𝐸𝑃𝐼𝐿𝑂𝐺𝑂

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Era casi el final del invierno. Como el luto de Bridgette había coincidido con el aislamiento para el parto de Alya, las dos habían pasado mucho tiempo juntas. Ninguna de las dos podía asistir a eventos sociales como bailes o grandes cenas, pero eso les había parecido bien ya que hacía muchísimo frío desde las fiestas Navideñas y la primavera no acababa de llegar. Así, en lugar de ir y venir por la ciudad, se sentaban junto a la chimenea de la lujosa suite del hotel Lahiffe, o se reunían con Chloé y Allegra en uno de los acogedores salones de Marsden Terrace, la casa de Couffaine. Leían, charlaban y hacían manualidades mientras tomaban innumerables tazas de té.

Una tarde, Chloé estaba sentada en un escritorio escribiendo una carta para su cuñada Juleka, mientras Alle leía una novela recostada en un sofá con una manta de cachemira en el regazo. Alya había ocupado una butaca junto al fuego y descansaba una mano en la curva creciente de su vientre. La ojiazul estaba sentada delante de ella en un banquillo y le masajeaba los pies adoloridos.

—¡Oh, qué agradable!— murmuró Alya tras suspirar —Nadie me advirtió que los pies dolían tanto durante el embarazo. Aunque debería habérmelo imaginado, con todo el peso añadido que tengo que cargar. Gracias, Brid, eres la mejor amiga del mundo.

El sarcasmo de Chloé les llegó desde el escritorio;

—A mí me dijo lo mismo la última vez que le masajeé los pies. Su devoción sólo dura durante el masaje. Admítelo Alya, eres muy voluble.

—Espera a que te embaraces, querida— sonrió Alya perezosamente —Suplicarás masajes en los pies a cualquiera que pueda dártelos.

Chloé iba a replicar, pero se lo pensó mejor y se limitó a tomar un sorbo de su taza de té.

—Oh vamos, díselos— soltó Allegra sin apartar los ojos de la novela.

—¿Decirnos qué?— preguntaron al unísono Alya y la peliazul, que se habían volteado hacia Chloé.

Chloé, incómoda, se encogió de hombros y dijo;

—A mediados del verano le daré finalmente un heredero a Luka.

—A menos que sea niña— precisó Alle.

—¡Felicidades!— exclamó Bridgette, y fue a abrazar a Chloé —¡Es una noticia maravillosa!

—Couffaine está loco de contento, aunque trata de disimularlo— comentó Chloé mientras le devolvía el abrazo —Seguramente se lo está contando a Agreste y a Lahiffe en este momento. Parece creer que el logro es totalmente suyo— añadió con burla.

—Bueno, su participación fue importante, ¿no?— señaló Alya, divertida.

—Sí— respondió Chloé —Pero el trabajo duro me toca a mí.

—Lo harás muy bien, querida— le sonrió Alya —Perdóname si no doy saltos de alegría, pero te aseguro que estoy contentísima. Espero que tengas lo contrario de lo que yo tenga; así podremos acordar un buen matrimonio entre nuestros hijos— Y con tono quejumbroso e infantil pidió; —Brid, vuelve. No puedes dejarme con sólo un pie masajeado.

La ojiazul sacudió la cabeza y regresó sonriente al taburete situado junto a la chimenea. Fijó los ojos en Allegra y observó la mirada cariñosa y pensativa que dirigía a su hermana menor. Se percató entonces de la nostalgia de la muchacha.

—En medio de tanta charla sobre maridos e hijos, no debemos olvidarnos de encontrar un caballero para Alle— dijo al volver a ocuparse de los pies de Alya.

—Eres un cielo, Brid— La joven le dirigió una sonrisa afectuosa —Pero no me importa tener que esperar mi turno. Después de todo, alguien tenía que ser la última florero. Pero empiezo a dudar que encuentre un hombre adecuado para casarme.

𝑨 𝑴𝑬𝑹𝑪𝑬𝑫 𝑫𝑬 𝑳𝑨 𝑷𝑨𝑺𝑰𝑶𝑵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora