XI

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Al llegar a nuestro hogar, estaba cansada, quería tomar un largo baño de tina y beber una copa vino.

Así lo hice, aproveché que Dan se tenia que bañar y alistar para empezar el último semestre de clases. Tenia por lo menos dos horas completas para mi. Si algo no tenía mi hijo, era agilidad para hacer sus deberes, siempre se demoraba una eternidad en terminar las cosas que debía hacer. A veces (la mayor parte del tiempo) desencadenaba discusiones entre nosotros, no saldría nunca a tiempo si dependiera de él. Siempre me digo “nada es perfecto” es un niño amable, cariñoso, atento e inteligente, pero porfiado como solo él puede serlo.

Estaba sumida en mis pensamientos cuando escuché la puerta del dormitorio.

—¿Necesitas algo cariño?— pregunté.

Nadie me contestó.

—Dan, escuché la puerta, dime si necesitas algo.

Nada.

Se abrió la puerta del baño, abrí los ojos, no era Dan en la puerta, era Leo y parecía que había estado bebiendo.

—Oh, eres tu. ¿No se suponia que estarías una semana de viaje?— dije volviendo a acomodar la cabeza sobre la tina. —¿Te fue mal?

—Si, me fue mal. Ven.— dijo mientras me levantaba bruscamente de la tina.

—¿Leo que te pasa? ¡Suéltame!— le exigí.

No lo hizo, me arrastró hasta la habitación y me lanzó sin cuidado a la cama. Caminó hacia mi y se comenzó a desvestir torpemente.

—Siempre estas buscándome como una perra en celo. Ahora tendrás lo que tanto deseas amor.— la última palabra la dijo en un claro tono irónico, no entendía que le pasaba, él jamás se había comportado así.

Se subió sobre mi cuerpo, intentó besarme y pude sentir el fuerte olor a alcohol en su aliento.

—¿Estas ebrio?— pregunté atónita. Él nunca se había emborrachado.

—Eso no te interesa. Abre las piernas.

Intenté sentarme en la cama, pero él me lo impidió, con una rodilla trató de hacerse paso a mi entre pierna a la fuerza.

—¡Para Leo! ¡No quiero!

—¡¿Que no quieres?! ¡¿Como que no quieres?! ¡Siempre estas ofreciéndote como una vulgar puta! ¡¿y ahora no quieres?!

Estaba congelada, quien era ese tipo y que había hecho con mi marido.

—¡ABRE LAS PIRNAS MALDITA ZORRA DE MIERDA!

Bajó hasta mis piernas para intentar abrirlas con sus manos. En ese momento aproveché y le di un rodillazo en la cara con toda mi fuerza.

—¡NI SE TE OCURRA TOCARME, IMBECIL!

Se alejó de mi y tomó su cara con ambas manos. La sangre comenzó a salir sin parar.

—¡Me rompiste la nariz!

—¡Y te puedo romper mucho más si vuelves a intentar tocarme! ¿Entendiste?

Cuando escuché que se abrió la puerta me giré rápidamente, seguía desnuda y la imagen que ofrecíamos no era la mejor, mucho menos para un niño. Pero no era él quien estaba en el marco de la puerta, era Carmen, al vernos quedó en shock por un momento, luego reaccionó, fue al baño, salió con el botiquín de primeros auxilios en una mano y con mi bata de baño en la otra, me la pasó y se dirigió a Leo con el botiquín. Me puse inmediatamente la bata.

—Deberías dejarlo así— le dije mientras me ponía la bata —a ver si se desangra ese bastardo. Pero sácalo de la casa, no quiero un cadáver en MI propiedad.— remarqué claramente la palabra “mi” sabía que eso lo enfurecía y sabía que con eso agacharía la cabeza. La casa es mía, la compré con mi trabajo y esfuerzo y si tengo que recordárselo para que se comporte como debe, lo haré sin dudar. —Mejor ve a ver a Dan a ver si esta bien o si escucho algo.

InolvidableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora