Jugar con muñecos es para niños.

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Stiles movió su teléfono a su otra oreja y lo presionó contra su hombro—Debes hacerlo. Es increíble—Abrió la puerta del refrigerador, el aire frío goleó su rostro—Ella es... asombrosa.
—No quiero ver una película infantil—Scott respondió al otro lado de la línea—Tenemos problemas más grandes.
Era lunes a la media noche. Stiles paseaba por su cocina, buscando algún bocadillo, mientras Scott le hablaba por su celular.
Sacó un galón de leche y un frasco de pepinillos—Si, sí. El problema de las plantas. Entiendo. ¿Pero no te gustaría tomar un ligero descanso?—Dejó las cosas en la mesa de la cocina y se dirigió al gabinete empotrado sobre el lavadero— ¡La chica controla la nieve! Vamos, puedes hacerlo.
Tomó un vaso de plástico—Bien. Déjame pensarlo. Ahora, concentrémonos en lo importante: ¿Has hablado con Breaden? ¿Alguna noticia?
—Sin señales de Derek. —Respondió casi automáticamente.
Han pasado cinco meses desde el incidente de Kate, y en Beacon Hills comenzaba a crecer una extraña hierba que funcionaba cómo somnífero: dormía a todo aquél que la tocaba. Y su impresionante belleza había cautivado a un montón de científicos en la ciudad. Deaton les había informado que tal vez un hombre lobo experimento podría averiguar más sobre la planta; así que decidieron buscar a Derek. Sin embargo, no había rastros de él.
— ¿Siquiera estamos seguros de que vive? No sabemos nada desde México—Stiles se sentó en la mesa y abrió el frasco.
—Debe estarlo. Puedo sentirlo.
—Excelente, señor «Sexto sentido» Avísame cuándo lo encuentres—Vertió la leche en el vaso—hasta entonces, ¿Podemos, al menos, concentrarnos en nosotros? Realmente...—La señal cayó—grosero—murmuró irritado.
Dejó el teléfono sobre la mesa y le dio un enorme mordisco al pepinillo entre sus dedos. Un sabor ácido llenó su boca. Desde niño, siempre había amado el sabor ácido de cualquier alimento; la leche era sólo un seguro, en caso de que su estómago comenzara a doler.
Comenzó a pensar; muchas cosas habían pasado en cinco meses: Malia y él reforzaron su relación cuándo la sorprendió con un pequeño viaje a la sauna de Beacon Hills. La habían pasado tan bien, incluso con todo ese sudor sobre sus cuerpos, todo había sido romántico y perfecto. Kira y Scott también parecían más unidos luego de su experiencia de casi-muerte con Kate. Liam ahora era la estrella del equipo de Lacrosse, incluso le habían ofrecido una beca deportiva en Grove College: la Universidad más lujosa de Beacon Hills. Apartando la desaparición de Derek, el extraño brote en el pueblo y el hecho de que Lydia estaba en Pensilvania visitando a unas amigas y por ahora, no estaba con ellos, todo estaba en su lugar. Ningún problema. Ninguna criatura sobrenatural que quisiera matarlos.
Un dolor azotó su estómago. —Uf—agarró su abandonen. Intentó alcanzar el vaso de leche, pero el dolor lo paralizó y sin querer, derrumbó el objeto hacia el suelo. Cómo la temperatura en verano, el dolor aumentaba más y más. Antes de notarlo, ya se había derrumbado en el suelo.
La leche se había derramado en el piso, el líquido mojando sus cabellos. Trató de gritar el nombre de su padre, quién dormía en el piso superior, pero su garganta se sentía estrecha y seca. 
Sólo podía escuchar sus gemidos de dolor
Apretó los ojos, cómo si el simple hecho de hacerlo desapareciera el dolor. No lo hizo. Su interior quemaba y perdía fuerzas segundo a segundo. 
Sus ojos se abrieron.
Nada. Veía el piso, las paredes, toda la cocina. Nada alterado. El dolor se había ido. Se levantó, su cabello goteaba. En el piso estaba el vaso derramado, en la mesa, el frasco y el galón intactos. Caminó lentamente hacía el baño del pasillo, cómo si un simple movimiento activara nuevamente el sufrimiento. No pasó nada.
Encendió la luz del baño y abrió el grifo. Observó el espejo frente a él, sus ojos estaban rojos y su cabello lleno de leche. ¿Qué había pasado?
Definitivamente, no un simple dolor de estómago.

Stuart observaba a través de la ventana en la cocina de Stiles, vio cómo el chico se levantaba y desaparecía en el oscuro pasillo. 
Al menos no lo había visto.
Apretó el muñeco de trapos en su mano. Estaba frustrado.
—Buen intento. Debes hacerlo mejor que eso—La voz femenina llenó sus oídos. A su lado, estaba ella: observando por la ventana, igual que él lo hacía.
—No lo entiendo—Arrojó el muñeco al suelo, y la encaró—: el muñeco debió matarlo. Yo mismo me encargué de hacerlo idéntico a él.
Un mes pasó desde que arribó a Beacon Hills, desde entonces, se había asegurado de saber todo sobre el chico Stilinski (Dónde vive, edad, tamaño, rutina, amigos, familia. Todo). Cuando se aseguró de estar bien informado, supo la manera perfecta de matarlo: usando un muñeco vudú. Había pasado cada segundo de la semana pasada, cociendo aquél muñeco y añadiendo cada rasgo de Stiles: sus ojos castaños, su cabello alborotado, cada uno de los lunares en su cuerpo. Cada. Detalle. Y hoy, él debía morir… obviamente, no fue así.
— ¿Un muñeco vudú? Pensé que serías más creativo—ella escupió con arrogancia.
—No es eso. Mira—abrió su palma, mostrando el alfiler de plata y cabeza roja; roto en dos partes. Los ojos de ella se abrieron— ¿Ahora entiendes?
— ¿Cómo es...?
—No lo sé. Me encargué de cortar la llamada, y comencé a pinchar el estómago del muñeco, pero se partió.
Justo cuando Stuart estaba a punto de lograrlo, cuando sentía cómo la vida de Stiles se estaba extinguiendo, el alfiler se había roto.
Ella se lo arrebató—No es posible—sus ojos se llenaron de confusión e ira— ¡Es un alfiler de plata!
—Ya lo sé. Éste chico es duro.
Ella apretó su puño—No. Hay algo más. Algo en el chico.
Un búho ululó a la distancia— ¿Qué quieres decir?
—Nadie rompe un alfiler de plata así cómo así. No es posible.
La temperatura se sentía, repentinamente, muy baja— ¿Existe la posibilidad de que Stiles también sea un emisario?—un vaho gélido se formaba con su aliento. 
—Si lo es, no lo sabe—se abrazó a sí misma, buscando calor—Cómo sea, no lo sabremos si trabajas a escondidas. Debes salir a la luz.
—No—respondió, sabiendo a qué se refería.
—Oh sí. Debes meterte en la vida de Stiles.
Sus lentes empezaban a empañarse—No. No lo haré. Trabajo en las sombras: no puedo aparecer sólo porque quieres.
Ella agarró el cuello de Stuart y comenzó a apretarlo— ¿Quieres liberarte?—había ira en su voz y llamas en sus ojos—Hazlo. No me importa cómo. Entra en su vida y saca información. No es difícil.
Soltó a Stuart, y éste tosió. Parecía patético, pero ella tenía mucha fuerza. Incluso más que él mismo. Cuándo se recuperó, iba a protestar, pero ella se había ido.
Sólo un pequeño remolino de hojas dejaba claro que había estado ahí.

Mi reflejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora