Revelaciones

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XIII
Revelaciones

Vaya excusa que le inventaste a Audrey la noche anterior sobre la marca que había aparecido en la parte superior de tu espalda, justo debajo del cuello. "Es que, como soy de Sumeru, adoro el elemento Dendro, la Arconte y todo lo que significa", le dijiste. No tenías idea de cómo se lo creyó, pero lo importante es que lo dejó pasar. Tan solo esperabas que no se lo contara al resto del personal del lugar, como te había prometido.

Te preguntaste cuándo es que el símbolo se dibujó sobre tu espalda, sin que te dieses cuenta.

Suspiraste, sentada sobre la cama, con la mirada puesta sobre los rayos de sol que atravesaban los espacios entre las cortinas. Jugueteabas con tu Visión, pasándola de una mano a otra, insegura de si bajar al comedor por ti misma, o esperar que alguien te llamase a desayunar. Ya habías ido al baño, pero, intimidada, volviste a tu habitación. No te sentías lo suficientemente cómoda como para tomarte libertades aún. Decidiste que podías quedarte un rato más ahí, con la esperanza de que Audrey tocara la puerta.

Después de unos minutos, sentiste tres golpes sobre la madera. Sin embargo, la voz que llegó a ti era una que no reconocías del todo.

—Señorita, soy Adelinde—recordaste que ese era el nombre de la Criada jefe del viñedo—. La están esperando en el despacho del Maestro Diluc.

¿Eh? ¿Quiénes llamaban por ti? ¿Sería Lisa, con la idea de empezar tu entrenamiento más temprano? ¿Jean, quizá? No había duda de que Diluc se encontraría en el lugar, sin embargo, Adelinde habló en plural. Además, el que hubiesen mandado a la Criada jefe, ni más ni menos, en tu búsqueda te daba mala espina.

Apretaste la mandíbula, preocupada. Te colgaste la Visión al cuello, por debajo de la ropa, y, sin contestar, giraste el picaporte. Saludaste a la sirvienta con una sonrisa. Tus sospechas incrementaron al esta no devolvértela. Su expresión reflejaba preocupación, y seriedad. Querías preguntar, pero decidiste ser paciente.

. . .

La oficina estaba abierta, y desde dentro, proveniente de las ventanas, soplaba un viento helado. Escuchaste el canto de los pájaros y las hojas de los árboles moverse afuera. Usualmente, esos sonidos te relajarían. Sin embargo, en este caso, con esa suerte de música natural, competía un sobrecogedor silencio. La envolvía, ahogándola; transformándola casi en una premonición de algo fatídico.

Tragaste saliva, y entraste a la estancia.

Diluc y Kaeya esperaban por ti, ambos de pie sobre la alfombra; uno tras el escritorio, y el otro junto a él. El segundo no sonrió al verte, como en otra ocasión lo haría. La expresión de Diluc era indescifrable, algo no poco común en él.

—Buenos días, t/n—te saludó el pelirrojo—. Lamento llamarte aquí antes de que pudieses desayunar.
—¿Qué ocurre?—no pudiste evitar preguntar. Querías que fueran directo al grano.
—Un grupo de personas atacó la casa de Lisa anoche—te contestó Kaeya, bajito, y el estómago te cayó a los pies—. Está inconsciente aún, pero viva.
—¿Qué? ¿Quiénes? ¿Por q...?—antes de que acabaras, entendiste la razón—. Oh. Oh, no.

"Me estaban buscando" comprendiste. "Hirieron a Lisa, gracias a mí". Te quedaste en la misma posición por un minuto que se sintió eterno, completamente quieta. Un millón de emociones se apoderaron de ti, con la culpa y desesperación liderando lo que parecía un tornado dentro de tu pecho. Te clavaste las uñas en las palmas con fuerza, intentando calmarte, sin éxito. Miraste al suelo, incapaz de hacer contacto visual con los hombres que se encontraban frente a ti.

Kaeya, notando cómo empezabas a hacerte daño, se acercó. No soportaba la idea de que sufrieras, y deseaba, desde lo más profundo, haberte mantenido en la ignorancia respecto a todo lo ocurrido. Lenta y suavemente, tomó una de tus manos en las suyas, cálidas y ásperas gracias a su uso de la espada. Sin hacer fuerza, separó tus dedos, evitando que te hirieras. Cuando terminó, mantuvo el contacto. Tú le dejaste hacer. Ese gesto, tan simple y amable, te ayudó a volver a respirar con normalidad.

Enredaderas [ Tú x Diluc / Tú x Kaeya ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora