Demasiado encantadoras.

156 18 0
                                    





—Usted... ¡C. C. es Circe!

—Sí, querida.

Annabeth oculto a Andy detrás de ella y Circe se echó a reír.

—No temas. No voy a hacerles ningún daño.

—¿Qué le ha hecho a Percy?— Pregunto Andy.

—Sólo ayudarlo a encontrar su auténtica forma.

Annabeth escudriñó la estancia. Finalmente, reparó en la jaula y me vio arañando con desesperación los barrotes, rodeado de cobayas. Abrió unos ojos como platos. Andy pareció entender cuando cruzaron miradas.

—¡Olvídalo! —dijo Circe—. Únanse a mí y aprendan los caminos de la hechicería.

—Pero...

—Tu amigo estará bien atendido. Será enviado a tierra firme, a un nuevo hogar maravilloso. Los niños del jardín de infancia lo adorarán. Y tú, entretanto, te harás más sabia y más poderosa, tendrás todo lo que siempre has deseado. Tu otra amiguita también puede unirse si quiere—Miro a Andy con desprecio.

Annabeth seguía mirándome, pero con una expresión soñadora. La misma que yo debía de tener cuando Circe me había embelesado para que bebiera aquel batido maléfico.   

Chillé y arañé con todas mis fuerzas, tratando de sacar a Annabeth de su ensueño, pero me sentía del todo impotente.

—Me encantaría unirme—La vos de Andy era tan dulce, que supe enseguida que estaba actuando.

—Déjanos pensarlo —murmuró Annabeth—.  Sólo un minuto... a solas. Para despedirnos.

—Claro que sí, querida —susurró Circe—.Un minuto. Ah, y para que dispongas de completa    intimidad... —Hizo un ademán con la mano y descendieron de golpe unas barras de hierro sobre las ventanas. Luego se deslizó fuera y cerró la puerta con llave. La expresión embelesada de Annabeth se desvaneció en el acto, junto a la rara expresión encantadora que tenia Andy. Se acercaron corriendo a la jaula.

—Bueno, ¿Cuál eres?

El amor y los semidioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora