Capitulo 4

116 50 3
                                    

               ☆————————☆ 
                        El infierno

Natasha

—¡Ya por favor!—suplico— deja de morder mi bolsita.

El perro sigue ladrando y mordisqueando mi bolsa del pan, mi mamá debe estar al llegar del viaje y sino ve pan en la casa le va a dar un infarto.

«Que pena» hay vecinos mirando y riéndose como si fuera yo su atracción principal en el circo.

—Por hacerme pasar pena dejaré de jugar contigo por varios días—lo amenazo levantando el pulgar.

Sé que parezco una loca hablando con un animal pero yo hablo con todos los animales, es normal en mí.

Suelto pequeños gritos mientras comienzo a forcejear. El perrito es fuerte y para nada pequeño que digamos. Gruñe jalándome junto con él ya que me aferro a la bolsa y no sé quién va a terminar peor, si el pan que está adentro, yo o ese animal. «La bolsa es lo de menos, solo no quiero quedar en ridículo»

«Al fin» ya se rindió, es un perrito callejero que vive cerca de mi casa y como me da pena verlo tan solo de vez en cuando juego con él y le doy comida. La única opción que me queda es salir corriendo con él atrás hasta que se cansa y me deja en paz.

Bajo una cuadra más y por fin mi hogar se posa en mi campo de visión...aunque no sé qué función cumple el camión gigantesco que hay fuera de ella con sus puertas abiertas.

Entro a la casa y veo cajas por doquier y recorro con la mirada cada rincón de lo que creo es mi casa, todo está recogido y vacío, ni si quiera la tele está en su sitio...¿qué jodida mierda está pasando?

—¿Mamá que es todo esto?— la toco por el hombro y se voltea viendo que llegue.

—Nos estamos mudando— sigue cargando cajas sin prestarme atención.

—¿Qué? —no se ni como logro hablar.

—Lo que oíste— dice cortante—El trabajo últimamente no está dando frutos y el dinero no nos alcanza para mantener  esta casa, quería decírtelo ayer pero todo paso en menos de lo que te imaginas.

Me quedo pensando en lo que acaba de decir. ¿Problemas económicos? Ella siempre ha tenido un buen sueldo, no el mejor del país pero daba para mantenernos, aparte de que mi papa siempre nos manda dinero de sobra.

Este ha sido mi hogar desde que nací, no puedo irme, no joder, no. Mi mente me manda impulsos de llorar y mandar todo a la mierda pero tomo aceleradas respiraciones tratando de no dejarme llevar por la locura que me ametralla justo ahora.

—¡No pienso irme de aquí!—los gritos se me salen solo—¡Mamá por favor!— la encaro.

—Nos vamos te dije y no lo voy a repetir—me abofetea con los ojos— Deberías ir a recoger lo que falta en tu cuarto en vez de estar aquí atrasando lo inevitable.

—¿A dónde vamos a ir?—le pregunto y me ignora por completo—Soy tu hija, la cual también debería tener voto y decisión en esta familia— la sigo por los pasillos hasta la puerta.

—¿A dónde crees? ¡A una casa!

—Mamá —la miro mal, quiero respuestas.

—¡No tengo porque darte explicaciones, aquí la madre soy yo!— me reprocha— Y nos vamos a donde yo decida, así que ponte cómoda que el viaje es largo.

No la miro y salgo corriendo, tengo tanto dolor en el pecho que me da miedo que mi corazón se vaya y me deje, subo las escaleras que llevan a mi habitación y entro, de un tirón cierro la puerta y cuando enfoco la imagen que tengo en frente, es como si no hubiera vivido aquí nunca, no hay más que maletas sobre el piso y mucho vacío en las esquinas «Quiero echarme a llorar a la cama, pero ni cama hay»

Adictos A Lo OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora