7. Art déco

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Manos pequeñas se aferraban fuertemente al cuello de su camisa tirando de él, labios hinchados que no eran los propios al rededor de su boca y una lengua desesperada se abría paso acariciando la de él.

Izuku veía los ojos entrecerrados de su jefa entre mejillas rojas por el alcohol, un tirante cayendo por el terso hombro. Simplemente no podía resistir más.

Paso una mano por el rostro de Uraraka llevándose de paso las lágrimas para colocarla detrás de su melena castaña sin darle oportunidad de separarse, aunque claro, ella no parecía tener la intención de hacerlo.

Ochako se rindió sobre la almohada jalando al peliverde con ella, sin perder mas tiempo abrió los botones de la camisa pasando sus manos sobre los pectorales.

Bajo las tan deseadas caricias, Midoriya tuvo que reprimir un gemido hundiéndose entre el cuello de la chica apretándole una nalga.

El quejido de Ochako lo trajo a la realidad.

¡Que estaba a punto de hacer?

Ella no solo era su jefa, sino que estaba alcoholizada y nada estable emocionalmente.

«¡Mierda, como pudiste dejarte llevar así, Izuku? Soy de lo peor!!»

Se levantó abrochando de nuevo su camisa mientras daba media vuelta para marcharse. Tal vez la mejor opción era permanecer en el pasillo así podría estar para ella sin necesidad de correr el riesgo de...

-Quédate.- apenas como un murmullo, una suplica salió de los labios rosados temblorosos. Uraraka había logrado incorporarse tan siquiera un poco solo para sujetarlo de la parte de atrás de la camisa.- Por favor...No quiero estar sola.

Midoriya sintió como se le contraía el corazón. Ella se veía verdaderamente triste. No podía dejarla en ese estado.

En cuanto se recostó a su lado, la castaña de inmediato se acomodo sobre su pecho. Izuku acariciaba tiernamente la piel de la muchacha; solo transcurrieron 5 minutos antes de escuchar la plácida respiración de Ochako quedándose dormida. Él mismo no tardó en seguirla.




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Cuando aún eran unos niños, siempre les gustó jugar en el taller de telas de la familia Lida. Los rollos enormes de diferentes tipos de telas servían de laberinto para jugar a las escondidillas.

-Mira, Ochako. Siente esta tela.

-Wooooo, es muy suave.

-Algún día, cuando seamos esposos te haré muchos vestidos lindos y cuidaré de ti.

El corazón de la pequeña Ochako saltaba de emoción. Tenya Lida era el niño mas apuesto que ella jamas haya visto, y había sido su mejor amigo desde que tenia memoria. Crecieron juntos.

-P-pero ¿por qué querrías casarte conmigo?

Bajo la mirada sonrojada ante los ojos azulados de Tenya. Para ser un niño de tan solo 7 años sabia como doblegarla.

-Porque, -respondió él con firmeza- así podría sujetar tu mano siempre que quisiera.

Esa fue la primera vez que el de lentes le propuso matrimonio. El momento en que cayó perdidamente enamorada de él.

Mi querido asistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora