Despertar

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III
Despertar


Cuando despertaste, lo primero que viste fue el familiar techo de tu habitación. Al principio, no recordabas lo que había pasado el día anterior, y desconocías cómo habías llegado ahí. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que las memorias volviesen a ti, todas a la vez. Cerraste los ojos, con la respiración agitada. En la comodidad de tu cama, bajo las sábanas, se sentía como un sueño. Te incorporaste lentamente, un tanto mareada. No sabías cuánto tiempo había pasado, pero parecía como si hubieses dormido por años.

Notaste que te habían cambiado de ropa a pijama, y puesto una pequeña venda donde el trozo de hielo te había herido. El dolor que sentiste al mover el brazo hizo que la bruma que nublaba tu cabeza acabara de disiparse por completo, despertándote totalmente.

A través de la puerta cerrada, escuchaste la voz de Lisa, quien hablaba con alguien más. No lograbas distinguir de qué iba la conversación, ni reconociste al hombre que le respondió. Solo sabías que no sonaba como el desconocido que te había salvado aquella noche, pues su tono era muchísimo más animado, no como el del enmascarado, frío y calmado.

Decidiste levantarte.

Te acercaste al pequeño espejo que descansaba sobre el velador, y arreglaste tu apariencia lo mejor posible. Considerando todo lo que había pasado, no te veías tan terrible. Tenías restos de maquillaje en el rostro, que limpiaste con las toallitas húmedas que guardabas en el cajón.

Al abrirlo, te encontraste de frentón con la Visión del día anterior, el pequeño gran detalle que habías obviado a propósito, no queriendo enfrentar la realidad. Nerviosa, tragaste saliva. Esta ya no era solo el cristal verde con el símbolo de Dendro, sino que estaba cuidadosamente incrustada en una aleación de oro característica de las Visiones de Mondstat. Pensando en los acontecimientos pasados, es decir, cómo habías invocado ese elemento y la sensación anterior al hecho, además de la aparición del objeto frente tuyo, concluíste que la significativa pieza de joyería solo podía pertenecerle a una persona: a ti.

Incrédula, acercaste la mano a la Visión, rozando su suave superficie con la yema de los dedos. Sentiste una suerte de electricidad recorrer tu cuerpo. Eso lo confirmaba, la Visión era tuya. Eras poseedora de una Visión. Por alguna razón que no lograbas comprender, la Arconte Dendro te había otorgado la capacidad de manipular su elemento.

Volviste a sentarte en la cama, confundida.  En solo unas semanas, habías pasado de ser una muchacha triste y sola en Sumeru, a una poseedora de una Visión en Mondstat a quien un enmascarado salvó en medio de la noche de un ataque de Magos del Abismo. Entre todas las personas de Teyvat, ¿por qué tú? ¿Qué te hacía merecedora de una Visión? No lograbas entenderlo.

Antes de que pudieses seguir meditando al respecto, y de lograr procesar todo lo ocurrido, alguien abrió la puerta con cuidado. Lisa se asomó a la habitación, y al verte, una sonrisa iluminó su rostro.

—¡T/N! ¡Despertaste! No te imaginas lo preocupados que estábamos por ti—¿Preocupados? ¿En plural?—. Estuviste inconsciente durante dos días completos.
—¿Dos días? —contestaste, incrédula —. Woah.

Ella entró, y detrás, distinguiste la figura de dos personas más. Una de ellas ya la habías visto en una ocasión. Se trataba de Jean, amiga de Lisa, quien dirigía a los famosos Caballeros de Favonius. Lisa trabajaba junto a ella, y las había presentado rápidamente una vez que ambas pasaron cerca de tu trabajo. La otra persona era el dueño de la voz masculina: un hombre alto y de piel morena. Su cabello estaba recogido a un lado, de color azul y flequillo desordenado. Tenía un parche sobre uno de sus ojos, y se paraba con la confianza de quien se sabe atractivo. Su sonrisa, por alguna razón, te recordaba la arrogancia de un gato.
Jean pasó junto a la susodicha acercándose a ti.

—¿Cómo te sientes?—sus ojos reflejaban una sincera preocupación por ti.
—Sorprendida, supongo, y un poco mareada—respondiste, sentándote sobre la cama, intentando recuperar la compostura y mostrarte calmada.
—Después de una experiencia así, cualquiera se sentiría de esa forma—comentó el hombre, con voz risueña—. Al fin y al cabo, no solo te atacaron dos Magos del Abismo, sino que también obtuviste una Visión en el proceso.

Lo miraste, sin saber exactamente qué responder. Lisa, notando tu incomodidad, decidió intervenir.

—¡Ah! No los he presentado. A Jean ya la conoces, pero no a él. Su nombre es Kaeya Alberich, y es uno de los Capitanes más famosos de los Caballeros.
—¡El mismísimo!—Kaeya te hizo una pequeña y grácil reverencia.
Asentiste, a modo de saludo, y te presentaste, casi por pura cortesía, pues estabas segura que Lisa ya le había dicho tu nombre.
—Sé que seguramente quieras descansar y procesar lo ocurrido—interrumpió Jean—, pero me gustaría hacerte unas preguntas respecto a lo que viviste. Si eso te parece bien. Sería de mucha ayuda para los Caballeros.
—Además—añadió Kaeya—, creo que te gustaría una explicación sobre lo acontecido los días que estuviste fuera de juego; y sobre, ya sabes, tu nueva adquisición.

Por la expresión de Lisa, afable y cargada de comprensión, entendiste que eras libre de negarte, alegando cansancio, y nadie te juzgaría por ello. Sin embargo, tu ansiedad te hacía creer que te miraba con lástima, aunque sabías que no era cierto. No querías mostrarte débil, y la idea de verte vulnerable frente a otros no te agradaba.

Sumado a ello, la curiosidad era más fuerte que la falta de energía. Ya tendrías tiempo para reponerte más tarde.

—Está bien—accediste, levantándote—Pero antes, me daré una ducha rápida.

Lisa asintió, y salieron de tu habitación, dejándote sola con tus pensamientos

Enredaderas [ Tú x Diluc / Tú x Kaeya ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora