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Bridgette se alegró de la actividad constante que hubo en el club los siguientes quince días, ya que le permitió distraerse de su dolor. Cuando dijo a Félix que quería ser útil, él la envió a la oficina a organizar y clasificar la correspondencia y los documentos de contabilidad. También tuvo que supervisar a los pintores, decoradores, carpinteros y albañiles en sus distintas tareas, una responsabilidad que la habría aterrado poco tiempo atrás. Hablar con tantos desconocidos le supuso un esfuerzo angustiante al principio, y se pasó unos días intentando controlar su tartamudez. Sin embargo, cuanto más seguido lo hacía, más fácil le resultaba. La ayudó que los trabajadores la escucharan con un respeto que nadie antes le había mostrado.

Lo primero que hizo el ojiverde después del funeral de Thomas Dupain, fue acordar una reunión con el jefe de policía para comentar la reciente severidad de la ley sobre el juego. Con encanto y persuasión, argumentó que el Dupain's era un club social y no únicamente un club de juego. Por lo tanto, debía quedar libre de los arrestos policiales, ya que sus miembros eran, como Félix afirmó con dignidad; «Hombres de notable integridad». Convencido por su ingeniosa lógica, el jefe de policía prometió que no habría detenciones en el Dupain's siempre y cuando mantuviera una apariencia de respetabilidad.

—Estoy empezando a creer en su capacidad de convencer a cualquiera de hacer casi cualquier cosa— le comentó Claude Rohan con admiración al enterarse de su éxito.

—Me parece que lady Agreste es prueba de ello— comentó Félix sonriéndole a la ojiazul, sentada cerca de él.

El rubio y Claude parecían haber establecido una alianza temporal con el objetivo de recuperar el buen funcionamiento del club. Su relación no era lo que se dice amistosa, pero tampoco de rivales. Claude había tomado nota de la capacidad de liderazgo de Félix, que resultó oportuna los días posteriores al velorio de Thomas Dupain. El ojiverde por su parte, había abandonado su aire de arrogancia aristocrática y asumido la dirección del club con determinación y autoridad.

Como cabía esperar, Félix era la clase de hombre que los empleados del club despreciaban y, al principio lo consideraron uno más de los «ingenuos» o «señoritos» que iban al club. Creían que era un aristócrata consentido y autocomplaciente que no tenía idea de trabajar. Era probable que todos supusieran, como Brid también lo había hecho, que el ojiverde se cansaría pronto de la responsabilidad de dirigir el local. Sin embargo, nadie se atrevió a desafiarlo cuando fue evidente que despediría a cualquiera que no obedeciera sus órdenes. La muestra más efectiva de su autoridad fue la forma en que había despedido rápidamente a Clive Egan.

Además, no podía negarse la entrega sincera de Félix. Se interesaba por todo, desde la cocina hasta los costos detallados de la sala de juegos. Como aún tenía mucho que aprender de su funcionamiento, se propuso comprender las matemáticas del juego. La peliazul se acercó una noche a la sala de juegos y se encontró allí al rubio y Claude en la mesa central mientras este último le explicaba cómo efectuar el cálculo de probabilidades.

—Sólo hay treinta y seis combinaciones posibles de dos dados, y cada dado tiene seis caras. Cuando se lanzan dos dados a la vez, la combinación resultante recibe el nombre de «probabilidad acumulada», y las probabilidades de que salga son de treinta y cinco a uno— Se detuvo y dirigió una mirada interrogante a Félix.

—Continúa— pidió éste.

—Como cualquier jugador sabe, la suma de las dos caras boca arriba se llama punto. Dos unos suman un punto de dos. Dos seis suman un punto de doce. Pero las probabilidades de sacar un número concreto varían, ya que sólo hay una forma de obtener un dos, pero hay seis formas de obtener un punto de siete.

𝑨 𝑴𝑬𝑹𝑪𝑬𝑫 𝑫𝑬 𝑳𝑨 𝑷𝑨𝑺𝑰𝑶𝑵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora