XVIII. ECOS DE RECUERDOS

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Nuestros fantasmas aún están encerrados aquí, en casa, intercambiando palabras acompañados de esencia de café y lágrimas, esperando que todo se repita para volver a comenzar.

Nuestros fantasmas aún están encerrados aquí, en mi cabeza.

En ese momento definitivamente su cerebro no podía reaccionar.

Sus ojos no solo se sentían más pesados, sino que el sueño la había vencido por completo. Era la quinta vez que intentaba despertar y, a diferencia de las veces anteriores, esta vez logró hacerlo. Se tomó la cabeza con una mano. El dolor era fuerte y no soportaba la incomodidad en el cuerpo. Estaba durmiendo en el sofá de la sala.

No recordaba cómo había llegado ahí.

Escuchó las voces de sus abuelos conversando con alguien más. La abuela parecía llorar. Se paró de golpe para asistirla, pero poco a poco los recuerdos regresaron y la detuvieron en ese mismo lugar, donde cayó sentada tratando de descubrir si todo lo que tenía en la cabeza era real o consecuencia del sueño profundo del que había sido víctima.

─ Tranquila. ─respondió una voz desconocida desde el marco de la puerta─. Aún está un poco nerviosa.

Escuchó los pasos de sus abuelos acercándose.

El mismo hombre de cabellos grises, rostro cansado, ropa limpia.

Silencio incómodo.

─ Yerim. ─dijo la abuela sonriendo─. ¿Estás bien?

El abuelo se sentó a su lado. ─ Pensamos que dormirías hasta mañana. ─Sonrió.

─ Estoy bien. ─dijo ella nerviosa por la mirada del, hasta hace unas horas, desconocido, sobre ella. Miró al abuelo de reojo y luego sintió cómo la abuela codeó al hombre que dio un paso adelante.

─ Di algo. ─susurró la abuela.

─ Espera. ─susurró y aclaró su garganta─. Ho-Hola. Uhm. Yeri.

Su voz sonaba madura y fuerte. Cálida. Le provocaba nostalgia.

Decidió no responder y volteó hacia su abuelo con interrogantes en la mirada. ─ Quizás debamos dejarlos solos. ─sugirió el abuelo.

─ NO. ─dijo ella bajando la mirada. Sintió miedo.

La abuela reprochó. ─ Yerm.

─ Está bien. ─Comprendió el hombre a mitad de la sala.

─ Sé que no es fácil, pero es tu padre Yerim. ─La voz del abuelo parecía repetir las palabras de su conciencia, acomodadas en el fondo de su cerebro─. Debes escucharlo.

Ella levantó la mirada llena de lágrimas, temiendo lo peor y eso se había vuelto realidad: Yeri odiaba los momentos en los que tenía que exponer sus emociones de tal forma, estos eran los únicos momentos en los que perdía el control sobre sí misma.

Ah. Esto significaría semanas de rehabilitación emocional.

─ ¿Quieres hablar? ─Sonrió Donghae.

La tímida chica se quedó muda y sintió su cuerpo temblando.

Un carraspeo de garganta.

Silencio incómodo, otra vez.

─ Bien. ─Interrumpió la abuela sonriendo con los ojos hinchados─. ¿Quién quiere un poco de té?

~🌻~

Sus ojos parecían estar jugándole una mala pasada.

La ventana seguía húmeda, por dentro y fuera.

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