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Una vida llena de alegría y felicidad, incluso hasta perfecta a los ojos de todos. O eso fue lo que Bruno dijo que había visto con su don.

Aún podía recordar las palabras de su abuela, que le susurraban en su cabeza cada día que debía ser perfecta, que era lo que el destino tenía preparado para ella.

Empero.

Palabras que se las llevó el aire. Convirtiendo aquello que debía ser algo bueno a lo que terminaría odiando con todo su ser. Palabras que convirtieron su vida en una lucha constante. Verse al espejo y susurarse cada día lo que debía de hacer le parecía ahora incluso hasta agotador. La ilusión que solía tener de su abuela a través del espejo empezó a verse cada vez más real.

Noches frías en las que, aunque las lágrimas lucharan por salir de sus orbes, se negaba a dejarlas caer por sobre su rostro. Porque según se le enseñó; eso no era lo correcto, debía de demostrar que su vida era algo que para los demás era perfecto.

Empero.

Debía de sonreírle a la vida aunque por dentro lo único que sentía era un enorme vacío que con el tiempo simplemente pareció agrandarse. Tanto que sentía que con el pasar del tiempo terminaría colapsando.

Eso no fue lo que Bruno predijo.

Se negaba a aceptar que su vida sería el mismo bucle de siempre. En el que ella sólo escuchaba órdenes, con una sonrisa en el rostro que con el tiempo supo dominar, para que no se notara que era una simple mueca. Con el tiempo se dio cuenta que su familia esperaba de ella simplemente perfección, sin importar un poco sus sentimientos o lo mucho que esa rutina la estaba llevando hacia el cansancio.

Deseaban en ella una simple Bohomía.

Su don era algo hermoso, ella lo adoraba, y se sentía feliz de tener algo que fuera de su gusto por tan sólo una vez en su vida. Pero su abuela le ordenó dominarlo a la perfección, sin importar las noches de desvelo, días de cansancio y la ausencia de fulgor en sus ojos.

Algo que parecía ser pulcro terminó siendo su misma perdición.

Terminó incluso sintiéndose asqueada por las flores, cosa que veía todo el tiempo. Cosa que le enseñaron a dominar, sin parar hasta sentir que no podía más.

Ese día, en el que creyó no poder más, a sus flores le crecieron espinas. Su abuela se sintió decepcionada, diciéndole sin un poco de tacto lo patético que le parecía eso. "Una vergüenza para la familia Madrigal".

¿Por qué debía de ser así, cuando ella amó tanto ese detalle?

...

Los brazos de Mirabel eran cálidos, el sentimiento de ser abrazado eran algo tan hermoso de lo que se había perdido. La satisfacción que sentía su cuerpo, provocado por el correr junto a su hermana por la casa, la adrenalina que corría por cada parte de sí y los latidos fuertes de su corazón.

"Una señorita como tú no debe de correr así". Eso no importa ahora.

"Juntarte con Mirabel te distrae de tus deberes". No es cierto. De todos modos, y si lo era, ¿por qué debía de importarle?

El reflejo de su abuela en el espejo, esa tétrica ilusión que imaginaba de pequeña. Estaba cansada de eso, cansada de la opinión de los demás hacia su forma de actuar y demás.

¿No podían simplemente dejarla en paz?

Un sentimiento de felicidad tan efímero.


-¿Qué es lo que haces? -siseó. -Estás hecha un desastre total, ve a cambiarte de inmediato.

-No, Isabela está bien, ella..

-¡Mirabel! ¿Qué te he dicho de entrometerte en los asuntos de tu hermana? -continuó. -¿Que no haz hecho suficiente ya?

Un sentimiento tan efímero.

-Todo esto es tu culpa. Bruno se fue por tu culpa, Isabela está así por ti, los Guzmán salieron corriendo porque tú lo provocaste, las grietas... ¡Todo es tu culpa! ¿No puedes simplemente estar lejos de todos nosotros?

Incluso aunque el odio no cabía en su ser, agachó la cabeza y, como si se tratara de una marioneta, acató todas y cada una de las órdenes de su abuela.

-Esto no es mi culpa... ¡Todos aquí estamos mal porque usted nos está dañando! -exclamó. -Bruno se fue porque no podía más, Isabela está cansada de todo esto, todos lo estamos. Cree que usando de nosotros como a objetos todo estará bien, pero lo único que hace es destruirnos, destruye a la familia... A Casita.

"Mirabel, hermana, lo siento" un débil susurro "Muchas gracias" tan cálido.

𝖙𝖗𝖚𝖊 𝖑𝖔𝖛𝖊 | ᵐ! ʳᵉᵃᵈᵉʳ ˣ ᶜᵃᵐⁱˡᵒ ᵐᵃᵈʳⁱᵍᵃˡDonde viven las historias. Descúbrelo ahora