Capítulo 3.

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— Pablo ha dicho que pasaba alguien a buscarnos.

— ¿Te ha dicho quién? Porque a mi no me ha dicho nada.

— Te estoy diciendo que...

— ¡Basta! — grito, levantando la cabeza — ¡Ya vale! — poso la guitarra a mi lado en el sofá y me giro, ellos discuten en la isla de la cocina — ¡Largaos al partido y dejadme en paz! ¡Iros en autobús o qué se yo! ¡Fuera! — señalo la puerta seria, mi prima traga saliva — Alejandra no lo pienso repetir otra vez, fuera de mi casa antes de que te eche con el equipaje también.

Mi prima traga saliva y el timbre suena, me levanto del sofá con la rabia corriendo por todo mi cuerpo. Descuelgo el telefonillo.

— ¿Sí? — ni siquiera me fijo en la cámara, escucho una risa.

— Hola, niña del demonio — resoplo escuchando a Dani—. ¿Vamos? — niego.

— Sube — lo digo sin pensar realmente, le abro el portal y los dos chicos me observan con el ceño fruncido —. Ahora, fuera — señalo la puerta, mi prima agarra a su novio seria y cruzan el umbral —, que disfrutéis el partido — sonrío de manera falsa.

— Y tú del polvo — me dice antes de cerrar, frunzo el ceño mordiéndome el interior de la mejilla con fuerza, resoplo yendo hacia allí y abro de nuevo.

— ¡Espero encontrarte en casa cuando vuelva, Alejandra! — escucho una risa a mi lado, agacho la mirada notando cómo mis mejillas se enrojecen al instante.

— No te veía siendo una madre — giro la cabeza hacia la izquierda, Dani se apoya en la pared del pasillo—. Te queda bien estar enfadada — me doy un golpe en el brazo con el puño cerrado, él hace un ruido molesto antes de rodearme—, pero no conmigo, Olivia.

— Cállate, Daniel — murmullo contra su pecho, mis mejillas arden.

Entramos en mi piso, quizás es la primera vez en la que me doy cuenta de lo desastrosos que son mi prima y su novio. Siento la vergüenza por dentro, agacho la cabeza caminando hacia el sofá, cerca de él tengo los zapatos.

— Me encanta tu casa — me giro hacia él con los ojos entrecerrados—, es muy luminosa — me fijo en su pelo rubio, cayendo por su frente, no llega a cubrir sus ojos azules intensos.

— Gracias, está echa un asco — le digo riendo nerviosa, él niega—. No intentes hacerme sentir mejor, mi prima me tiene esto echo un desastre — hace un gesto con la cabeza y sonriendo de lado, muerdo el interior de mi labio inferior sin dejar de mirarlo —. Me calzo y vamos, ¿cómo has conseguido entradas? Llevan agotadas desde que se anunció el partido, casi — se encoje de hombros con una sonrisa que deja ver sus dientes relucientes y perfectamente alineados.

— Contactos, además, si te lo dijera, no volverías a salir conmigo — muerdo mi mejilla atándome los cordones de los tenis—. Te queda muy bien el vestido — aprieto los labios en una fina línea intentando reprimir una sonrisa.

— No te pases, Dani — le digo levantando la cabeza, él alza ambas manos a modo de disculpa.

— Lo que digas, capitana.

Bajamos las escaleras del piso, tras haberme cerciorado de que he cerrado todo. El ruido llena las calles de Barcelona, los aficionados del fútbol pasan por mi calle. Las banderas del equipo local volando, rodeando el cuello de los hinchas.

— Nadie diría que el Barça es el equipo local — río, fijándome en un grupo de gente del que sale un humo rojo.

— Mi prima ha venido expresamente para eso — observo al chico, caminamos hacia el lado opuesto del lugar en el que se encuentra el estadio—. Creo que conoce a alguien que juega en el equipo — río —. No me entero de mucho y siento escucho más de lo que debería, si te soy sincera.

Fuego Amigo • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora