Comienza el juego, Stuart.

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A partir de ahora, habrá un salto de tiempo: dos días después del ritual de Lydia. La historia pasará de flashbacks al presente. La letra inclinada res presenta el pasado. Habrán algunas incógnitas, pero todo se aclarará con los flashbacks.

_MR_

Su reflejo le devolvió una mirada triste en el espejo, la fea cicatriz en su mejilla lastimaba sus ojos. Todo se había vuelto muy doloroso. Enrolló la corbata alrededor de su cuello y planchó su esmoquin con las manos. Bien.

Lunes por la noche, Stiles terminaba de vestirse para el Baile de Invierno. Usaba un una camisa blanca con un saco del mismo color, abrochado hasta el pecho. Los pantalones y mocasines también hacían juego. Se veía impecable. 

La noche apenas había caído. El espejo de cuerpo completo frente a él le mostraba la imagen de un chico seguro, decidido... alguien que, después de los anteriores dos días, no era.

—Te ves impresionante—su papá silbó desde la puerta—. Malia es una chica afortunada.

Malia. Incluso escuchar su nombre lo hacía sentir incómodo. Desde el sábado, estar con ella se sentía cómo caminar descalzo sobre vidrios rotos.

—Pero, debo decir, pensé que irías con Lydia—añadió.

Lydia.

— ¿Por qué iría con ella? Malia es mi novia—respondió con sorna en sus palabras.

— ¡Intentó matarme! ¡Yo lo vi, me empujó por la ventana!—Lydia gritó, mientras bateaba para alejarse de Stiles.

— ¡Shhh! Lydia, tranquila. No fue él. No fue él—Malia la abrazó y acarició su cabello.

Estaba llorando. 

Él y Lydia, en realidad.

—Bueno, sí ¿Pero no era ese el trato: ir con ella al baile luego de su viaje a Pensilvania?

Stiles tragó saliva.

— ¿Dónde está Derek?—espetó en un intento de cambiar de tema.

Su papá arrugó la frente—En la cocina ¿Por qué?

—Nada.

Miró su habitación: todo se había vuelto más silencioso desde que el sello de ceniza se rompió y Derek logró escapar de su habitación. Aun así, nunca dejó su casa. Por días, fueron sólo ellos dos, ahora, era sólo él. Y, luego de lo ocurrido el sábado, agradeció que se fuera de su cuarto.

Ante el silencio repentino, su papá dijo—Stiles, escucha: vamos a ganar. Stuart no puede hacer nada, habrá muchos testigos en la escuela. No tienes de qué preocuparte. 

Una pequeña grieta se abrió en el espejo.

Ayer le había contado todo a su padre, luego de que él rompiera el sello en la puerta y descubriera a Derek en su habitación. Todo acerca de Stuart, todo acerca de Jennifer. Todo.

—No es él quién me preocupa, papá—dijo él, sabiendo exactamente a qué quería llegar—. Me preocupan mis poderes.

Su papá se acercó y lo abrazó—Lo sé, lo sé. Pero lo resolveremos.

Instintivamente, apretó a su padre contra él. Se sentía bien tener a alguien con quien hablar, el calor de su cuerpo le hacía saber que él estaba ahí. Su padre iba a protegerlo.

—Stuart ya ganó. Hice lo que él quería—con un hilo de voz, añadió—: maté a un inocente.

Derek oyó cada palabra de la conversación. Sintió una rabia enorme. Furia hacia Stuart. Furia hacia él mismo. Habían luchado con su lunático tío, con un lagarto diabólico enorme, una manada entera de alfas, una profesora psicótica de biología y un espíritu zorro oscuro ¿Por qué era tan difícil encontrar un punto débil en Stuart?

—Lydia me odia. Ella piensa que yo la maté, y estoy seguro de que fue Stuart. Debió ser él—dijo Stiles tumbándose en su cama.

Derek se acostó junto a él—Regresar de la muerte no es fácil. Dale su tiempo.

Esa tarde, Stiles le había contado toda la historia de sus antepasados Aved y Gideon, además de cómo la sangre de brujo corría por su sistema. Hace sólo minutos, escuchó una gran (Enorme) discusión entre él y el Sheriff, y luego estaba aquí, con él.

—Ya sé. Stuart me está hartando. Desde mañana, Deaton va a enseñarme cómo usar la magia.

Derek volvió a la realidad. Stiles y John bajaban las escaleras. Casi se desmayó: el menor vestía un conjunto completamente blanco, desde su saco hasta unos mocasines de cuero. Impresionante, no era una palabra lo suficientemente grande como para describirlo. Caminó hasta ellos y sus miradas se cruzaron. 

— ¿Papá? ¿Puedes darnos un segundo?—preguntó sin apartar la vista.

—Seguro—respondió el Sheriff y desapareció escaleras arriba.

Ambos se quedaron en silencio, luego Derek comenzó:

—Stiles, te ves...—lo miró de pies a cabeza—wao. Yo...

—No—lo interrumpió.

— ¿No?

—Derek, no hagas esto. Me gustas, sí, pero estoy con Malia. No puedo traicionarla así.

— ¿Enserio? Porque no pensaste lo mismo hace dos días cuando metí mi pene por tu ano.

— ¡Cállate!

Las ventanas explotaron. Escuchó un ruido arriba, tal vez el Sheriff, pero luego pararon. Los tres sabían que el problema era entre ellos dos.

—Eso fue un error. Uno grande. ¡Malia es tu sobrina, por Dios!

— ¿Y eso qué? No me importa.

—Pero a mí sí. Lo lamento, pero todo esto—hizo un gesto con las manos, señalando a ambos—, es una terrible equivocación.

— ¿Y sí mi padre entra?—preguntó Stiles nervioso.

—El sello se lo impide ¿Recuerdas?—Derek se posó sobre él.

Ahí estaban, él y Stiles, en una cama. Ambos. Solos.

—Le impide verte u oírte. Puede entrar si quiere.

—Mejor cállate.

Dicho eso, comenzó a besarlo.

—No puedes decir eso luego de lo que pasó—le espetó Derek, agarrando su muñeca.

Stiles se liberó.

—No pasó NA-DA. ¿Puedes concentrarte un momento? No quería hablar de eso.

— ¿Entonces qué?—se cruzó de brazos. Dios, estaba exhausto.

—Stuart planea hacer algo durante el baile. Necesito a todos cerca de la escuela. Y ya que, la mayoría planeamos ir con nuestras citas, sólo faltas tú.

— ¿Qué? ¿La Cenicienta quiere que su príncipe la escolte al baile?—escupió haciendo un puchero.

El dolor de cabeza apareció. Stiles lo miraba con ojos fríos y duros. La sensación taladraba su cráneo. Cayó de rodillas mientras apretaba su cabeza con las manos.

— ¡Prometiste no usar tus poderes conmigo!—le dijo entre gritos.

El dolor cesó.

—Eso fue antes.

Stiles caminó hasta la puerta. La respiración de Derek era agitada, ahora si estaba cansado. Física y sentimentalmente.

— ¡Papá, ya me voy!—gritó a las escaleras.

El Sheriff no respondió. Puso su mano en el pomo de la puerta, pero se detuvo. Lo miró una última vez, las siguientes palabras se sintieron cómo una puñalada en el corazón:

—Iré al Baile de Invierno con Malia—comenzó. Las demás fueron cómo echarle sal a la herida—: Mí. Novia.

Dicho eso, salió por la puerta y la azotó.

Mi reflejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora