𝐶𝐴𝑃𝐼𝑇𝑈𝐿𝑂 11

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Si Bridgette sentía algo agradable por su marido, desapareció rápidamente a la mañana siguiente, cuando Félix salió del club antes del mediodía en dirección al burdel de madame Bradshaw. Una vez terminados los preparativos del funeral de Thomas Dupain, que se celebraría al día siguiente, el ojiverde había concentrado su atención en las cuestiones profesionales relativas al club. El Dupain's estaría cerrado quince días, durante los cuales un grupo de carpinteros, albañiles y pintores se ocuparían de reformar el edificio.

Ya había empezado a hacer cambios importantes en los procedimientos del club, incluido el ascenso de Claude al puesto de delegado. En vista del linaje mixto del joven, era seguro que la decisión sería polémica. Todo el mundo creía que los gitanos eran unas personas engañosas y de manos largas. Que Claude fuera el responsable de cobrar y pagar grandes sumas de dinero, y de determinar la legalidad de una jugada, sería considerado como pedirle a un gato que vigilara un nido de polluelos.

El poder del cargo era tal, que nadie ni siquiera Félix, podría cuestionar sus fallos sobre el juego. Sin embargo, Claude era una figura conocida y querida, y el rubio estaba dispuesto a apostar que su popularidad animaría a los miembros del club a aceptarlo en su nueva posición. Además, ninguno de los otros treinta empleados estaba remotamente calificado para dirigir la sala de juegos.

Ahora que las prostitutas de la casa se habían ido, era imprescindible hacer algo para que cuando el club volviera a abrir, los miembros tuvieran acceso a compañía femenina. Para disgusto de la ojiazul, Claude había coincidido con el ojiverde en que un acuerdo con madame Bradshaw sería una solución excelente. Naturalmente, Félix sería el encargado de hacer una oferta a la famosa madama. Conociendo el infame apetito sexual de su marido, Brid temía que su visita a madame Bradshaw sería mucho más que una mera negociación empresarial. El rubio no había estado con nadie desde su breve estancia en Gretna Green. Sin duda, estaría ansioso de satisfacer sus deseos con una mujer servicial.

La peliazul se dijo repetidas veces que le daba igual. Félix podía estar con diez mujeres, con cien, con mil, y le daría igual. En caso contrario, sería una idiota. El ojiverde era tan fiel como un gato callejero que vaga por ahí y se aparea con todas las gatas que se le cruzan.

Furiosa pero bajo una apariencia serena, se cepilló y recogió el pelo trenzado en un complicado moño ante el espejito que había sobre el tocador. Al dejar el cepillo, su anillo de oro destelló y la frase grabada en él, pareció burlarse de ella.

—Mi amor es tuyo...— susurró con amargura, y se quitó el anillo. No tenía sentido llevar anillo en esa farsa de matrimonio.

Iba a dejarlo en el tocador pero se lo pensó mejor y se lo metió en el bolsillo, decidida a pedirle a Claude que lo guardara en la caja fuerte del club. Cuando iba a salir de la habitación, alguien llamó a la puerta. No podía tratarse de Félix, porque éste nunca se tomaba la molestia de llamar. Al abrir la puerta, se encontró con los rasgos fuertes de Kim Le Chien.

Aunque no podía decirse que Le Chien cayera mal entre los demás empleados, no gozaba ni mucho menos de la popularidad de Claude. Era una lástima para Kim, ya que, como él y Claude Rohan tenían edades parecidas, solían compararlos. Y era injusto comparar a la mayoría de hombres con el atractivo Claude, cuyo encanto pícaro y humor sarcástico se ganaba el favor de los empleados y los clientes del club. Para empeorar las cosas, Le Chien era un hombre antipático, insatisfecho con su vida y envidioso de todos los que tenían más que él. Como le costaba ser amable incluso con ella, Bridgette lo trataba con una mezcla de educación y cautela.

Los ojos duros e inexpresivos de Kim se clavaron en los suyos.

—Una visita pregunta por usted en la entrada de atrás, milady.

𝑨 𝑴𝑬𝑹𝑪𝑬𝑫 𝑫𝑬 𝑳𝑨 𝑷𝑨𝑺𝑰𝑶𝑵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora