Capítulo 13

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El trío

Natasha

¿Puede alguien volverse adicto a unos labios?

Quisiera saber la respuesta, porque yo no paro de pensar en los sensuales besos de Adriano, siento que me pican los míos locos por volver a sentir los suyos.

Mis dedos llegan a la comisura de mis labios, los toco por arriba y...quiero sentirlo otra vez.

Por otro lado, me pregunto cómo sabrá que estoy desesperada «ignorando el que me haya dicho que también lo está » La pregunta en realidad es ¿quiero hacerlo con el?.

El ruido de la música extremadamente alta hace que la casita de campaña en la que estoy tiemble, salgo de esta para ver qué están haciendo afuera «no he visto a Maiki y creo que no vino» así que no tiene caso buscarlo.

El bullicio viene del mirador donde estuve hace un rato con aquel trigueño. No sé si vaya, pero una vez mi madre me dijo "A veces es mejor arrepentirse de hacer las cosas cuando quieres hacerlas, que arrepentirte de no haberlas echo".

Doy pasos largos para salir de lo oscuro con rapidez mientras llego a la escandalosa fiesta, hay cientos de escalones para llegar hasta arriba y de momentos me siento sin aire, he tropezado dos veces y por suerte veo el último escalón.

Tomo una bocada de aire antes de adentrarme por completo en el lugar, paso unos minutos convenciendome y al final entro...

Mis pies a penas se posan en el sitio y ya veo a Adriano con otra chica prendida de su boca «que cabrón» Sí, estoy ¿molesta? no quiero pensar que son celos...

Siguen su beso pero no lo veo con muchas ganas y un alivio repentino toca mi pecho cuando la echa a un lado de mala gana, como si hubiera sido forzado. Me voy hacia su puesto y planto mis glúteos en el mismo muro que él.

No luce sobrio, está un poco pálido la verdad, pero no le quita el color trigueño que me roba suspiros.

—Creo que ahora es mi turno de preguntarte si estás bien Adriano— le alzo la voz para que me escuche.

—No te preocupes, estoy perfecto— me sonríe y le salen unos pequeños hoyuelos que detallo bien.

—No parece que lo estés— indago curiosa.

—Ah, es que fumé una porquería con droga— añade el como si fuera una bobería.

O sea, no es una bobería, es droga, una toxina letal y adictiva.

— ¿Te drogas? ¿Tan siquiera te gusta?— exaspero.

Se encoje de hombros— ¿Quieres probar?—  me acerca un porro.

En realidad en vez de estar reprochando o armando un show, prefiero cuidar que no siga atiborrándose de esa mierda.

—Na, pero sabes, si te acepto un vaso de vino— achina los ojos con otra sonrisa y se levanta, creo que a buscar lo que le pedí.

Antes de que se vaya de mi alcance logro quitarle el porro o como se llame esa cosa y la tiro en un contenedor de basura que está a unos pasos de mí.

—No esperaba que me lo pidieras— levanto el mentón y me entrega el vaso.—Nunca te imagine como alguien que tomara.

―Con Maikel siempre tomaba a escondidas—me rio un poco con los recuerdos.

Le sonrío, no sé si tal vez sea que de noche mi cabeza se vuelve otra, pero estando drogado debería alejarme de él y al contrario solo lo veo muy sexi con su sonrisa de oreja a oreja y quiero acercármele.

Adictos A Lo OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora