La tarde siguiente, Félix entró en la oficina para ver a Bridgette, que estaba sumando recibos y anotando cantidades en un libro contable.
—Tienes una visita— le dijo sin preámbulo alguno. Sus miradas se cruzaron por encima del montón de papeles —Es la señora Lahiffe.
La ojiazul lo observó asombrada mientras el corazón le daba un vuelco. Había estado pensando si debería escribir o no a Alya. Anhelaba ver a sus amigas, pero tenía miedo de que ya la hubieran excluido y desaprobado por haberse fugado con lord Agreste. Se levantó despacio de la silla.
—¿Estás seguro de que no se trata de otro engaño?
—Estoy seguro— respondió el ojiverde con ironía —Todavía me resuenan en los oídos sus acusaciones e insultos. Ni la señora Lahiffe ni la señorita Bourgeois pueden creer que no te raptara, te violara y te obligara a casarte conmigo a punta de navaja.
—¿La señorita Bourgeois?— repitió Brid, y pensó que no podía tratarse de Chloé, ya que seguía de viaje de casados, con el lord de Wescliff —¿También está aquí Allegra?
—Y está que muerde. Deberías asegurarles que actuaste por voluntad propia, porque al parecer quieren denunciarme a la policía.
—No puedo creer que se hayan atrevido a venir aquí— comentó la peliazul, emocionada —Estoy segura de que el señor Nino no sabe que Alya está aquí.
—Desde luego— dijo Félix —Lahiffe no permitiría que su esposa se me acercara a menos de diez kilómetros. Y los Bourgeois no aprobarían que una de sus hijas pusiera un pie en un club de juego. Sin embargo, conociendo a tus amigas, no me cabe duda de que habrán planeado una estrategia para ocultar sus actos.
—¿Dónde están? No me digas que las has dejado en la entrada de atrás.
—Están en la sala de lectura.
Brid tenía tantas ganas de ver a sus amigas que tuvo que contenerse para no echar a correr en cuanto salió de la oficina. Se dirigió a paso rápido hacia la sala de lectura seguida de Félix. Cruzó el umbral y se detuvo, insegura.
Ahí estaba Alya, con su cabello cobrizo peinado en rizos y una piel tan fresca y morena. Cuando la conoció, la típica belleza inglesa de Alya la había intimidado tanto que no se había atrevido a hablar con ella, convencida de que la despreciaría. Pero más adelante había descubierto que Alya era cariñosa y amable, con un sentido del humor que le permitía reírse hasta de sí misma.
Allegra Bourgeois, la hermana mayor de Chloé, poseía un carácter decidido que contrastaba con su frágil y menuda figura. Idealista y fantasiosa, devoraba novelas románticas llenas de bribones y canallas. Pero la apariencia delicada de Alle ocultaba una inteligencia astuta que la mayoría de gente solía pasar por alto. De piel bronceada, tenía pelo rubio y ojos color violeta... Unos ojos picaros de pestañas largas y gruesas.
Al ver a la peliazul, sus amigas se precipitaron hacia ella con chillidos inadecuados de unas damas. Bridgette soltó una carcajada mientras se abrazaban y se besaban las mejillas, alegremente. Las tres jóvenes siguieron exclamando y chillando emocionadas hasta que alguien entró en la habitación.
Era Claude, con los ojos desorbitados y la respiración rápida, como si lo persiguieran. Recorrió toda la habitación con mirada alerta y luego se relajó un poco.
—Maldita sea— masculló —Creí que pasaba algo.
—No pasa nada, Claude— dijo la ojiazul, a quien Alya seguía rodeando los hombros con un brazo —Son mis amigas que han venido a verme.
ESTÁS LEYENDO
𝑨 𝑴𝑬𝑹𝑪𝑬𝑫 𝑫𝑬 𝑳𝑨 𝑷𝑨𝑺𝑰𝑶𝑵
Romance-𝑨 𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔 𝒔𝒖𝒄𝒆𝒅𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒎𝒑𝒊𝒆𝒛𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒖𝒏𝒂 𝒍𝒐𝒄𝒖𝒓𝒂, 𝒔𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒗𝒊𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒆𝒏 𝒍𝒐 𝒎𝒆𝒋𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂. A Bridgette Dupain-Cheng, la más tímida de su grupo de amigas, le toca buscar marido. Cuando...