VIII. EL BESO

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Si el príncipe azul nunca llega, ¿por qué no esperar a una princesa...?

Jennie regresó con una sonrisa en el rostro y una caja con dos vasos de café. Empujó la puerta de la librería e hizo sonar la campana al abrirla.

De pronto encontró un bar que parecía pertenecer a otra época.

Todos voltearon a mirarla con un vaso de cerveza en la mano y prendas campestres. Repasó todas las caras

─ Oh. Ohm ... Disculpen. ─Salió a la calle confundida porque ese no era el mismo lugar al que había llegado hace un par de horas. Sin embargo, estaba ubicado en el mismo espacio al que había llegado ese mismo tiempo atrás y... El asfalto estaba totalmente cubierto de tierra... ¿O es que se había convertido en tierra?

La acera de cemento era un camino empedrado.

Las personas iban en diferentes direcciones vestidas con trajes medievales.

Los carros eran caballos.

Las casas eran chozas a dos aguas.

El horizonte se veía muy verde.

Pero la librería era el bar.

Y donde solía estar el río que cruzaba la ciudad, había un castillo enorme. Repasó su cuerpo: Converse en sus pies, jeans azules, un suéter con un largo abrigo marrón, lentes oscuros y un café en cada mano. Todo había cambiado, menos ella.

Caminó confundida.

Paso tras paso, varios minutos...

Diez minutos. Once minutos.

En dirección a casa.

Trece minutos.

Calma. Calma, Jennie. Paciencia y mucha calma.

─ ¿Rosé? ─Llamó susurrando mientras seguía caminando─. ¡Rosé! ¡Rosé! ¡RO-SE-ANNE! ─murmuraba.

Hasta que no aguantó más.

Nayeon buscaba por la calle y escuchó un ruido retumbando en su cerebro.

─ ¡RO! ¡SE! ¡ANNE! ─El grito se estiró por toda la ciudad haciendo eco en los lugares vacíos.

─ ¡Nini! ─susurró feliz reconociendo la voz. Corrió hacia donde recordaba estaba el parque esperando que ella aún esté en el punto desde donde provenía el sonido.

─ ¡VOY A MATARTE! ¡¿ME OÍSTE ?!

La voz seguía retumbando en su cerebro, pero la chica castaña siguió corriendo. Dobló en la esquina y tomó un atajo. No podía estar demasiado lejos después de todo ya venía buscándola por varios minutos.

─ iJennie! ─dijo mientras seguía corriendo entre la gente que estaba algo asustada del actuar de la forastera.

Jennie volteó.

Esa definitivamente no es Rosé.

Se detuvo y trató de seguir la dirección del sonido, pero el ambiente campestre hacía que se pierda un poco a la distancia.

Dio dos pasos de espaldas y alguien se topó con ella botando los vasos de café al piso mojándole el suéter y el abrigo.

─ Ah, caliente. Caliente.

─ Lo siento. ─El hombre siguió de frente a paso ligero, asustado después de ver dos resinas oscuras delante de sus ojos y sus prendas extrañas.

─ Rayos...─Jennie agachó la cabeza y empezó a sacudir los brazos, tratando de secar sus manos en sus jeans y retirando el exceso de líquido sobre ella.

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