XIII. UN MINUTO

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A veces un beso nos quema en la cavidad más honda y nos paraliza para sentir cómo nuestros latidos se apropian del protagonismo. Pero existen también esos momentos en los que un beso lastima y nos lleva hasta el fondo de las más profundas depresiones. Es ese momento en el que se revela qué es lo que piensa en verdad la cabeza y lo que siente realmente el corazón. 

Un minuto. 

─ Hola...

Ella estaba ahí, parada frente a la puerta abierta y su cerebro no decodificaba aun lo que sus ojos estaban percibiendo. Hasta hace cinco segundos todo estaba en orden. 

Todo.

Kuma estaba revolcándose en las sábanas de la cama y Rosé reía emocionada por las cosquillas que la morena había estado haciéndole por no querer obedecerla. 

Diez segundos. 

Y desearía correr a la habitación y desear retroceder el tiempo para nunca abrir la puerta y volver a ver ese rostro nuevamente, pero ahí estaba y tenía que enfrentarlo.

Quince segundos.

Lucía igual, pero las ojeras se hacían visibles bajo sus ojos y la barba comenzaba a crecerle.

Veintitrés segundos.

Su cuerpo petrificado había decidido rechazar cualquier orden cerebral. Aunque a esas alturas no sabía qué orden podría haber estado dándole. Quizás la de no moverse y desear ser transparente, camuflarse en el ambiente y que se vaya sin mayor problema.

─ ...Jennie. ─susurró avanzando.

La estrategia de invisibilidad no funcionó, definitivamente.

Abortar la misión.

─ ¿Q-Qué haces-? ─Y no pudo terminar la pregunta porque simplemente sus labios estaban aprisionados.

Treinta y dos segundos.

Recién reaccionó cuando sus pupilas se achicaron a la mínima expresión, porque estaba besándola y no era exactamente lo que esperaba después de casi un año sin verse.

Sin pensarlo, se aventuró, abrió los labios y dejó que la emoción la embargue.

Cuarenta y un segundos.

Estaba lista, ésta era quizás la oportunidad para poner en una balanza sus sentimientos y darse cuenta finalmente qué pasaba en su cabeza después de todo.

Estaba preparada. Esperando. El chispazo. El hoyo. Los colores. La sonrisa.

Pero nada pasó.

Nada.

Fue entonces cuando Rosé decidió salir al no escuchar ningún tipo de ruido en el recibidor.

─ Je-

No supo por qué, pero su cuerpo estaba inmovilizado creando un nudo grueso de niño explorador en su garganta, listo para ahorcarla lentamente.

Listo para impedir el paso del aire a sus pulmones.

Listo para empujar las lágrimas hacia sus ojos.

Listo para obligarla a salir corriendo antes de que su cuerpo sin vida se desplome sobre el suelo.

Cincuenta y ocho segundos.

Jennie estaba allí, parada, besando a alguien.

Y ella estaba inmóvil.

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