Capítulo 24

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Desquiciados

                            Adriano

El sol matutino me da directamente en la cara cuando la puerta de la casa de Ariadna se cierra detrás de mí, mientras empiezo a alejarme de allí. Ni siquiera me despedí de Natasha, no sé si estuvo bien pero no tiene porque importarme ¿no? Para mi es normal irme sin despedirme y aunque me haya costado un poco más con Natasha, me niego a pensar cosas que no son.

El camino a casa se vuelve más pesado de lo que se supone que es porque sé que al llegar mis padres ya deben estar allí. Aunque desayuné con el manguito antisocial me siento como si no hubiera desayunado nada, con un hueco en el estómago...¿o será un mal presentimiento? Pues me daré cuenta muy pronto, mi humilde morada está justo a dos pasos de mí. Cuando me adentro en la casa escucho voces y la tele prendida y me da la confirmación de que mis padres están aquí. Casi hago magia para no hacer ruido y subir a mi habitación a ponerme la ropa de niño obviamente millonario que a ellos le gusta, cuando llego no cierro la puerta para evitar hacer que chirré. Cuando estoy vestido con un short de pijama que me llega por las rodillas y un pullover anchísimo, me echo de mi preciado perfume «casi gastado» y bajo silenciosamente.

—¡Mamá! ¡Papá!—grito desde la sala.

Sigo caminando hasta llegar a la parte donde están los muebles grandes y televisor, ahí están ellos sentados y al percatarse de mi presencia se apuran a apagar la tele.

—¿Que tal dormiste?—pregunta mi madre con un tono extraño.

—Bien, ni me di cuenta de cuando llegaron—respondí luego de pensarlo unos segundos.

—¿Estos días que estuvimos fuera no saliste?—niego con la cabeza con desconfianza—¿y nadie entró aquí?

Tengo un nudo en el estómago otra vez, más intenso y ya me da mala espina la conversación, cuando regresan de sus viajes nunca hacen este tipo de preguntas.

«Tal ves solo sea que se están preocupando por mi»

—Adriano no nos mientas más—masculla mi madre con tristeza.

—¿Esa chica te obligó? ¿Te está influenciado?—inquiere mi padre un poco más serio.

¿Chica? ¿Que no les mienta más? ¡Ay dios!

—¿De que hablan?—es lo que pude articular.

—Ya lo sabemos Adriano, sabemos que tuviste una aventura con una chica dentro de la casa cuando no estábamos—revela mi madre y los dos se ponen de pie.

Yo con los nervios atacando hasta las peores zonas de mi cuerpo trato de permanecer tranquilo, mientras proceso lo que está pasando.

—Es solo una amiga, no pasó nada—miento—vino a estudiar, saben que soy un chico inteligente.

Se miran y lanzan indirectas con gestos y miradas que no logro entender hasta que vuelven a fijarse en mí. Toman el control del televisor y lo prenden, acceden a una carpeta que no había visto en mi vida «tampoco es que vea todas las carpetas de mis padres» y le dan "reproducir" a un vídeo.

Con total desconcierto observo la pantalla que refleja mi propia casa, la sala para ser más exacto y luego de unos segundos llego yo con mi ropa...la ropa del día que estuve en el jacuzzi con Nati. Abro la puerta, tal como había pasado ese día y Natasha entra con la cabeza gacha y se planta a mi lado. Pasan al siguiente vídeo y se ve a lo lejos que estamos en el jacuzzi, conversando y después nos besamos...nos manoseamos...y ya sé cómo termina eso, le arrebato el control a mis padre y apago la televisión. No me había dado cuenta de lo apretada que tenía la mandíbula hasta que empecé a sentir dolor y apreté los puños conteniendo la ira.

Adictos A Lo OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora