.
Félix había oído a algunos hombres asegurar que preferirían romperse la espalda a mantener una conversación con ella. Félix, por supuesto, había hecho todo lo posible por evitarla. No había sido difícil. La tímida señorita Dupain-Cheng acostumbraba esconderse tras las columnas en los salones de baile. Nunca habían cruzado palabra alguna; circunstancia que había parecido conveniente a ambos por igual.
Pero ahora no tenía escapatoria. Por alguna razón, ella había considerado oportuno presentarse en su casa inopinada y escandalosamente tarde. Y para que la situación resultara todavía más comprometida, no iba acompañada, cuando pasar más de un minuto a solas con Félix bastaba para arruinar la reputación de cualquier chica. Era libertino, amoral y estaba perversamente orgulloso de ello.
Destacaba en la ocupación que había elegido (la de seductor incorregible), y había alcanzado un nivel al que pocos canallas podían aspirar. Su fama era tal, que también era conocido como Chat noir por salirse siempre con la suya, y de sus hazañas con las mujeres, desde las solteras, viudas, y hasta las casadas.
Félix se acomodó en su butaca mientras observaba con una pereza engañosa cómo Bridgette Dupain-Cheng se acercaba. La biblioteca estaba a oscuras salvo por un pequeño fuego en la chimenea, cuya luz parpadeante acariciaba la cara de la joven. No aparentaba menos de veinte años, tenía un cutis saludable y unos ojos llenos de inocencia. Él nunca había valorado ni admirado la inocencia, más bien, la despreciaba.
Aunque lo más caballeroso habría sido que se levantara, no parecía demasiado importante mostrar buenos modales dadas las circunstancias. Así que señaló la otra butaca que había junto a la chimenea con un movimiento de la mano.
—Siéntese si quiere— dijo —Aunque yo en su lugar no me quedaría mucho rato. Me aburro enseguida y usted no tiene fama de conversadora estimulante.
Su grosería no inmutó a Bridgette. Félix no pudo evitar preguntarse qué clase de educación la habría vuelto inmune a los insultos, cuando cualquier otra chica se habría sonrojado o echado a llorar. O era tonta o muy valiente.
La peliazul se quitó la capa, la dejó en el brazo de la butaca tapizada de terciopelo, y se sentó sin gracia ni artificio.
«Una de las floreros», pensó Félix al recordar que era amiga no sólo de Chloé Bourgeois, sino también de su hermana mayor Allegra y de Alya Lahiffe. Las cuatro muchachas habían permanecido sentadas en numerosos bailes y veladas toda la temporada anterior sin que nadie las sacara a bailar. Sin embargo, parecía que su mala suerte había cambiado, porque Alya había encontrado marido por fin, y Chloé acababa de atrapar al lord de Westcliff. Félix dudaba que la buena suerte se extendiera a esa muchachita tan desabrida.
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𝑨 𝑴𝑬𝑹𝑪𝑬𝑫 𝑫𝑬 𝑳𝑨 𝑷𝑨𝑺𝑰𝑶𝑵
Romance-𝑨 𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔 𝒔𝒖𝒄𝒆𝒅𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒎𝒑𝒊𝒆𝒛𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒖𝒏𝒂 𝒍𝒐𝒄𝒖𝒓𝒂, 𝒔𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒗𝒊𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒆𝒏 𝒍𝒐 𝒎𝒆𝒋𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂. A Bridgette Dupain-Cheng, la más tímida de su grupo de amigas, le toca buscar marido. Cuando...