Capitulo 23

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Enredos resueltos

Natasha

Abro los ojos con tranquilidad, parpadeo debido a la luz que se cuela por los pequeños ventanales y un bostezo mañanero se me escapa silencioso. Siento el pecho caliente de Adriano bajo la palma de mi mano y alzo la vista para verlo dormido, su brazo derecho está extendido y es donde tengo apoyada la cabeza, y su otro brazo lo tiene sobre sus ojos, los labios entreabiertos y respirando pacíficamente.

Sonrío mirándolo fijamente y siento mucha calma despertándome así pero el momento termina con un gruñido de mis tripas, me levanto con mucho cuidado de no despertar a Adriano ni a Saúl que sigue en la misma posición que lo dejamos anoche en el suelo y enroscado a la colcha, lo que me hizo apretar los labios para no reírme es ver a mi rubia a su lado con la otra mitad de la colcha también enroscada entre sus piernas y abrazando una botella «noche de ahogar penas a lo grande». Paso hacia el baño y me espabilo cuando el agua fría toca mi cara, me aseo como puedo y salgo de la habitación con la misma cautela de antes, doy un par de vueltas por la casa buscando la cocina y a medida que avanzo solo veo chicos y chicas dormidos en cualquier sitio, en mantas o colchonetas, incluso en el mueble al que Adriano una vez me llevó y...pasaron cositas.

Después de reírme viendo los cuerpos destruidos de los adolescentes que antes estaban enérgicos bebiendo y ahora no pueden despegar un ojo como mi amiga Danna llegué a la cocina, que no es muy sencilla que digamos, tiene lozas llamativas de colores y figuras raras pero no puedo detallar lo demás porque mis ojos se quejan fijos en el prospecto que está tomando café delante de mí.

El silencio se expandió dejándome oír solo el ligero ronquido de los que se durmieron en el mueble que está cerca de la cocina, los nervios empiezan a invadirme y también el sentimentalismo «lo extraño mucho» Nuestros ojos conectan como si nos habláramos por ellos, sé que me ha extrañado también.

—Buenos días—fue lo que salió de mí.

—Buenos días—me sonríe ligeramente.

Está despeinado y tiene ojeras bajo sus ojos, deja la taza de café sobre la enorme barra detrás de él y se queda quieto como si esperara a que yo hable. En todos los años que tenemos de amistad nunca, nunca tuvimos este problema de comunicación, Maikel y yo normalmente no estábamos en silencio por mucho tiempo y esto me está incomodando.

—¿Quieres desayunar?—pregunta inseguro.

—No—respondí un tanto seca.

Asiente y baja la cabeza pensativo. Me molesta el silencio así que pienso en como entablar conversación, claro que el nerviosismo no ayuda pero algo tengo que decir...

—¿Viniste con una de tus rubias?—dije para aligerar el ambiente.

«Que buena pregunta»

Suelta un risa sin gracia y levanta el mentón—¿Sabes por qué siempre tengo novias rubias?

Noto un poco de tristeza en su mirada y solo tengo una pregunta en mente ¿arreglaremos las cosas?

Abrí la boca para responderle pero me interrumpió.

—Es para que tú resaltes entre ellas, todas son rubias para que tú seas la única castaña especial en mi vida—confiesa con amargura.

Se me aprieta el corazón al escucharlo porque lo que dijo me hace quererlo más de alguna forma, mi mejor amigo me ha tenido como la única castaña para que destaque en su vida y aunque tal vez para otros sería insignificante para mí significa mucho.

A veces las personas ignoramos tanto, y yo siempre ignoro el poder que tienen las palabras, te hacen sentir muchísimas emociones, pueden impulsarte, devastarte, darte ánimos, amor, felicidad, tristeza, incluso vida...en este momento lo que más siento es nostalgia y alegría.

Adictos A Lo OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora