Capitulo 10

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Harry agarró a Megan por la muñeca y la empujó detrás de él. Su rostro se oscureció con ira y Liam avanzó, esforzándose para salvar una situación potencialmente peligrosa. Sabía que a Harry no le gustaba Danielle, y si ella amenazaba a Megan, temía lo que su hermano pudiera hacer.
— ¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Y qué es lo quieres? —exigió Liam.
Danielle levantó la ceja, sorprendida por su rabia.
—La pregunta es ¿qué está ella haciendo aquí? —Preguntó Danielle señalando a Megan con la cabeza—. A menos que esté equivocada, tiene una misteriosa semejanza con la mujer desaparecida, del informe que está en mi escritorio.
Maldición, Maldición, Maldición. ¿Por qué tuvo qué aparecer Danielle justamente ahora?
—Su esposo declaró que fue secuestrada —continuó Danielle—. ¿Qué tiene que decir la señora sobre eso?
—No fui secuestrada —dijo Megan.
Harry la mantuvo detrás de él y miró duramente a Danielle.
—Como puedes ver, está perfectamente —dijo Harry, frío—. Estoy seguro de que sus servicios son necesarios en otro lugar. No aquí.
Danielle titubeó.
—Nunca te gusté —agitó la cabeza—. Pero no es ésta la cuestión. La cuestión es que tengo a un esposo preocupado, buscando a su esposa perdida. Ahora si está aquí por propia elección, no es mí problema, pero necesito que venga hasta la comisaría, para dar una declaración. Lejos de cualquier influencia impropia —completó, mirando intencionalmente los tres hermanos.
—Sobre mi cadáver —murmuró Liam.
—No va a ninguna parte, cerca a este bastardo —dijo Louis.
Danielle suspiró y llevó la mano a la cadera, cerca de la pistola.
—Veo que no van a facilitarme esto.
—Iré —dijo Megan, moviéndose para quedar en frente de Harry.
Liam sintió un aprieto en el corazón y el miedo invadió sus ojos.
—No, cariño. No irás.
Lo miró preocupada.
—No os causaré problemas. Iré.
—Maldita sea —dijo Harry—. Danielle te puede tomar aquí la maldita declaración.
—Mira, no sé que demonios está pasando aquí, pero necesito la versión de la Sra. Bardwell. Sin la presencia de tres trogloditas mirando sobre mi hombro. Necesito que venga conmigo. No me fuerces a usar la fuerza, Liam. Sabes que no quiero hacer esto.
—Que demonios es tú problema, Danielle —exclamó Louis, sorprendiendo a Liam por la ira de su voz.
—Estoy haciendo mi trabajo —declaró—. Me mentiste cuando pregunté si la habían visto. Tengo a un hombre muy importante, atosigando a todos en la ciudad, buscando a su esposa perdida. Su nueva esposa, podría añadir. Ahora la encuentro aquí. Me parece muy asustada, así que quiero hablar con ella a solas, porque necesito oír de su propia boca que está pasando.
—No tiene miedo de nosotros —precisó Harry.
—Bien. Entonces, puede venir conmigo y explicármelo

A Megan se lo cortó la respiración, intentando no dejarse llevada por el pánico. No podía dejar que los hermanos tuvieran problemas, solo por estar protegiéndola. Ya era la hora de actuar por sí misma. Liam dijo que su amigo podía manejar su divorcio. Tendría que ir con Danielle y explicarle algo de todo esto. En caso contrario, se liberaría todo un infierno.
Se movió en dirección de la mujer, determinada a no dejarse intimidada. Harry agarró su brazo e intentó traerla de vuelta. Se volvió a él, intentado alejar el miedo de los ojos.
—Tengo que hacer esto —dijo.
—Iremos contigo —afirmó Harry.
Negó con la cabeza.
—No, no pueden. Es algo que tengo que hacer sola.
La incertidumbre brilló en los ojos de Harry, y por un momento, creyó ver miedo. Entonces, su expresión se endureció en una máscara impenetrable.
—Volveré —dijo suavemente.
—No me gusta eso —protestó Louis.
—Su esposo no puede acercarse a ella —murmuró Liam—. ¿Me oíste, Danielle? Conseguirás tú maldita declaración, pero mantén al bastardo alejado de ella. Estoy encargándote de su seguridad.
Megan se sorprendió por la dureza de su voz. Danielle asintió, después señaló la puerta.
—Después de usted, señora.
Megan volvió a mirar los tres hermanos, con una súbita ola de incertidumbre. No quería dejar la seguridad que había encontrado aquí.
Antes de que pudiera seguir a Danielle, Liam dio un paso y la abrazó contra él. Sus labios se encontraron en un beso hambriento, como infundiéndole fuerzas.
Danielle se puso el abrigo y Megan se giró para marcharse. Saliendo, tembló de frío. Se olvidó el abrigo.
Caminó hasta el jeep Cherokee, sus botas pisaban la nieve. Danielle le señaló la silla del pasajero y se dio la vuelta para sentarse en el volante.
Megan se deslizó en el cálido interior, contenta de que Danielle dejó encendido el motor. Miró por la ventana, sintiendo un nudo en la garganta, según aumentaba la distancia de la cabaña.

La Mujer de Nuestras VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora