Mi esposo... Su nombre, Leonardo Camille. Pero le decía simplemente Leo. Solo éramos casados por el civil. Ni siquiera habíamos hablado de matrimonio por la iglesia, sí, era una contradicción de mi parte, teniendo en cuenta cuánto creía en Dios y sus enseñanzas. Y sí, era la contradicción echa persona en muchos aspectos de mi vida.
Lo conocí en la universidad, era un hombre muy atractivo, me superaba en estatura por dos cabezas fácilmente, rubio como el sol, con unos profundos ojos azules grisáceos... La verdad, tenía un color de ojos muy especial y parecía que cambiaban con el clima; de tez clara, sus facciones eran bien definidas y tenía labios finos. Tenía un cuerpo muy bien trabajado, no en exceso, pero si lo suficiente como para querer tocarlo. Era un hombre amable, cariñoso y atento, me fue muy fácil enamorarme de él, no me puso trabas ni condiciones, simplemente me permitió amarlo y soltar todo lo que tenía adentro. Con él me sentía libre de expresar mis sentimientos sin él temor de no ser correspondida e incluso poder llegar a ser dejada en ridículo por ellos. Aunque esa parte dulce y tierna duró hasta que firmé los papeles de matrimonio, no digo que fuera un mal hombre, golpeador o algo por el estilo, pero si se había transformado en un hombre frío y distante, sabía que ya no sentía lo mismo por mí y para ser sincera yo tampoco sentía lo mimo por él desde hacía algún tiempo, no significaba que no le tuviera cariño... simplemente ya no era lo mismo.
En cuanto a la relación que tenía con Dan, nunca fue cercana, como me imaginaba debía ser la de un padre y un hijo. La verdad era que él nunca lo vio como su hijo y Daniel tampoco lo vio nunca como un padre, no se llevaban mal, simplemente no tenían una relación, pensé que con el tiempo las cosas cambiarían... Pero no, nunca quisieron darse una oportunidad y desde que las cosas entre nosotros cambiaron, la verdad es que lo agradezco, sabía que si algún día decidía divorciarme no causaría mayor impacto en mi hijo. No teníamos hijos en común y tampoco queríamos tenerlos, él no era un hombre paternal en ningún sentido.
—Hola amor— contesté, miré el vino, llevó el que no me gustaba. Disimulé —Gracias por el vino.— Tomé la botella y la fui a dejar a la cocina. Parecía que nunca le había importado de verdad que me gustaba y que no, aunque debía agradecer el gesto, pensé que llegaría con vodka, como siempre hacía y sabía que lo toleraba menos que la cerveza o esperaba que lo supiera, pero eso era lo que a él le gustaba beber...
Llegó Jake a mi lado y sacó una cerveza. —¿Tu esposo bebe?
Electricidad. Mariposas. Creo que vomitaré. ¡Responde!
—Si, gracias.
—¿Ahora te gustan más amargos?— lo miré alzando una ceja. —El vino— lo apuntó.
—Ah, ah no, es solo que él siempre se confunde— sonreí incomoda. —La verdad es que es primera vez que trae vino, él es más de vodka.
—Uy... Eso te vuelve loca— rio —recuerdo la vez que bebiste, no recordabas ni tu nombre y...— paró en seguida y miró hacia un costado, sí, el vodka sacaba lo peor de mí y aun recuerdaba aquella vez...
Estábamos bebiendo en una plaza que quedaba cerca del colegio, estábamos todos, el grupo completo y de apoco se empezaron a ir, quedamos Jake y yo solos, compartimos como dos amigos más, yo había bebido poco y no había querido tocar el vodka, sabía que me desinhibía demasiado. Aun así, lo probé una vez que estuvimos solos, solo con él tenía la confianza de beber algo que sabía me sacaría de mis cinco sentidos con rapidez, era de esos con sabores y eso era lo que me había llamado la atención. Le advertí que me volvía aún más loca de lo que solía ser, él sólo rio.
—Si lo quieres probar, hazlo, yo te cuidaré.
Asentí y le agradecí.

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Inolvidable
Romans¿Cómo sabes si estas enamorada? ¿Cómo sabes si la otra persona te corresponde? ¿Cómo darse cuenta a tiempo cuando una persona será inolvidable? El reecuentro con un antiguo amigo pondrá mi mundo de cabeza y me enseñará a valorar lo que realmente im...