Temor

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XIV

Temor

Te lanzaste encima de la cama, la ansiedad entremezclándose con el cansancio en tu pecho. Apretaste la mandíbula, respirando profundo. Pensabas en los acontecimientos desde tu llegada a Mondstadt; especialmente en los de ese mismo día. Habían decidido, casi en contra de tu voluntad, ir a Sumeru. Entendías lo privilegiada que era la Akademiya de la zona en cuanto a su biblioteca y conocimientos, sobre todo porque Lisa estudió en el lugar, y estabas segura de que ese viaje sería provechoso para reunir información. Sin embargo, no podías evitar sentirte asustada por la idea de volver; de enfrentarte con esos demonios de tu pasado de los que desesperadamente huiste. Regresar a la ciudad jamás estuvo entre tus planes.

Te sentaste, abrazándote a ti misma, recordando todas y cada una de las razones por las que tomaste la decisión de mudarte tan lejos de tu hogar, sin avisarle a nadie. A tu mente acudían imágenes en rápida sucesión, interminables y llenas de cosas que preferías olvidar. Tus padres, tu hermano, tus "amigos". Todos aquellos quienes te dieron la espalda. Y él. Principalmente, él. Lo peor, Lisa ni siquiera estaría allí para apoyarte, recuperándose aún del ataque.

¿Y si te encontrabas con alguno de ellos? ¿Qué harías? No creías que esconderte detrás de Diluc o Kaeya fuera buena idea. Al menos sabías que no estarías sola en ningún momento durante tu estadía en Sumeru, pues era demasiado peligroso para ti, considerando que ya sabían que los Fatui conocían tu apariencia, y que estaban buscándote.

Sin aviso, las lágrimas comenzaron a deslizarse por tus mejillas. Llorabas en silencio, como muchas otras veces hiciste. Por los recuerdos, y por tener que volver. Te levantaste, dejando que tus emociones se desbordaran por tus ojos, y empezaste a empacar.

Un rato después, mientras aún estabas absorta en diversas cavilaciones acerca del viaje y terminabas de guardar tus pertenencias para el mismo, oíste tres golpes en la madera de tu puerta, y la voz de Diluc llamando tu nombre.

—Adelante—alzaste la voz, limpiándote el resto de las lágrimas.

El hombre atravesó la estancia, moviéndose con seguridad. Cuando vio tu rostro, pareció dudar un segundo, pero siguió andando, hasta estar frente a ti. Notó tus ojos enrojecidos, y supo que habías llorado, aunque desconocía la razón. Le dolía, sí, saber que algo te estaba hiriendo, a pesar de no entender por qué le importaba cómo te sintieras. Imaginaba que se trataba del estrés acumulado del último tiempo, sin embargo, su instinto le decía que tu dolor era mucho más profundo; que iba más allá de los últimos hechos. Al final, decidió no preguntar al respecto. No tenía derecho a inmiscuirse en tu vida privada.

—T/n—empezó—, hemos acabado de discutir el plan para el viaje, y creí sería adecuado que te informara lo antes posible.

Asentiste, y te sentaste en la cama. Diluc no se movió, con las manos detrás de la espalda.

—Hay una caravana que irá en dirección a la posada de Wangshu desde el Viñedo, para llevarles vino, pues son nuestros clientes habituales y hace poco solicitaron una reposición. Nos uniremos a ellos, usando como excusa un viaje de negocios para que otros no sospechen—Diluc frunció el ceño—. Los Caballeros de Favonius no quieren que se sepa que saldremos de Mondstadt, ni que hubo ataques a la ciudad.

Estaba claro que algo le molestaba a Diluc de la última frase, y confirmaste que el rumor de su enemistad con los Caballeros era real.

—Una vez en la posada Wangshu, nos separaremos del grupo e iremos hacia Sumeru directamente—terminó.

—¿Quién más irá?—preguntaste, pues suponías que no serían únicamente Diluc y tú en el viaje.

—Kaeya, un caballero más, y dos sirvientes. Kaeya irá con la excusa de explorar el camino debido a la alza de ataques de mercenarios en la zona.

—Entiendo.

Asentiste, mirando hacia abajo. Confirmaste tus sospechas de que Lisa no los acompañaría. No querías ir, de verdad que no. Sola no. Apretaste las manos en un puño, intentando no llorar.

Diluc, quien te observaba con atención, no pudo evitar darse cuenta de tu expresión. Y, sin poder detenerse, se sentó a tu lado suavemente, en silencio. Era su manera de reconfortarte, y, de algún modo, ese simple gesto bastó para que no fueras capaz de aguantar las lágrimas un segundo más. Giraste la cabeza, para que no te viera directamente, y las dejaste fluir.

Diluc no te juzgó. Esperó sentado, sin decir nada, hasta que lograste calmarte por completo. Una vez tu respiración se regularizó, alzó la voz.

—¿Estás bien?—preguntó, con un tono mucho más suave que el que usaba normalmente.

—Sí—contestaste, casi susurrando—. Lo siento.

—No te preocupes, entiendo que estos últimos días han sido abrumadores para ti.

—No, no es eso—negaste con la cabeza, sin darte cuenta de que estabas revelando tus verdaderas razones—. Solo no quiero ir a Sumeru. Ya se me pasará.

Él alzó una ceja.

—¿No quieres volver allá?

—No, la verdad es que no—confesaste, sin estar segura de qué te impulsaba a confiar en ese hombre—. Preferiría ir a cualquier otro lugar.

—¿Por qué?—dijo él con curiosidad.—No es necesario que me lo cuentes, pero si hay algún peligro que debamos tener en cuenta, preferiría saberlo.

Te lo pensaste unos minutos, considerando si era realmente necesario abrirte frente a él. Al final, decidiste que era lo mejor. Si te encontrabas con un miembro de tu familia, o con aquel a quien temías, eso podía implicar algún problema tanto para ti como para tus compañeros de viaje. Así que abriste la boca y empezaste a hablar, rogando que su reacción no fuera igual que la del resto de tus antiguas amistades allá en Sumeru.

—Me fui durante la noche, sin avisarle a nadie.

—¿Huiste de casa?—Diluc frunció el ceño.

—Sí, algo así. Dejé una nota, y no me ha buscado nadie, así que supongo que no importa mucho que lo haya hecho—suspiraste—. Lisa me ayudó.

El pelirrojo no esperaba que Lisa formara parte de algo así a la ligera, así que supuso que tus motivos seguramente debían de ser de peso para empujarte a escapar bajo su protección. Te miró fijamente, instándote a continuar. Sus ojos carmín se clavaron en los tuyos, y, en vez de su característica frialdad, adivinaste cierta amabilidad detrás de su brillo rojizo.

—Verás—proseguiste—, en Sumeru, formé parte de una relación amorosa con un hombre terrible. Un hombre del que, para sobrevivir, tuve que escapar.

Respiraste profundo, y comenzaste con tu historia.

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NOTAS:

Primero, agradecer a todos mis nuevos lectores que se han unido este último tiempo al club, ¡espero que disfruten del fic!

Segundo, ¿se han fijado cómo en ao3 los autores de repente pasan por tremendas tragedias y siguen publicando? Bueno, ahora me siento identificada con ellos. Resulta que me han pasado mil cosas, entre ellas, que se incendió la parcela (terreno) de mi abuelo, y que me robaron el teléfono en el que llevaba TRES capítulos de Enredaderas escritos junto a la trama casi completa y tuve que hacer todo completo, jaja. En fin.

Por último, quería contarles que empecé a publicar dos cositas nuevas, ambas ya disponibles en mi perfil:

* Una historia original de fantasía (BL/gay) sobre dos personajes que pertenecen a una amiga y a mí, titulada Cenizas Doradas, que es de mis historias más amadas. Esta incluirá ilustraciones originales de vez en cuando.

* Un compilado de one-shots a pedido de Genshin Impact. O sea, ustedes me dicen qué les gustaría que escriba (con cualquier personaje canon x lector femenino, masculino o no binario), y yo les hago alguna historia corta.

¡Para que les echen un ojo, si pueden! Sobre todo a Cenizas Doradas, que es la primera vez que escribo algo original que no sea un cuento corto, así que me encantaría saber sus opiniones.

Que tengan una bonita semana, y nos vemos mañana con otro capítulo más de Enredaderas, que ya está en borradores y no quería publicarlos seguidos.

Besitos.

- Sona

PD: Sí, tenemos nueva portada :)

Enredaderas [ Tú x Diluc / Tú x Kaeya ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora