5- ¿Por qué tan apresurada?

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— ¡No encuentro mi tarea, Diana! — le grito desesperada. Ella está abajo esperándome para poder irnos.

—Bueno, bueno. No me grites que desde acá te escucho perfectamente.

—Perdón, pero no la encuentro. La profesora me va a matar. —me jalo el pelo, estresada—. Ya es la segunda vez que le pido más tiempo.

— ¿Y estás segura de que la hiciste?

—Sí. Me quiero morir. Me va a desaprobaaaaaaaar— me asusto al ver a Diana parada en la puerta—. Dios, el susto que me diste. ¿No estabas abajo? Ni escuche cuando subías. ¿Qué haces? —pregunto confundida al verla acercándose a la pila de papeles que tengo sobre la cama.

—Dos personas son mejor que una. —me guiña el ojo.

Nos pasamos los siguientes diez minutos buscando, sacando cajones, corriendo por el cuarto desordenándolo por completo.

— ¡Bingo! —la alegría en su voz se escucha por toda la habitación.

— ¿Dónde estaba? Si busqué por todos lados...

—Los cajones, Em. Los malditos cajones. —se dirige a mí con tono burlón mientras me pega la frente con su mano—. Ten, vamos que se nos hace tarde. —me da mi tarea y nos marchamos.

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— ¿Aprobaste? —Randy se acerca a mí al terminar la clase de Física.

Diana nos ve y se nos une, — ¿Y?

Una sonrisa se asoma en mi rostro, —Un diez. —les digo mientras les muestro la nota y doy pequeños saltitos de felicidad.

Ellos se acercan para abrazarme y saltamos los tres juntos, —Sabíamos que lo lograrías. —ambos me felicitan y salimos del aula para ir a la cafetería. Es la hora del almuerzo.

—Diana, ¿puedo ir a tu casa hoy?

—Para que preguntas si sabes que la respuesta es sí. Mis padres te adoran. A veces siento que te quieren más que a mí. —una risa sale sus labios.

—Bueno, ahí los alcanzo. Voy al baño. —les aviso y me doy la vuelta.

Estoy por llegar pero unas voces llegan a mis oídos. Vienen del salón de grabación, donde los directivos dan los comunicados a toda la escuela. Veo la puerta abierta y entro, observando que nadie de afuera me vea.

Me quedo detrás de un mueble. Las voces cada vez más fuertes, como si fuera una discusión.

—Deja de molestarme, Vanessa. —Esa es la voz de Gerald pero, ¿Qué hace aquí con Vanessa? —. ¿Cuántas veces te tengo que decir que tú y yo ya no somos nada? N-A-D-A. NADA. Me engañaste con mi hermano, ¿te lo tengo que recordar?

—Gerald, por favor. Solo déjame explicarte, todo fue un malentendido. Solo...

—No. Ya oí suficiente. Solo ya no te acerques a mí, ni a mi hermano. Sal de mi vida como yo he salido de la tuya.

—No te voy a dejar que estés con otras personas. Y menos con esa...

—Cuida bien tus palabras. No sabes de qué soy capaz de hacer, Vanessa.

— ¿Por qué la defiendes? ¿Te gustó bailar con ella en la fiesta? Verla contigo, tocándote, a punto de besarte. Por poco voy y la saco a patadas de ahí. ¿Por qué dejaste que todo eso ocurriera? —su voz se torna violenta—. ¿Acaso te gusta?

—Y si fuera así, ¿qué? Solo aléjate de mí. Yo puedo estar con quien quiera, y no vas a poder impedirlo.

—No has visto todo de mí. Si no puedo estar contigo, entonces nadie podrá. Ya va a ver esa zorra.

A Killer HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora