Entrenamiento

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VIII
Entrenamiento

—Bien—habló el hombre, por primera vez. Su voz era profunda, y seria—, por favor dejen todas sus pertenencias con mis sirvientes y dirijámonos al lugar donde esto se llevará a cabo.

Diluc se dio la vuelta, mirando a los susodichos.

—Antoine, asegura nuestra privacidad. Y Audrey, por favor encárgate de llevar los libros de Lisa a mi estudio.

Ambos hicieron caso. Lisa parecía reticente a dejar ir a los que consideraba sus bebés, pero sabía era necesario que Diluc también leyera lo que había encontrado, en caso de que a ella se le hubiese pasado algo.

Poco después, atravesaban el denso bosque que se encontraba cerca de la mansión, y pronto llegaron a un pequeño claro. El mismo estaba cubierto de verde, con una que otra pequeña flor asomándose entre las briznas de hierba. Era el lugar perfecto para hacer un picnic. Pero los tres estaban allí por una razón completamente diferente.

—Me he asegurado de que nadie ronde cerca de aquí durante el tiempo que ustedes utilicen el lugar—el pelirrojo rompió el hielo—. Siéntanse libre de comenzar cuando estén listas. Yo las observaré desde lejos.

Sin decir mucho más, Diluc caminó hacia un árbol, y se apoyó en él, con un libro en la mano. No pudiste evitar darte cuenta de que se movía con cuidado, como si quisiera evitar que se le cayera algo. Le diste poca importancia. Seguro era, simplemente, cómo el hombre caminaba. Algo de la clase alta de Mondstadt, quizá. Lo que tú desconocías, era que su forma de andar se debía a que Diluc, levemente adolorido, procuraba no rajarse los puntos de la herida que sanaba en su estómago.

Tu atención se desvió hacia Lisa, quien llamaba tu nombre.

—¿Empezamos?

Parecía emocionada. Asentiste, nerviosa, con una pequeña sonrisa.

—Bien, quítate los zapatos. Ya, no me mires así, sé que suena extraño, pero hazme caso. Normalmente, así se entrena a quienes poseen una Visión Dendro. Es necesario que te conectes con tu elemento, y con el ambiente—se llevó la mano a la nuca—. Aunque, en tu caso, no sé si funcione tan así. Supongo que lo averiguaremos en el camino.

—Está bien, Lisa. Haré como dices. Esperemos que esto funcione—suspiraste.

Descalza, sentías la hierba en la planta de los pies. Por alguna razón, el contacto con la planta te llenó de energía y motivación. Sentías un leve cosquilleo que subía por tus piernas, apenas perceptible. Lisa inició su lección.

—Usualmente, aquellos que tienen la Visión Dendro, serían capaces de extraer energía de lo que los rodea, del ambiente, y de ahí hacer que las plantas obedezcan a su voluntad, sujetos a las limitaciones que les presenta lo que los rodea. Ya sea climáticas, o de ubicación. En el caso de Dendro, las ciudades o pueblos son lugares en que no tienden a ser muy efectivos, debido al pavimento y lo que los rodea. No hay mucha energía Dendro presente en esos lugares, ¿sabes?
>> Pero, en tu caso, podría ser diferente. Si de verdad utilizas tu propia energía, y no la disponible en el lugar en el que estés, serías capaz de hazañas comparables a las de los Arcontes.
>> Sin embargo, no nos adelantemos aún. Todo en ti es muy experimental. Podrías salirte de control, por lo que tenemos que aprender lento y seguro, en un ambiente controlado.

"De ahí que el Maestro Diluc esté aquí presente" pensaste. ¿Eras, acaso, un peligro? ¿Tú?

—Dicho eso, comencemos. ¿Sí? ¿Te imaginas qué haremos primero?

—No mucho—contestaste—, lo más básico, supongo. No tengo idea cómo funcionan estas cosas.

Reíste suavemente, y Lisa se unió a ti. Diluc levantó la vista, solo un segundo, mirándote. Sin embargo, volvió los ojos a su libro rápidamente.

—Sí, iniciaremos por lo más básico. Esto es, aprenderemos a identificar la energía Dendro, o la energía que tengas dentro tuyo. Quizá sea un poco difícil al principio, porque jamás lo has hecho ni tenías la capacidad para ello, pero pronto serás capaz de distinguirla.

—¿Algo así como el cosquilleo que siento al tocar el pasto con los pies?—preguntaste.

Lisa abrió los ojos de par en par. Y Diluc, esta vez, dejó a un lado el libro por completo, para centrar su vista carmesí en ti, interesado.

—¿Qué? ¿Hice algo mal?—preguntaste, preocupada.

—No, eh, es que, verás—Lisa titubeó un segundo, pero se logró recomponer rápidamente—. Normalmente, sentir algo así toma semanas. Una semana, como mínimo, si tienes muchísima suerte o eres un genio. A mí me tomo dos.

—... ¿Eh?

Diluc, desde donde estaba sentado, alzó la voz.

— Efectivamente, es un fenómeno extrañísimo—se levantó cuidadosamente, frunciendo el ceño—¿Puedes explicar mejor lo que estás sintiendo? Cierra los ojos, y concéntrate en ello.

Diluc, quien planeaba quedarse al margen de todo el entrenamiento, especialmente ese día, pues no esperaba mucho de ti, se sorprendió a sí mismo interrumpiendo. Lisa lo miró, interesada. El hombre no solía hablar más de lo necesario.

—Uhm, claro—accediste.

Respiraste profundo, y cerraste los ojos. Intentaste encontrar la sensación, pero esta, mientras más la perseguías, más se escurría entre tus dedos. Como si huyera de tu alcance. Apretaste la mandíbula, frustrada. Estaba ahí, ¿por qué no podías alcanzarla?

—No, cariño, no intentes atraparla. Relájate. Deja que venga a ti—Lisa habló, suave y despacio.

Era difícil relajarse con dos personas mirándote mientras tú, descalza, hacías algo así. Sentiste un poco de vergüenza, pero hiciste caso, y te esforzaste por dejar ir a la sensación.

Pasó un minuto, dos. Nada. Y cuando estabas a punto de rendirte, el cosquilleo volvió a ti. Entró por la planta de tus pies, subió por tus piernas, y te llenó el cuerpo, suavemente. Era casi imperceptible, pero ahí estaba, como pidiéndote que te dejaras envolver por ella. Sin embargo, apenas perdiste la concentración, una décima de segundo, y se había esfumado por completo.

Abriste los ojos, y le explicaste a tus acompañantes lo que había pasado, lo mejor que pudiste. Era complejo de poner en palabras.

—Oh—dijo Lisa—, es posible que aprendas mucho antes de lo esperado. Eso es completamente increíble. No sé qué decir, apenas llevamos unos minutos aquí.

Diluc asintió. Al principio, había dudado de la extrañeza de la muchacha que había salvado de los Magos del Abismo, pero ahora, contigo ahí, las cosas eran diferentes. Era como si alguien le hubiese lanzado un balde de agua fría. De pronto, todo era más real. El corazón le latía desbocado. ¿Supondrías un peligro para Mondstadt? ¿Quién rayos era la chiquilla que se encontraba frente a él?

—El que sientas esto tan rápido solo puede significar que eres extremadamente compatible con el elemento—comentó el pelirrojo.

—¿Compatible con Dendro?—preguntaste.

—Así es—confirmó Lisa—.  Supongo que ahora que sabemos que puedes sentir a Dendro naturalmente, hay que pasar a lo siguiente, que vendría ser distinguir y encontrar la energía que llevas dentro. La que utilizaste para vencer a los Magos del Abismo. Toma mis manos.

Lisa las puso en frente tuyo, e hiciste lo que indicaba. Diluc, silenciosamente, volvió a alejarse.

Enredaderas [ Tú x Diluc / Tú x Kaeya ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora