8- ¿Te encuentras bien?

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Calor.

Humedad.

Roce.

Dolor.

Decepción.

Enojo.

Todo se mezcla en mi mente y no sé cómo he llegado hasta este punto. Debo detenerme. Deseaba tanto que esto pase pero no quiero que sea así, y no después de que me haya decepcionado de una forma vil. Confié en él. Pero ahora solo quiero irme. Por lo que me separo rápidamente en el instante que sus labios tocan los míos. Empujo su pecho definido, haciendo evidente su ejercicio excesivo. Y antes de que pueda decir algo que haga que salté hacia él como una tonta enamorada, me voy hacia los vestuarios para cambiarme.

Mientras pasan los segundos, pienso que Luca aparecerá atrás mío para disculparse. Pero no noto nada. Mi corazón se rompe en mil pedazos. ¿No va a hacer nada? Al terminar de vestirme, salgo pero no veo a nadie en la piscina ni en el agua. Todo está desolado. Cuando abro la puerta por la que entré junto a él, pensando que sería uno de los mejores días, veo a Sindy y me arriesgo a preguntar por el chico que me ha decepcionado. —¿Has visto a Luca?

—Ouh, tú. ¿Eres...?

—Emily. ¿Lo viste? —digo tratando de no sonar intranquila y cascarrabias.

—Oh, sí. Su novia. Sí, salió por aquí hace rato. ¿Por casualidad no te dio unas llaves?

Al escuchar eso, la tristeza me invade. Se fue y no se atrevió a preguntar si estaba bien o si podíamos hablar. Solo se fue, así sin más. ¿Y con qué descaro les dice a los demás que era su novia? No éramos nada. Ya no más.

—Gracias, ahora veré si lo encuentro. Y disculpa, no me dio nada. —le digo sin mirarla a los ojos para que no veo las lágrimas que están empezando a correr de mis ojos—.

—Ese hijo de..., oh, perdona. ¿Te encuentras bien? —su preocupación en su voz es clara.

—N-no. —digo entre sollozos antes de salir de ahí con prisa—. Y por cierto, no soy su novia. —y me voy corriendo.

Las lágrimas se dispersan en las gotas de la lluvia, y mis brazos acurrucan mi cuerpo intentando calmarme a mí misma. Corro y corro, ignorando a cualquiera que se me cruce en el camino. A lo lejos escucho una voz que me llama por mi nombre. Corro más rápido porque siento como alguien me está siguiendo por detrás. Mis sollozos se han detenido, y ahora lo que siento dentro de mí es miedo. Intento apresurar mis pasos pero puedo sentir que mis pies pierden el control por el evidente barro que se ha formado por la tormenta. Me resbalo pero antes de caerme, unos brazos sujetan mi espalda. Cuando mi vista se aclara, veo su cara. Gerald.

—Emily, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? —me pregunta mientras me ayuda a levantarme.

—Estoy bien. Gracias. —miento, ocultando todo lo que ha pasado hace un rato—. Pensé que eras alguien más.

—¿Segura? Si quieres puedo llevarte hasta tu casa.

—No, no. De verdad. Gracias igual. Nos vemos en la escuela.

Veo como se aleja y se va, dejándome sola. Me siento mal por mentirle pero a la vez no quiero que sepa lo sucedido. Aún me pregunto porque sigo protegiendo a ese imbécil, pero es algo que no puedo evitar. Soy así, esa es mi personalidad.

Camino hasta llegar a mi casa y cuando estoy frente a la puerta, entro con sumo cuidado. Al parecer todos están dormidos. Subo las escaleras sin hacer ruido alguno y me recuesto en mi cama. Mis sollozos hacen eco en la habitación pero se detienen repentinamente cuando veo que hay una nota sobre mi mesita de noche. Seco mis lágrimas con mi brazo y agarro el papelito.

Ten cuidado. No confíes en él.

A Killer HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora