6- Ya está listo.

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— ¿Es en serio? —sabía que Diana se iba a enojar.

—Es por un bien mayor. Te prometo que no voy a hacer nada. Si fuera por mí, no hubiera aceptado su propuesta, pero todo sea por mi mejor amiga. —le digo mientras hago puchero para que acepte y no se enoje.

—Está bien. Vamos a ir, solo por esta vez. —dice rendida—. Luego, prométeme que vas a mantenerte alerta. Ese chico tiene algo... No lo sé. Solo no confíes en él. ¿Okey?

—Te lo prometo. —le respondo mientras salimos del aula de informática para dirigirnos a la de química.

De camino, observo a Vanessa buscando algo en su casillero. Ella me mira pero no se acerca a mí como de costumbre. No me da miradas de mala gana ni me insulta. En el almuerzo paso lo mismo. Supongo que la situación con Gerald y el trato de ayer hicieron efecto. Aunque en parte estoy triste por él. ¿Por qué volver con ella? ¿Por qué me protege? No paso ni una semana. Tendré que hablar con él. Sí, eso haré. Pero...

— ¡Em! —el grito de mi mejor amiga me regresa a la realidad—. Te quedaste parada en la puerta. ¿Pasa algo?

—No es nada. Solo estaba... recordando algo. —trato de disimular mi tranquilidad—. Entremos.

Somos las primeras en llegar, como de costumbre. Elegimos la mesa de en frente y nos ponemos nuestras batas de laboratorio. Esta es una de las pocas clases que compartimos Diana y yo, entonces siempre aprovechamos todo el tiempo posible. La maestra entra unos minutos después de nosotras y nos regala una sonrisa cálida. Los demás chicos empiezan a llegar y a acomodarse en sus lugares de siempre.

Vanessa y una de sus amigas —más bien su esclava— son las últimas en llegar. Ella se sienta primero pero cuando su amiga se está acercando a su banco, se cae. Su caída pareció hecha a propósito, pero ¿Por qué tirarse al suelo?

Todos nos quedamos callados, hasta que la profesora se acerca a la chica y le habla. — ¿Estás bien?

—No, me duele. —puedo verla fingir dolor. ¿Qué está haciendo?

—Bueno, vamos a la enfermería. —se levantan y se dirigen hacia la puerta. La profesora se da vuelta y nos habla. —Chicos, ya volvemos. Quédense en sus lugares.

Pasan unos minutos antes de que vuelvan. La chica es la primera en entrar. Lleva un vendaje en su rodilla. Ella camina hasta su banco con lentitud pero puedo escuchar que susurra algo cuando pasa junto a mi lado. —Lo siento.

¿Lo siento? ¿Por qué dijo eso? No me hizo nada.

Cuando la profesora pasa la puerta, se acerca a donde estoy sentada, en vez de a su escritorio. —Señorita Dickens, su compañera me dijo que usted puso su pie en el camino para que se cayera. ¿Eso es cierto?

Todos hacen un sonido de asombro. Yo quedo estupefacta. Es por eso que me pidió perdón pero ¿Por qué mentir?

— ¿Va a responder o quiere que la mande a detención? —la voz de la maestra me hace salir de mis pensamientos.

—Ella no hizo nada. —Diana habla por mí.

Veo a mi mejor amiga y me regala una sonrisa. Me dirijo a la profesora de química. — Es verdad, no hice nada. —me doy vuelta y observo a la chica—. Dile, yo no te hice nada. ¿Por qué mientes? —sus ojos se desvían de los míos y se queda callada.

Vanessa habla en su lugar. —Si lo hiciste. Yo te vi. Y todos aquí también.

—Eso es mentira. Yo no hice nada. Profesora, créame. —le doy una mirada suplicante.

A Killer HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora