Ella y yo

40 6 0
                                    

POV ANDROMEDA

El sol se colaba a través de las hojas, tiñendo de un verde vibrante el lugar donde Annabeth y Andy entrenaban juntas. La práctica de lucha se volvía cada vez más intensa, pero en medio de los movimientos coordinados, se podía sentir una tensión sutil entre ambas.

—Has mejorado mucho —comentó Annabeth, bloqueando hábilmente un golpe de Andy.

—Tú también —respondió Andy, su mirada centelleando con competitividad.

Después del entrenamiento, se sentaron en un rincón tranquilo del campamento, el murmullo de fondo de otras actividades les proporcionaba cierta privacidad.

—¿Cómo te sientes al quedarte aquí todo el año? —preguntó Andy, rompiendo la tensión con una conversación más profunda.

Annabeth suspiró antes de responder.

—Es extraño no tener la sensación de estar persiguiendo algo, pero también es un alivio. Supongo que necesitaba un descanso de las misiones constantes.

Andy asintió, entendiendo perfectamente la sensación contante de peligro.

—A veces, siento que hay algo más, algo que falta aquí.

—¿Algo o alguien? —preguntó Annabeth con curiosidad.

La mirada de Andy se desvió por un instante, y luego se encontraron.

—Alguien.

El nombre de Percy quedó suspendido en el aire sin ser pronunciado. Ambas compartían la carga de extrañar al chico que había sido una parte fundamental de sus vidas en los últimos años.

(...)

El cuarto de Andy estaba sumido en un aparente caos, y Annabeth, con su afán organizativo, no pudo resistirse a la tentación de ayudar a su amiga a poner orden. Andy, aunque inicialmente renuente, aceptó la ayuda, sabiendo que la tarea era necesaria.

Annabeth tomó algunas prendas dispersas y las dobló con precisión militar, mientras Andy recogía libros, martillos, serruchos, lo normal. En medio del trabajo, sus manos se encontraron accidentalmente al alcanzar un mismo objeto.

Ambas sintieron una corriente eléctrica al contacto, y sus miradas se encontraron, dejando en el aire una atmósfera cargada de nerviosismo. Se soltaron rápidamente, pero la tensión persistió.

—Lo siento, debería haber pedido antes de tocar eso —se apresuró a disculparse Annabeth.

—No, está bien, fue un accidente —respondió Andy, aunque su voz revelaba una nota de timidez.

(...)

Mientras observaban las estrellas desde el tejado de la cabaña de Atenea, la tensión volvió a hacer acto de presencia.

—Creo que no puedo evitar extrañarlo —confesó Annabeth, su voz apenas un susurro.

Andy miró hacia el cielo estrellado y se preguntó cuánto pesaba el anhelo en el corazón de su amiga.

—Tal vez, deberíamos ir a visitarlo  —murmuró Andy, sin apartar la vista del horizonte.

—¿Y por qué no lo hacemos? —sugirió Annabeth, y en ese momento, sus ojos se encontraron, compartiendo una complicidad que solo ellas entendían.

El amor y los semidioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora