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— ¿Te acostumbraste a ella? —Interrogó el mayor

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— ¿Te acostumbraste a ella? —Interrogó el mayor.

— Bastante, como si ella hubiera sido lo mejor de mi mundo. —Respondió sin ninguna dificultad. 

— ¿Hace cuánto que no la ves? —Preguntó. 

— Exactamente cinco años. —Contestó nostálgico. 

— ¿Qué haz sabido de ella en los últimos 5 años? —Interrogó una vez más. 

— Cuando estaba estudiando fotografía, decidió estudiar administración y dirección de empresas; según muchas personas me han confirmado. —Contó el menor. 

— ¿Qué.. —Iba a hablar, pero fue interrumpido por el menor. 

— Es absurdo Sunoo, ya tengo 23 años. A penas manejó la empresa que me heredó mi padre y quieres que controlé mis sentimientos? —Cuestionó harto. 

— Nishimura, tengo 25 años. Y entiendo el dolor. —Contestó con obviedad. 

El menor suspiro frustrado, para así hablar. 

— ¿Por qué me tuve que dar de cuenta tan tarde? Cuando ella estaba dispuesta a todo, lo arruiné con una ilusión de amar, pero me cegué por muchas cosas. Ella, quería que fuera su todo y simplemente yo lo desgasté. —Relató el menor con tristeza. 

— A veces es difícil, pero de alguna manera te terminas arrepintiendo de muchas cosas. Por ejemplo; dejaste a alguien que verdaderamente te amaba, por no soltar a una persona que no te correspondía y la comenzaste amar, cuando ella decidió soltarte por tu felicidad. —Dijo directamente. 

El pelinegro menor agachó la cabeza lentamente pensativo, tenía razón. 

Sunoo ha sido su mejor amigo desde que sus padres se reencontraron luego de muchos años sin verse. Nishimura jamás le había tocado el tema de Ame, porqué para él era bastante delicado contarlo. 

Luego que pasó el tiempo, él se volvió mas abierto a sus pensamientos y dejo fluir la confianza entre ellos dos. Se desahogó, lloró en su hombre en busca de consuelo, él lo consoló, pero no era el consuelo que él tanto esperaba. 

El menor luego que heredó la empresa de su padre, ambos se volvieron socios de negocios y para todo en general. El padre de Sunoo fue quien sugirió la idea, ya que el pelinegro mayor ya tenía dos años manejando la empresa desde su retiró por salud. 

— Tienes razón. Fui muy egoísta con Annie y con ella, más con ella; traté de no lastimarla, y terminó peor de lo que yo pensaba, ahora que crecí, sé lo que hice y me arrepiento, la extraño tanto. —Recordó con nostalgia. 

— Dejemos el tema, mejor vayamos a la sala de juntas, tenemos que hablar de la negociación que tenemos con una de empresas de Australia. —Sugirió saliendo de allí. 

El pelinegro menor salió atrás de su mayor, pasando por aquellos pasillos repleto de empleados, trabajadores y obreros. Los recibieron con unas cálidas sonrisas como saludo, para gustosamente saludarlos de la misma manera. 

— ¿Quién maneja la empresa de Brisbane? —Preguntó el menor. 

— Según los medios de comunicación australianos, es una señora mayor. Pero no estoy muy seguro. —Contestó. 

— Me lo imaginó, para controlar una empresa así de grande y con bastantes recursos agrarios y económicos, sobre todo como manejan sus bienes allí. De igual forma, yo con tan solo 23 años manejó una de las empresas más grandes de Japón. —Alardeó el menor. 

— Deja de ser presumido, no se te da bien. —Dijo directamente para caminar más rápido. 

— ¿Cuándo vendrán? —Preguntó el menor. 

— Eres el directivo principal de la empresa y me preguntas a mi. —Dijo con obviedad, mientras el menor lo miraba mal.— Está bien, admito que soy yo quién tiene que llevar el control de los negocios y tú los administras. —Culminó y el menor sonrió gustosamente. 

— ¿Entonces? 

— Ya están en Okayama. —Dijo directamente.  

[. . .] 

— Cinco años largos sin pisar Okayama, se siente tan bien. —Suspiró la castaña que ahora era peliblanca. 

Quién estaba a su lado, seguía perdidamente enamorado de ella desde la primera vez que sus miradas se conectaron en ese autobús. 

Jake. 

— Es raro volver acá luego de largos años sin estar presente, ahora vuelves como la jefa de una empresa, además de una excelente fotógrafa. —Alardeó el pelinegro a la más baja. 

— No lo había logrado sin tu ayuda, sonrisitas. —La más baja agarró sus manos, mientras lo miraba directamente a los ojos. 

Siempre notaba ese brillo tan peculiar del pelinegro con ella, su sonrisa era encantadora y cautivadora. Su corazón brincaba de emoción y en un santiamén se aceleraba, y jamás paraba. 

Logró desarrollar sentimientos por el a lo largo del tiempo; jamás lo dijo, por miedo al rechazo, tal y como pasó con su primer amor. No mintió al decir que siempre estará en su corazón, seguía con ese sentimiento de quererlo, pero ya lo había soltado, no lo necesitaba. 

Ame, quién ahora con sus 22 años lucía unas curvas no muy particulares entré las japonesas, lo que era extraño adaptarse a las miradas. Sus ojos se habían vuelto un poco más grandes, su cara fina, sus labios gruesos y su cabello blanco liso, y otras veces ondulado. 

— ¿Dónde quedaba la empresa? No recuerdo. —Rió torpemente. 

— Ya llegamos. —Detuvo sus pasos en un gran edificio. 

— ¿Entramos? —Preguntó y él asintió. 

[. . .] 

— Joven Nishimura, nos acaban de informar de que ya llegó la futura socia. —Anunció. 

El menor iba a responder, pero su mayor se adelantó. 

— Hazla entrar. —Ordenó y él asintió retirándose. 

Los convocados a la sala comenzaron a charlar mientras la figura femenina no llegaba. En su caso, entró el pelinegro, quien era su acompañante y en esté caso su mano derecha. 

— ¿No era una mujer quién manejaba la empresa? —Preguntó uno de los presentes. 

— Lo es. —Respondió.— Por favor, pasa —Ordenó el pelinegro. 

La chica se dejó ver, ella posaba un traje color negro, y unos tacones algo altos. Cargaba unos lentes negros, quien con todo orgullo se los quitó al acomodarse en el asiento. 

Luego de captar toda la atención, se presentó.


— Soy Kobayashi Ame y desde ahora, me reconocerán como la jefa de toda Australia. 

𝙄𝙣𝙛𝙞𝙣𝙞𝙩𝙮 𝙇𝙤𝙫𝙚. [𝙉𝙞𝙨𝙝𝙞𝙢𝙪𝙧𝙖 𝙍𝙞𝙠𝙞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora