La primera cosa que sintió Megan era un calor delicioso. Después de haber sentido tanto frío, durante tanto tiempo, estaba segura de que había muerto y había llegado al cielo. O quizá al infierno, a juzgar por la temperatura.
Entonces abrió los ojos y decidió que era el cielo, porque el demonio no podía ser tan atractivo como el hombre que estaba inclinado sobre ella.
Después de mirarle fijamente por un momento, se dio cuenta de qué estaba desnuda. En una bañera. Con un magnífico extraño mirándola, completamente imperturbable ante su desnudez. Quizá en vez de babear, debería tener miedo.
—No voy a hacerte daño —dijo el hombre con voz serena, mientras se alejaba de la bañera—. Te encontré en la nieve.
Cruzó los brazos sobre el pecho y unió las piernas, tratando de esconder su cuerpo.
— ¿Dónde estoy? —preguntó, odiando el tono vacilante de su voz.
—En el Pabellón de Caza Tres Hermanos —contestó él. —¿Tienes alguna herida?
Se apretó el pecho y negó con la cabeza.
— ¿Dónde está mi ropa?
—En la secadora. Le dejaré una camisa hasta que se sequen.
A pesar del calor del agua, sintió un escalofrío y sus pezones se endurecieron. El hombre era muy tentador. Tenía pelo café claro y hombros anchos. Era muy atractivo.
Él se levantó, y ella miró sus largas piernas, apretadas por los vaqueros. Casi gimió en alto cuando vio las botas de vaquero. Siempre la atraían los hombres que llevaban botas de vaquero.
Jadeó cuando él la sacó del agua. Antes de que pudiera protestar, la envolvió en una toalla enorme y la sacó del baño. Ahogó su sermón cuando él la puso sobre la enorme cama. Ella juntó las puntas de la toalla y las apretó contra ella.
Él le dio la espalda y desapareció en el armario. Segundos más tarde, regresó con una camisa de franela y un par de pantalones.
—Son muy grandes para ti, pero servirán hasta que se seque tu ropa.
Se las dio, mientras que sus ojos le acariciaban el rostro. Debía tener miedo. Estaba en la casa de un hombre desconocido. Desnuda como el día en el que nació. Y aún así, no se sentía amenazada por él.
Casi se rió de lo ilógico de la situación. La mayoría de los hombres la asustaban. Y con una buena razón. ¿Entonces, porque no estaba gritando? Por qué continuaba allí, mirándolo fijamente, ¿como si quisiera desnudarle? Debería salir por la puerta, corriendo como una loca.
En vez de eso, cogió la camisa que le ofrecía, estremeciéndose locamente cuando sus manos se tocaron. El fuego llenaba sus ojos y ardía su carne, cuando su mirada recorrió su cuerpo.
—Te dejaré vestirte —dijo él. —Cuando acabes, ve al salón a calentarte.
—Gra… gracias —tartamudeó ella.
En cuanto él dejó el cuarto, se levantó, se quitó la toalla y puso la camisa. Le llegaba hasta las rodillas, y se arremangó las mangas hasta tener las manos libres. Se sentó en el borde de la cama, poniéndose los pantalones. Cuando se levantó, le cayeron hasta los tobillos. Los subió otra vez, pero volvieron a caerse, irritándola.
Bien, él me vio con mucho menos. Por lo menos, la camisa era bastante bien. Esperaba que su ropa no tardara en secarse.
Echo un vistazo en el espejo de encima de la cómoda y se estremeció por lo que vio. Su pelo estaba hecho un asco y el tinte era espantoso. No había alcanzado el efecto deseado, lo de alterar su apariencia.
Se arregló la camisa e, indecisa, salió del cuarto. Atravesó el pasillo, echando un vistazo por todas partes. Al final, se paró y miró avergonzada.
La miraban fijamente tres hombres, no uno solo. Tres magníficos hombres. Y allí estaba ella, con nada más que una camisa. Empezó a retroceder, pero el hombre que la bañó, la agarró por el codo.
—No tengas miedo. A propósito, soy Liam —la hizo entrar en la sala, a pesar de su renuencia—. Ésos dos son mis hermanos, Harry y Louis.
Ella les miró, nerviosa e insegura, usando el cuerpo de Liam para protegerse de las miradas.
—No dijo nada sobre hermanos.
—Yo te dije el nombre del rancho —contestó él, risueño.
Encontró su mano y la acarició.
—No te preocupes, cariño. Nadie va a hacerte daño.
Ella se estremeció. No de miedo, si no del sex appeal de aquella voz. ¿Cómo podía sentirse segura con un desconocido? Se lamió los labios.
—Soy Megan —su voz era poco más que un murmullo.
Uno de los hermanos se levantó del sofá y la empujó hacía la chimenea.
—Acércate al fuego, para calentarte —su voz ronca, parecía chocolate derretido.
¡Oh, Señor! Debo estar soñando.
— ¿Cuál de los hermanos eres tú? —preguntó, vacilando por un momento.
—Soy Louis —le sonrió ampliamente. Tiró ligeramente de su mano y ella le dejó acercarla al fuego.
Louis era tan grande como Liam. No eran muy parecidos al aspecto físico. Louis tenia el pelo castaño claro, casi como el color de la miel. Liam tenía ojos chocolatosos claro y Louis, azul, azul como el cielo. Los ojos de Harry eran verdes, oscuros y fríos, era un poco más ligero que sus hermanos y su pelo marrón cobrizo enrulado, un poco largo, le llegaba hasta los hombros. Tenía una mirada salvaje, bárbara, era el tipo de hombre que una mujer quería domar instintivamente. Parecía el más joven, pero Megan no estaba segura. Todos eran atractivos, con edades cercanas, mientras que si no se equivocaba Louis debía ser el mayor.
Louis la hizo sentarse en una butaca, cerca del fuego. Después, estiró las manos al fuego, dejando al calor difundirse por el cuerpo.
Estaba nerviosa. Todos la miraban fijamente. Podía sentirlos. Todos la habrían visto desnuda. ¿Era por eso qué la miraban con tal intensidad?
Liam alimentó el fuego.
— ¿Qué te pasó, Megan? ¿Por qué estabas caída en el foso? Ni siquiera estabas vestida para este tiempo.
Ella tragó, insegura de como contestar. Buscó rápidamente una disculpa admisible.
—Mi coche se estropeó un poco más abajo, en la montaña. Salí a buscar ayuda. Debo de haberme caído. Realmente, no me recuerdo.
La mayor parte era verdad. Lo era todo, pero no quería dar más detallas.
— ¿Estás segura qué estás bien? —habló Harry, por la primera vez. Sus ojos la examinaban, intentando arrancar sus secretos. Era el más tranquilo, más serio, más desconfiado.
—Estoy bien, realmente —miró a Liam. —¿Mis ropas se han secado? Debo irme.
Harry frunció el ceño, Louis se tensó, la expresión de Liam se ensombreció.
—No creo que debes salir con ese tiempo —dijo Liam con firmeza.
Louis asintió.
—No hay razón para irte, puedes quedarte aquí hasta que te sientes mejor. Harry y yo iremos a buscarte el coche y lo remolcaremos hasta aquí, para cuando lo necesitas.
La incertidumbre la hizo hesitar. Lógicamente, debía seguir lo más lejos posible, pero aquí se sentía segura, y estaba cansada de huir.
Se miró las manos e intentó controlarse el temblor. Estaba muy cansada y no conseguía recordar la última vez que había comido.
Liam se arrodilló a su lado y agarró su barbilla con su grande mano.
—No tienes que irte a ninguno lado, cariño. Puedes quedarte aquí mismo. Cuidaremos de ti.
Si ella pensó que no podía excitarse más, se había equivocado. Aunque se lo dijo gentilmente, se sentía la orden. Quería que se quedara.
—Yo... yo no sé —cerró los ojos y se mareó; luchó para abrirlos de nuevo, pero la sala se movía a su alrededor. Y todo se oscureció._____
Chicas aqui el segundo capitulo espero que les guste! y por dios que creen que le paso a Megan?.All the love.M x
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La Mujer de Nuestras Vidas
FanfictionEsta novela no es mía la saque de una pagina de facebook que es mi favorita! bueno y ella la adapto así que los créditos va para isCamiStyles! ojala la disfruten igual que yo lo hice! aqui les dejo el Link: https://www.facebook.com/media/set/?set=a...