XVI. MENTIRAS

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─ ¿Jennie?

Sus manos corrían desesperadas por los brazos desnudos de Rosé, mientras la dimensión húmeda de sus labios rozaban su suave piel.

Recorrió su cuello con la lengua.

Rozó sus clavículas con las palmas.

Abrió sus piernas con las suyas.

Avanzaba hacia donde podía, tratando de acorralarla contra alguna oportuna pared que se cruce por su camino. Trataba de crear más presión. Más fricción. Más fusión de aliento.

Se besaron.

Sus manos empezaron a temblar un poco sobre el volante.

Sus cuevas mojadas se fusionaban como si el tiempo se corriera de sus manos, amenazándolas con llevarlas hacia un punto muerto. Blanco. Vacío, quizás. La desesperación una vez más se apoderaba de sus cabezas, hasta que la espalda de la genio rebotó suavemente contra una pared.

Escucharon un ladrido de Kuma.

Jennie, sin detenerse, de pronto llevó la cabeza hacia otro lado, recordando lo que había pasado en la noche y hasta hace unos minutos atrás. No sabía quién era Sooya, ni por qué le dijo Chaeyoung a Rosé. No sabía cómo habían llegado ahí, ni por qué el vaso de agua que le había dado la chica que tenía delante y que paseaba sus manos frías por su abdomen, le supo a alcohol.

Su cabeza daba mil vueltas por hora.

El piso estaba perdiendo estabilidad. Y ella con él.

Sentía cómo las palmas frías de la genio empezaban a cubrir la piel por debajo de sus senos, aún escondidos bajo el sujetador negro. Sentía cierta presión en la cima de ambas elevaciones.

No supo cómo terminaron sobre la cama.

No supo cuándo le quitó el vestido a la otra mujer.

Ni cuándo esta mujer la volvió loca.

Su blusa voló por los aires, escapando junto a su razón.

Perdió el pantalón junto con la poca cordura que le quedaba.

Se detuvo.

Su corazón latió con fuerza, como si un error arrítmico le hubiese golpeado el pecho. Miró a Rosé debajo de ella.

Era bella.

Bajó despacio, juntando sus pieles ahora solo cubiertas por ropa interior.

Roseanne estaba fría. Siempre tuvo la piel fría, aunque solo se dio cuenta desde que descubriera que su temperatura corporal era inexistente. Era un volcán intentando derretir un glaciar lentamente.

─ ¿Sabes qué está pasando? ─Rosé solo la miró sonriendo asustada─. Tranquila. ─Jennie besó su frente, moviendo sin querer la pierna hacia el vértice del que nacían las piernas de la genio. Sintió la tibia humedad sobre su rodilla y sintió que una masa semilíquida, como lava, bajaba por su vientre.

Respiró.

Y se recostó al lado de la genio de cabellos dorados.

─ ¿Pasa algo?

Jennie negó sonriendo con calma.

─ ¿N-no te gusta? ─La morena, semidesnuda, abrazó de lado el cuerpo de su genio, hundiendo la nariz en su cuello, tratando de encontrar el equilibrio sobre el suelo y en su mente.

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