Capítulo 29.

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— Nos vieron bailando pegados — lo sostengo de las mejillas, con su frente pegada a la mía sin dejar de sonreír—, entre besos y tragos— veo cómo él también mueve los labios—. Nada de eso en vano, pena y pecado, amor sincero — suelto mi agarre en su rostro, siento sus manos bajo mi camiseta agarrándome con fuerza, pegando mi cuerpo al suyo—. Empezar de cero, vuelta al ruedo, con o sin hielo — su nariz rozando la mía, hay flashes a nuestro alrededor pero no importa, no ahora—. Solo acelero — sonrío—, solo te miro — acaricio su mejilla con cariño— y siento que vuelo pero, vamos a vernos, todo ardiendo y tú y yo aquí sentados — sus ojos se achinan mientras canta—. Lo bonito — asiento inconscientemente siguiendo la voz rasposa de Pole — es que nunca lo imaginamos, lo mejor de todo esto es que ha pasado...

— ¡Buenas noches Barna! — grita antes de seguir cantando, soy incapaz de despegarme de Pablo, es magnética la forma en la que todo él se amolda a mi.

— No sé como empezamos — vuelvo a sonreír alejando un poco mi cabeza de él—, pero mira dónde estamos, tengo a cupido a mi lado, se le está pasando el pedo — empiezo a dar pequeños saltitos entre sus brazos, su sonrisa es tan distinta a lo que se suele ver de él, que me ensancha el alma que solo la vea para mi—. Voy con los ojos cerrados, pero agarrado de tu mano — recuerdo la primera vez que me cogió la mano, alegando que quizás se perdía—, así me siento más seguro, baby, eso lo tengo claro.

— Quédate conmigo — a pesar de que la canción tiene un ritmo animado, el susurro del andaluz en mi oído me llena los ojos de lágrimas.

— Me quedo contigo — le digo vocalizando antes de besarlo.

Es en medio de un concierto lleno en pleno centro de Barcelona donde se confirma lo que mucha gente ya veía venir, que la joven promesa del Barça tenía pareja. Por suerte, nunca habían salido fotos de mi cara, pero sé que hoy no me libra nadie.

Siendo sincera, la felicidad que siento es proporcional a lo poco que me importa que salga a la luz lo nuestro.

Todas las sensaciones en mi son abrumadoras, sus manos fijas en mi cintura como si ese fuera el único lugar en el que tienen que estar. La manera en la que sus labios se mueven sobre los míos con la lentitud y calma de quién toca lo más preciado del mundo. La música de fondo, con los gritos de la gente y la voz del cantante estrella poniendo banda sonora a un beso que, francamente, podría ser sacado de cualquier película.

Me separo de él cuando siento que necesito respirar, aún tiene los ojos cerrados y la misma expresión calmada que tiene cada vez que duerme. Le acaricio la nariz y echo hacia atrás su pelo, algo sudado por el calor que hace en la sala y la adrenalina de la música.

— T'estimo mès que mai, petit — rozo su mejilla inspirando profundamente.

— Los niños sonando en la tele y la radio — giro la cabeza hacia el escenario, Pablo pasa su mano por mis hombros pegándome a él—. No tengo bandera, que viva el barrio — miro hacia su perfil, iluminado únicamente por los neones del local—. De primero cantante, de segundo empresario — veo cómo mueve su boca siguiendo la canción del toledano, aprieto los labios pensando en que si no fuese por mi quizás no conocería ni el 80% de sus canciones—. No sé a que sonamos, odio las comparaciones — sus ojos se fijan en mi, una sonrisa se abre paso en su rostro, un gesto ya habitual en él cuando está cerca de mi—. Sé de lucharlo y de meter goles — alzo una ceja, él asiente—, de afrontar los miedos aunque haya a montones.

Me separo de él y doy un par de saltos, gritando la canción. Veo cómo un par de chicas miran hacia Pablo, trago saliva al verlo ponerse algo nervioso y se aleja de mí. Suspiro agarrando sus manos y llevándomelas a la cintura, él abre los ojos con mucha expresividad, me encojo de hombros con una sonrisa.

Fuego Amigo • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora