4. Amor que no ve

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Edificios modernos y sofisticados se mostraban a lo largo de la calle, saltaba a la vista que era de los barrios más lujosos en Tokyo. Gracias a los cielos que Midoriya tenía memoria eidética.

Uraraka le dio indicaciones para estacionar afuera de unos departamentos enormes, se apresuró a salir pensando que iba a vomitar sin darle tiempo al peliverde para abrirle la puerta.

-¿Está bien? -preguntó con auténtica preocupación sujetándole el cabello y colocando una mano en la espalda de la chica.

Ella se tomó su tiempo para respirar ayudando a que se le pasara el mareo.

-Sip ¡Escuchaste eso Midoriya-kun? -Uraraka puso una cara sospechosa aunque Izuku no oía nada extraño- ¡Hip! Jajajaja debe ser porque ¡hip! tengo frío no me había ¡hip! pasado antes.

«Mas bien porque se pasó de tragos. Aún así es adorable» decía para sí mismo mientras la veía reír e hipar tambaleándose.

-¡Diooos, tengo que entrar! Hay que salir ¡hip! más seguido. -sacó de su cartera un billete y se lo pegó al pecho- Nos vemos mañana.

Midoriya vio como pasaba a la puerta y le pedía al portero estacionar su auto. Fue hasta que ella entro al elevador despidiéndose por última vez con la mano que él dio la vuelta y camino como si flotara en las nubes.

-Se preocupa por mí -clamó con felicidad sujetando el billete a la altura de sus ojos. No le interesó lo poco higiénico que era, de cualquier manera beso el billete antes de seguir caminando por la calle sin la intención de buscar un taxi.



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En cuanto las puertas del elevador se cerraron su sonrisa se borro, incluso su hipo desapareció al llegar frente a la puerta de su apartamento. Titubeo al meter la llave al cerrojo.

"Una copa de vino a que no está" abrió más convencida por su apuesta.

Perdió.

El saco de su prometido se encontraba en la percha de la entrada junto a las llaves del auto en la mesilla donde había una fotografía de ambos. Lida estaba esperándola en la sala con los brazos cruzados y ese ceño irritado característico en él.

-¿Cómo te fue en el coctel? -dijo sin levantarse.

-Estuvo bien -respondió permaneciendo de pie y jugando nerviosa con la bolsa en sus manos. Se sentía un poco más sobria pero sus mejillas aún se veían rojas a causa del licor.

-Parece que te divertiste. -la analizó de pies a cabeza ajustando sus lentes.

Ochako se sintió como una niña que es regañada por su padre. Él se levantó, camino lentamente hasta ella quedando tan cerca que la castaña sentía sus exhalaciones sobre el cabello.

Alzó con el dedo índice la mandíbula de la muchacha escudriñando el rostro colorado. Uraraka sentía un cosquilleo recorrerle la espalda abriendo instintivamente los labios y cerrando los ojos esperando a ser besada.

-Estas ebria. -soltó sin más su rostro molesto por el estado de Ochako- ¿Qué es lo que intentas? Dejarnos como ridículos a tus padres, a mí, frente a todos los medios, ¿eso quieres? -se alejó de ella caminando de un lado a otro en la sala.

-¡Aah, quieres hablar de quién deja en ridículo a quién? ¡Excelente! ¿Por qué no empiezo yo? -exclamó alterada siguiéndolo por la habitación- Primero me dejas a merced de la crítica de todos los socios, ¡y para qué? ¡Para irte con esa...!

Mi querido asistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora