[🌙.19]

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Había un árbol grande, un árbol que nació de un pequeño fragmento de tierra en medio de la nada. Una "nada" color blanco.
Thomas estaba sentado sobre el pequeño pasto que sobresalía de la tierra, y a su lado, se hallaba la persona que menos esperaría ver, Tord.
Tom volteó ha ver a Tord, aunque no se viera como él debido por el semi borrón que había en su cara, pero entendía que era el noruego.
Ambos se miraron en silencio. Y callaron por un momento.
Tom comenzó a sentir un profundo dolor, un dolor que no tenía ni las palabras para poder expresarlas.

El Tord que estaba viendo frente a él, miró hacia delante y con ello Tom también.
Las palabras eran nulas, hasta que Tom decidió dar el paso.

Sin quitar la vista, sin atreverse ha voltear ha ver a Tord, respiró hondo, y dijo:

¿por qué...por qué te fuiste? — sus palabras tartamudeaban, casi como si decirlo, fuese como si estuviera revelando algo que lo hacía sentir vulnerable. Algo que lo hizo sentir, frágil.

La calma los abrazaba sin necesidad de que el reloj contara las horas, el tiempo; hasta que Tord decidió contestar un "no lo sé".

Esto hizo que Thomas volteara sin pensarlo a su dirección, casi como automáticamente. Viéndolo desconsoladamente y sintiendo una gran necesidad de abrazarlo antes de que decida volver a irse.

Sin embargo, el eco de la respuesta del noruego, recae en su mente.
Un "no sé" que pareciera sentirse marchito. Un "no sé", que se sentía confuso. Un "no sé", que no expresaba arrepentimiento.

Thomas abrió los ojos de golpe. Y lo primero que sus pupilas se encontraron, fue el grisáceo techo de su habitación. Parpadeó un par de veces con la mente en blanco, y logrando escuchar su tranquila respiración. Tomó tiempo para darse cuenta que su cuerpo le indicaba que necesitaba ir al baño.
Solo que, por alguna razón, no pudo evitar no apartar la mirada de aquel techo.

Como si, intentara adivinar, por qué motivo su mente ha estado mencionando a Tord de tantas maneras. Quiero decir, lo ha estado soñando varias veces, y realmente ya no sabe de qué otra forma va a volver.

Irritado se pasa la mano por toda la cara intentando hacer que sus ojos no se vuelvan ha cerrar. Levantándose de poco a poco mientras se removía entre las sábanas azules. Logrando pararse y sentir el helado suelo de la madera con sus pies descalzos.

Caminó hasta pasar por el pasillo que conectaba con el cuarto de los demás, y al fondo el lugar donde necesitaba ir.
Cuando terminó de asearse, con la pijama aún puesta y su cabello medio desarreglado, bajó a la cocina donde había un ruido más notorio que en otras parte del hogar.

Encontrándose ha Edd y a Matt teniendo una charla como siempre amigable.

Edd fue el primero en darse cuenta de que Tom estaba ahí.
—¡Buenos días perezoso! Por casito y voy a despertarte.
Mencionó Edd mientras ponía dos platos planos con comida sobre la mesa. 
Tom con el ceño fruncido, bosteza y con ello se rasca su antebrazo. Cerrando medio sus ojos aún adormilado.
— ¿Qué hora es? — se sienta junto con Matt, quien estaba jugando con las servilletas.
— son las 11:46 de la mañana.
Para Tom le tomó un par de minutos darse cuenta de que No era el único que se encontraba desarreglado.
Edd pudo adivinar lo que pretendía decir.
— si, creo que, también nos quedamos dormidos.

Matt suspiró, dejando las servilletas para acercar el plato hacia él.
— Ha sido una semana muy larga, estoy agotado.
— ¿precisamente de qué?, solo cortas el cabello de las personas. — se queja Tom tras llevar un bocado del desayuno a la boca.

Matt se hace el ofendido.
— Tom, no desvalorices así el esfuerzo de Matt. Sabes que hacemos lo que podemos — Edd se sienta con los demás con un nuevo plato de comida para él.

Los últimos meses, para los chicos, a sido complicado sobrellevar una vida desde cero. Cuando sucedió lo del accidente con su antigua casa, los chicos ya no solo le dejaban a Edd la responsabilidad de conseguir el dinero para mantenerse.  Ahora era que cada uno iba a portar para mantener a flote esta nueva vivienda. Y aunque la antepasada era casa propia de Edd.  Ahora vivían en una renta constante de cada mes. Una renta que era un poco cara para lo que es en si la casa.
Sus trabajos no eran totalmente lo que imaginaban o deseaban dedicarse, pero al fin y al cabo era una forma de poder seguir adelante.
Tom se dedicaba a trabajar en hacer muebles en una carpintería. Edd como mesero y al mismo tiempo tenía sus propias comisiones. Y Matt, como ayudante en una peluquería.

Cada uno de ellos a sobrellevado la mala experiencia de diferentes maneras.
Y cada uno de ellos han mantenido un límite de hablar sobre eso. Demasiado doloroso incluso para pensarlo.

La conversación en grupo continuó hasta que cada uno fue a preparase para continuar con el día a día. Yendo a sus respectivos lugares de trabajo.

El cielo estaba despejado y libre de cualquier nube visible.
Matt caminaba tatareando cualquier sonido sin sentido que se le viniera a la cabeza, estaba contento y se sentía muy animado al punto de intentar hacer una voltereta.

Esperen.
Él intentó hacer la voltereta.

Pero al hacerlo, Matt se tropezó con sus propias agujetas, estampándose contra el cemento de la banqueta, y así, llamando la atención como solo Matt sabe hacer.
Un chico realmente bonito, pero muy torpe durante a su andar.

El pelirrojo aturdido, se levantó del suelo y se reacomodó la sudadera, la cual se había levantado al momento de intentar girar. Quedando hasta algo polvoriento.

Pero Matt no notó la suciedad y continuó su andar hasta llegar al local.

Cuando abrió la puerta de la tienda, la campanilla tintineo, avisando que el pecoso llegó.

— ¡buenos días!
— ahí estás, ¡Tú! Pequeño sapo.
Se le acerca una alta mujer con cabello trenzado a su costado, acompañada de una pañoleta enredada con la trenza.
Llevando así un overol color marrón, y debajo una blusa floreada en tonalidades cálidas.
En sus manos tenía una secadora desenchufada que terminó estampándosela sobre el pecho del pelirrojo. Recibiendo así una punzada tosca sobre la zona.

Con eso, Matt pudo sentir el estado de ánimo de su jefa con solo esa acción.
— Auch, ¡Oiga!

Matt ahora era quien toma entre sus manos la secadora.

— ¡llegas quince minutos tarde! Y la clientela ya está ha punto de llegar. ¿Que ocurrió contigo, HUh?

Yana, así se llamaba la gran mujer que tenía enfrente de si. No llevaba mucho tiempo trabajando con ella. Al principio todo era muy vergonzoso para Matt, ya que Yana solo le dió el trabajo porque pensaba que su cara podría ser una bonita imagen para atraer a la gente.
Quiero decir, Yana era una mujer algo alta y muy musculosa, bueno, ligeramente musculosa. Tenía bonita cara, pero definitivamente ella creía que su aspecto físico ahuyentaba a las personas creyendo que tenía ver con su complexión. Por lo que su lógica fue, que para equilibrar esa situación, tal vez y necesitaba de una cara esbelta y hermosa. Cosa que funcionó.
Así que, desde sus primeros días, la gente se interesó en el local, y el Siempre recibiendo halagos más de los que podría recordar.

— estuviste bobeando otra vez, ¿cierto?
— claro que no.
Yana le miró aburrida y le jaló la sudadera que llevaba puesta para mostrarle la tierra que se había quedado al caerse.

Matt solo se sonrojó un poco y desvió su mirada.

— pero, si todavía aún no son la una en punto. Además, no siempre llegan exactamente a la ho-...

— CALLA, y ayúdame a terminar de preparar el lugar. No me interesa ya lo que tengas que decir.
Yana le da la espalda yendo hacia el mostrador.
Matt hizo una mueca. Matt creía que la actitud de Yana era realmente lo que espantaba a las personas.

— uy si, su majestad — susurra Matt intentando que la mujer no le escuchara pero...

— ¿así que quieres jugar rudo, heh?

Desgraciadamente falló.
Matt brincó de su lugar, mirando hacia donde estaba su jefa tronandose los huesos de sus puños.
Matt tragó en seco.

"Ego ғragмenтado" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora