Capitulo 14

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  Megan se sentía deliciosa mente dolorida y somnolienta cuando abandonó el baño con Louis. Lo amaba. No parecía posible, aunque le dijeron que iba a ocurrir.
Se unieron a los otros en la cocina, donde Liam estaba junto a la estufa. Harry se sentó en la mesa, bebiendo una cerveza.
Se acercó a Liam y lo abrazó, descansando la mejilla en su espalda. Se tensó —¿sorprendido?— por un breve momento antes de volverse para abrazarla.
Le sonrió y besó su cabeza.
—Pareces feliz —dijo él.
Sus mejillas se enrojecieron, y una ridícula sonrisa apareció en su cara.
—Lo estoy.
Le elevó el rostro con los dedos y se inclinó para besarla. Los labios se movieron posesivamente sobre los suyos. Su lengua se deslizó adentro, saboreándola, reclamando su boca.
Se apartó lentamente.
—Toma asiento, la cena estará lista en unos minutos.
Caminó hacia donde estaban sentados Louis y Harry y ocupó la silla que había entre ellos.
Como Liam se movía por la cocina, poniendo los platos y los vasos, decidió abordar el asunto de sus tareas.
—Estaba pensando... —comenzó ella.
Todos se volvieron hacia ella.
—Estaba imaginado lo que podría hacer para ayudar. Quiero decir, si no voy a ser una invitada, porque, me voy a quedar.
Respiró hondo, maldiciendo su inseguridad.
—Megan —dijo Louis, regañándola un poco—. Te queremos aquí. Queremos que te quedes. Esta es tu casa. Supongo que te llevará un tiempo acostumbrarte con las cosas, pero no hay necesidad de evitar algún tema, tampoco hay necesidad de no abrazar tu posición aquí.
Ella sonrió y agachó la cabeza.
—Bueno, me gustaría saber qué podría hacer para ayudarles.
—Siempre hay algo que hacer —dijo Liam encogiendo los hombros—. De momento, dividimos las tareas y responsabilidades. Nos gustaría tener ayuda.
—No sé cocinar —soltó, avergonzada por la confesión. Se sentía tan inadecuada. Su educación no la preparó para hacer mucho.
—Nadie dijo que tenías que cocinar —contestó calmamente Harry.
—Podría aprender —agregó ella rápidamente.
Liam dejo el plato con el filete de pollo encima de la mesa y la miró fijamente.
—Megan, nosotros no queremos una esclava. Estás aquí como nuestra esposa. Nuestra pareja. La madre de nuestros hijos. Nos arreglamos bastante bien. Podemos cocinar muy bien. Si quieres ayudarnos, estoy seguro que encontraremos algo.
Sus mejillas se enrojecieron por la vergüenza.
—Estoy haciendo un caos, ¿verdad?
Liam se sentó y le pasó el plato a Louis.
—Estás tensa —dijo Liam gentilmente—. Solo queremos que seas feliz. Relajada. Ahora, no tienes que hacer nada. Vamos a concentrarnos en librarte del matrimonio con ese bastardo, para que no te pueda reclamar. Lo demás se arreglará con el tiempo.
— ¿Cuándo iremos a Denver? —preguntó, agradecida por el cambio de tema.
—Pasado mañana. Organicé con Riley que se ocupe de los caballos, mientras estemos afuera. Conduciremos, nos registraremos al hotel y veremos a Carl el día siguiente
Asintió con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.
— ¿Tendría tiempo de ir a un salón de belleza, mientras estemos allí? —Mostró los mechones del pelo—. Me gustaría arreglarme el pelo.
—Podemos hacer cualquier cosa que quieras —dijo Liam.
—También necesito pasar por un banco. Quiero abrir una cuenta, así puedo pedir que me mande algún dinero. No confío que Mason no vacíe mis cuentas.
—No necesitas preocuparte por el dinero —dijo Harry—. Somos más que capaces de cuidarte.
—No es su dinero —dijo ella—. No estoy hablando de su dinero. Estoy protegiendo mi dinero.
—Me pareció bastante rico —comentó Harry.
Ella suspiró.
—Lo es. Pero si encontraría un modo de llegar a mi fideicomiso, lo vaciará por rencor.
Liam levantó las cejas.
— ¿Fideicomiso?  

—De mis padres —explicó ella. Se movió incómoda en la silla—. Eran ricos. Murieron cuando era una adolescente, y recibí mi herencia cuando cumplí veintiún años.
—Entiendo, ¿y cuántos años tienes ahora? —preguntó Liam.
—Veinticuatro.
— ¿Y cuándo conociste a Mason?
—A poco tiempo después de que murieron mis padres. Él... bueno, cuidó de mí.
Harry masculló algo inteligible. Louis y Liam cambiaron miradas.
— ¿Qué ocurre? ¿Por qué me estáis mirando así? —exigió ella.
— ¿Sobre cuánto dinero estamos hablando en tú fideicomiso? —preguntó Liam.
Encogió los hombros:
—No lo sé realmente.
— ¿Aproximadamente? —preguntó.
— ¿Cincuenta? ¿Sesenta millones?
— ¡Jesús! —murmuró Louis.
— ¿Qué sabes realmente sobre la situación financiera de Mason? —preguntó Liam, bajito.
Abrió la boca, pero la respuesta no salió. Sintió un zumbido en la cabeza, y se sintió increíblemente estúpida. Sus mejillas ardían y se le formó un nudo en la garganta.
Sin una palabra, se levantó y abandonó la cocina.
—¡Megan!
Oyó a Louis llamarla, pero no se paró. Quería aguantar su humillación a solas.
Se paró en la puerta el tiempo suficiente para coger el abrigo, abrió la puerta y se paró en frente del porche. El aire frío la asaltó, y se puso rápidamente el abrigo.
Caminó hasta la reja y se apoyó, mirando fijamente hacia la luna naciente sobre la nieve. Cerró los ojos y respiró profundamente. Necesitaba el frío para refrescar su rostro caliente.
Estúpida, estúpida, estúpida. Nunca había considerado que Mason tenía un motivo oculto para escogerla. Apareció cuando murieron sus padres y actuó como su protector y confidente. La presionó para casarse con él cuando cumplió los veintiún años. Ahora sabía por qué. Pero ella no se quiso casarse inmediatamente. La única vez en la que el sentido común se mostró en todo este fiasco.
Apoyó sus codos en la reja de balcón y enterró su rostro en las manos. Él solo quería su dinero.
No la dolía saber que él no la había amado, o que se casó con ella por otras razones. Sabía que él no era capaz de amar cuando la pegó, cuando mató a sangre fría otra persona. Pero lo que más la hería, era su total ingenuidad.
Claro que quería su dinero. Ahora, todo cobraba sentido. La preocupación por protegerla, las numerosas preguntas sobre cómo estaba administrando su dinero. Todo bajo la apariencia de asegurarse de que ella estaba segura. Gracias a Dios que no se quedó el tiempo suficiente como para pasar todo a su nombre, como habían planeado.

La Mujer de Nuestras VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora