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-Vamos, sin miedo.

-A, ah...

El día esperado por la familia Madrigal había llegado y todos estaban disfrutando de la fiesta, parejas bailaban animadamente y algunos simplemente observaban o comían.

Desde ya hacía un rato que quería acercarse al argentino e invitarlo a bailar, pero sus nervios le ganaban a su valor. Lo veía agarrando unas deliciosas arepas que su tía había hecho, escogiendo una bebida para combinar.

Llevaba unas prendas oscuras. Pantalones algo ceñidos al cuerpo de azul oscuro, una camiseta sin mangas color negro, mostrando sus levemente tonificados músculos. Un poncho negro con adornos dorados con forma de llama de fuego y zapatos cerrados. Algunos anillos en sus dedos y pulseras en sus muñecas.

Se veía muy atractivo, como todos los días.

Su cabello rubio peinado hacia atrás, dándole un aspecto casi rudo pero atrayente. Su mirada centrada en algún punto de la casa, con su ceño algo fruncido, jugando con un encendedor y pasando su lengua por sus labios.

«¿Somos del mismo planeta siquiera?, ¿por qué es tan hermosamente perfecto?»

-Oh, Camilito -saludó Rosa, madre de ____. -¿no estás con ____?, ¿por qué no vas y platican un poco?

-Sí, sólo quería conseguir unas arepas antes...

-Mhm, ¿quieres que lo llame? -sonrió. El Madrigal se apresuró a negarse, pero la mujer ya estaba llamando al chico.

El argentino se acercó, con un plato de arepas y un vaso de jugo, disfrutando de la deliciosa comida. A pasos lentos, viendo hacia su alrededor con poco interés.

-¿Qué pasa, Ma? - exclamó. -¡Oh! hola, Cami.

Camilo le sonrió, moviendo su mano de un lado a otro, mientras posaba su mirada en el suelo, con el rostro rojo cual tomate y las manos aferradas a sus prendas, en un vago intento de calmar el hormigueo en su estómago.

-Camilito, ¿cómo ha estado tu madre?

-Algo estresada por lo de la fiesta, pero hoy ya se le nota más tranquila -dijo. -

-¡Oh! Eso es muy bueno -una sonrisa dulce se formó en sus labios. -Vendremos mañana, Mariano tiene algo muy importante que decir, ¿sí? -comentó. - Traeré a ____ para que puedan verse y platicar un rato.

-Claro, estaré esperando.

La mujer de castaños cabellos se despidió, dirigiéndose hacia su madre y la Señora Alma, quienes parecían aún muy concentradas en decidir propuestas futuras.

-¿Querés que... Bailemos? - preguntó el de ojos azules.

...

Era como un sueño, uno del que sin duda no quería despertar.

Una de sus manos estaba posada en el pecho contrario, la otra sobre la del rubio. Moviéndose al compás de la música, un dulce y suave baile.

Admiraba los hermosos ojos a los que proclamó como "sus diamantes azules", tan brillantes. Sentía que el verlos le hacía sentir el cielo, eran tan hermosos que podría admirarlos toda su vida y las que siguen.

Su madre bailaba junto a su padre a su lado, Dolores observaba de lejos, silenciosamente, mientras se desplazaba por la casa, ayudando en algunos deberes. Isabela estaba sentada junto a Mariano en la mesa, no hablaban en lo absoluto, simplemente escuchaban a la señora Alma.

Antonio estaba por allí, jugando con su jaguar. Luisa hablaba con su pretendiente. Su tía y el padre de Mirabel bailaban junto a ellos y Mirabel estaba por ahí. Todo era tan tranquilo.

Miraba disimuladamente al chico frente a él, constantemente hacían contacto visual y eso provocaba el color carmesí en sus mejillas, el puchero en sus labios y las mariposas en su estómago.

Ambos reían por cualquier cosa, disfrutando la compañía del contrario y sintiéndose extrañamente cálidos. Es como si una simple mirada rellenara un vacío que no sabía que existía en su ser.

-¡Mamá...! Abuela... L-la casa, habían grietas y, y... ¡Todo estaba..! -titubeó.

Mirabel llegó repentinamente, alarmada y hasta casi pálida. Tratando de explicar la situación y el porqué de su actuar.

Su abuela le reprendió, pidiéndole que se calmara y dejara de asustar a las personas presentes, quienes ahora observaban con confusión la escena.

Las parejas pararon su baile y la música se detuvo, su abuela se veía ahora algo nerviosa y hasta enfadada con la Madrigal, que aún trataba de describir lo que vio mientras no estaba.

Mirabel corrió guiándolos hacia el lugar en el que había ocurrido el problema. En donde todo estaba completamente normal y como siempre. Todos observaron a Mirabel, algunos con desagrado y otros simplemente por pura curiosidad.

-No puede ser, y-yo lo vi... Las grietas, las paredes se..

-Mirabel, es suficiente. No puedes arruinar la fiesta de Antonio a propósito y por puro capricho.

Su abuela se veía bastante furiosa, nadie decía nada y la Madrigal sólo podía mantener gacha la cabeza. Camilo sintió algo raro en ese momento, como si algo hubiera fallado.

- Cami, tu cabello.

Pestañeó, algo confundido. Guiando sus manos hacia su cabello, notó que era el de otra persona y no el suyo, arreglando ese pequeño problema cuanto antes.

Todos se retiraron, él despidiéndose del chico con un abrazo y un pequeño beso en la mejilla. Mirabel fue tras su tía, completamente cabizbaja y confundida.

El colocho, aunque no quiso, no pudo evitar preocuparse por lo de hace unos minutos. El problema en su cabello no le había ocurrido nunca antes, y lo que la Madrigal dijo le parecía demasiado creíble para ser falso. Después de todo, ella no solía hacer ese tipo de bromas.

𝖙𝖗𝖚𝖊 𝖑𝖔𝖛𝖊 | ᵐ! ʳᵉᵃᵈᵉʳ ˣ ᶜᵃᵐⁱˡᵒ ᵐᵃᵈʳⁱᵍᵃˡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora