Capítulo 11.

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Me coloco bien las gafas y resoplo, los finales están a la vuelta de la esquina y vivo como si realmente no tuviera exámenes. Escucho sonido detrás de mi, resoplo rodando los ojos, me giro seria, el chico se queda quieto agarrando la puerta del mueble.

— Estás muy susceptible a los sonidos tú, ¿no? — le hago la burla rodando los ojos, escucho su risa y suspiro— ¿Qué estudias? — su voz suena más cerca, juego con el subrayador entre mis dedos pensando qué hacer.

— Escritura periodística — murmullo, siento cómo apoya la cabeza en mi cuello, sonrío llevando la mano a su pelo, enredo mis dedos en las hebras de este—, que suave tienes el pelo, ¿no? — su risa hace vibrar mi espalda, asiente con la cabeza y en un pequeño murmullo.

— El agua del norte — ríe de nuevo, resoplo alejándolo de mi—, no es mentira, Oli, es mejor que el agua de Madrid, tenlo por seguro — suelto una carcajada, dejo caer mi cabeza sobre los apuntes, él acaricia mi espalda riendo.

— Gabri, te echaba tanto de menos — comento levantando la cabeza, él chasquea la lengua negando mientras se apoya en la barandilla de la terraza.

— Estabas bien acompañada por uno que tiene mi nombre mal escrito — sonrío negando.

— No tiene nada que ver — suspiro volviendo la mirada hacia los folios, pero acabo levantándome tras sentir que no soy capaz de retener más información ahora mismo—. ¿Qué tal te lo has estado pasando? No sé nada de ti desde... — resoplo— Ya sabes.

— Muy bien, nena, aprovechando a los vascos — ruedo los ojos cruzándome de brazos, me apoyo en la encimera sin dejar de mirarlo—, y a las vascas — suelto una carcajada, él se encoge de hombros suspirando.

— Ya veo que bien, sí.

— ¿Y tú? ¿Aprovechando a los catalanes... o a los andaluces?

— A ninguno de los dos, de hecho, Dani, el chico que conocí en verano, se desapareció de la faz de la tierra. Que no me quejo, si te digo la verdad, era... un poco intenso. Y andaluces... — resoplo —, no es que haya demasiado que disfrutar ahí, ahora tenemos una relación relativamente cordial, que, por cierto, se desintegra poco a poco.

— ¿Por qué lo dices? — me encojo de hombros.

— Pasaba ya tiempo fuera cuando fingíamos tener una relación, pero se obligaba a rondarme para mantener esto con algún tipo de veracidad, pero ahora es que ni hablamos, así que — niego fijándome en mis pies—, es raro, no entiendo a este chico.

— Es un niño — levanto la mirada hacia Gabri, que da un trago a la pequeña taza que tiene entre sus manos—, entre que es pequeño y hombre, no sé que esperas de él — río entristecida—. Además, seguramente tenga motivos para querer distancia, como por ejemplo cierta influencer — frunzo el ceño, fijándome en Gabri—. Olivia empieza a enterarte de las pretendientes que tiene el fifas, que si me tengo que estar enterando yo de todo, mal — resoplo y camino hacia él, que teclea algo en su teléfono —, ¿sabes donde juegan este fin de semana?

— En Pamplona, creo — él asiente en un murmullo—. No me digas que... — me pone la foto de la chica con la ubicación en dicha ciudad vasca —. Madre de dios... — resoplo—, por lo menos que sea un poco menos evidente ella, ¿no le importa que se supongan que está con un menor?

— Es un futbolista, a la mayoría de la gente les da igual.

— Si ella no fuera famosa y lo oficializasen, le llamarían de todo, a ella digo — él se encoge de hombros y asiente—, me dejas asombrada, vamos.

— ¿Y a ti te da igual? — me encojo de hombros asintiendo.

— Qué más da, si no somos nada — Gabri alza las cejas negando—, no intentes hacer que cambie de opinión, me niego, simplemente, a preocuparme de más por algo que le pueda pasar a él.

Fuego Amigo • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora