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¿Cuánto tiempo había pasado desde esa vez? Podía recordar con tanta intensidad que ese sentimiento le mataba por dentro. La primera vez que algo como esto había ocurrido, en la que había sentido que no podría soportarlo, y lo único que podía hacer era llorar, con la esperanza de que acabara pronto.

¿Cuánto había pasado?

Pero eso simplemente se volvió más repentino.

Se aferraba a sus cabellos dorados, con el rostro entre sus rodillas, siendo cubierto por ambas piernas. Encogido en una esquina de aquella vacía habitación, con paredes de ese color verde tan oscuro.

Oh, eso era tan patéticamente pulcro.

Al cerrar sus ojos, esas voces le hablaron al oído, en un susurro tan pequeño que sentía que sí seguía de esa manera terminaría por quedar completamente loco. Pero cuando los abría de nuevo, se veía a sí mismo, solo en aquel lugar.

Sentirse solo era un golpe que iba directo a su pecho, tanto que prefirió escucharse a aquellas voces escupirle palabras con tanto odio, aunque fuera una experiencia horrible. Su mente le manipulaba, diciéndole a su propio ser todos los errores que había cometido.

«No es mi culpa que papá muriera».

Sus dedos, jalando de sus mechones rubios. El movimiento constante de su calzado al chocar contra el suelo, provocando un sonido desesperante, que terminaba por confirmarlo. Oh, cuán dulce niño. Dime quién te ha hecho tanto daño.

Dime quién te ha convencido de esto.

Negando con su cabeza, sintió las lágrimas que salían de sus orbes bajar por sus mejillas, su nariz enrojecida y el nudo en su garganta, impidiéndole respirar correctamente. Aún así, respondió por medio de titubeos. Mientras recordaba el triste pasado, sintiendo esa voz susurrarle cada vez más fuerte, tanto que sentía su cabeza vibrar del dolor.

Oh, cuán dulce niño. Dime a quién pertenece ese susurro.

Quién deseó tu muerte con tanta fuerza, dímelo.

Su cabello desaliñado, que brillaba por la luz tenue del sol que entraba por la ventana. El sentimiento de soledad tan agonizante que le acompañaba. 

«No es mi culpa que papá muriera, Abuela» Dijo. Un sentimiento tan doloroso que con el tiempo simplemente se hizo más fuerte, dañando todo de él lentamente, viéndole con una expresión tan gélida, como si deseara hacerle sufrir. Probablemente así era.

Dime, pequeño. ¿Quién te hizo creer que esto está bien?

Se levantó sobre sus pies, con la cabeza baja y la vista borrosa. El vacío a su alrededor era tan aterrador, los colores de las paredes parecían haber sido hechos para hacerle sentir solo. Después de todo, eso no le sorprendió. Esa voz haría todo lo posible para deshacerse de él.

Con sus manos, agarró los objetos a su alrededor, cualquiera de ellos. Siendo tirados contra la pared con tanta ira que había estado guardando tanto tiempo, cayendo hechos pedazos a la alfombra en el piso. Y aún así, el sentimiento de dolor no desapareció.

"Ojalá hubieses muerto junto a tu padre."

Esos ojos oscuros y esa expresión llena de desdén hacia su persona. Esa silueta que le había perseguido incluso hasta en sueños, pasando a ser horribles pesadillas. ¿Cuánto tiempo durará esto? Tal vez él era el problema. Tal vez era hora de marchar.

Pero eso no es lo que su padre habría esperado de él. Incluso en este estado, no podía evitar pensar en cosas como esa, pero era algo tan cálido, como un abrazo tan dulce a su ser. Completamente inerte, aferrándose a sus propias prendas oscuras mientras se veía envuelto por una orda de pensamientos, que eran más parecidos a lejanos recuerdos. Mientras todo a su alrededor pareció no importar.

Su padre... Qué hombre tan dulce.

Recordando su sonrisa, no pudo resistirse a pensar cómo sería todo esto con él aquí, a su lado, al lado de su madre. Como la hermosa familia que solían ser antes. Cuando esa voz aún no era parte de sus vidas. Esa voz. Parecía sonreírle a través del espejo, con esa expresión tan burlona. Siendo eso lo último que pareció débilmente convencerle.

«¿Qué sería de esto contigo a mi lado, padre?»

Oh, cuánto le hubiera gustado saber eso.

...

Dando pasos lentos, la azabache se acercó con un plato de comida entre manos, dirigiéndose al cuarto que quedaba en el último piso. Pasando por los largos pasillos de color verde, sin ningún tipo de decoración. Parando frente a la puerta, tocó y tocó. Ninguna señal. Los ruidos extraños terminaron por convencerle de entrar, y pidiendo permiso, movió el pomo de la puerta hacia un lado, escuchando ese sonido metálico que conocía a la perfección.

-____...

Sin embargo, dejando caer sobre el piso de concreto la comida y el vaso de agua que se derramó sobre sus pies. No creyó toparse con el joven apunto de acabar con su propia vida. El alcohol cayendo por sus prendas hacia el piso, goteando de él. Su expresión vacía y sus cabellos dorados que parecían haber perdido su color. Y en sus manos la llama de fuego, provocada por una vela que acercaba a su propio cuerpo.

𝖙𝖗𝖚𝖊 𝖑𝖔𝖛𝖊 | ᵐ! ʳᵉᵃᵈᵉʳ ˣ ᶜᵃᵐⁱˡᵒ ᵐᵃᵈʳⁱᵍᵃˡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora