Equipo Alfa.

1.9K 236 13
                                    

Mientras Derek limpiaba los vidrios rotos en la cocina, pensó en lo que acababa de pasar «Mi. Novia.» Auch. Esas palabras abrieron un hueco en su pecho y lanzaron un montón de jugo de limón ácido en él.

No podía ser verdad. Hace apenas unos días lo habían hecho. Él y Stiles. Ambos. El momento fue mágico en todos sus sentidos, pero ahora parecía como si Stiles tuviese un interruptor y hubiesen apagado todos sus sentimientos hacia él.

—Me gustas. Enserio que sí—Derek sostuvo la mano de Stiles y la apretó. Era cálida y suave, frágil y atractiva.

—Derek, yo...—ambos se miraron. Por un momento parecía como si el resto del mundo no existiera. Sólo ellos dos flotando en un vacío infinito—también me gustas, pero no puedo pensar en este momento. Están Stuart y Malia. No puedo.

Lo soltó y comenzó a caminar hasta la puerta. Derek lo sujetó del brazo.

—Stuart, Stuart, Stuart. Dios. Toda la semana se ha tratado de él ¿Podemos descansar un momento y pensar en ti... en nosotros?—suplicó. 

Los papeles habían cambiado. ¡Él era Derek Hale! El hombre más caliente de Beacon Hills, aunque sonara algo egocéntrico. Tan sólo su presencia volvía locas a las mujeres, y ahora estaba aquí rogándole al enclenque de Stiles Stilinski ¡Un chico!

Tragó saliva. Sus ojos vacilaron, pero finalmente dijo—: Supongo que podemos intentar...

Ni siquiera esperó a que terminara, lo tomó por los hombros y lo lanzó a la cama. Crujió, pero aún así se posó sobre él.

— ¿Qué pasa si mi papá entra?...

Parecía como si un millón de años pasaron luego de aquel momento. 

—Maldito Stuart—susurró para sí.

Tiró los fragmentos de vidrio en la basura. ¿Ahora qué? Tenía que ir al Baile, sí, pero no quería ver cómo Stiles danzaba con Malia una canción de Jennifer Hudson o lo que sea que las personas hicieran en los bailes. La verdad, no lo sabía.

El timbre principal sonó en sus oídos. El Sheriff había salido hace unos minutos así que se apresuró a abrir la puerta.

Lydia estaba parada en el umbral con un vestido tan blanco, que casi lastimaba sus ojos. Antes de poder preguntar qué hacía aquí, ella dijo:

—No veo la limusina. Supongo que caminaremos.

Una expresión de confusión cruzó por el rostro de Derek.

— ¿Sabes? Al menos un caballero me dejaría entrar—dijo Lydia.

Él frunció el ceño.

— ¿Lydia? ¿Por qué estás aquí?

Ella rodó los ojos. No era mentira que aún no confiaba en Stiles, pero, si lo que decía era verdad, necesitaba ayuda. Y Derek era su plan perfecto.

—Escuché que estás viviendo aquí—comenzó—, y estoy al tanto de todo de los doppelgängers, así que necesito tu ayuda.

— ¿No sería mejor llamar a Kira o a Liam?

—Ellos ya están en el Baile, y tú también iras—lo apuntó con el dedo y tocó su pecho—. Serás mi cita.

Si antes parecía confundido, ahora se veía perturbado.

—Escucha: Stiles necesita ayuda. Scott no está. Y todos debemos estar en el dichoso baile—rodó sus ojos—, cosa que me parece lo menos apropiado luego de regresar de los muertos pero ya qué—se encogió de hombros.

Derek cruzó sus brazos.

—Pensé que odiabas a Stiles.

— ¿¡No lo ves!? ¡Está justo ahí, en la muñeca!—gritaba Lydia, mientras se apretaba más a Malia.

Stiles se estaba levantando del césped y el temor crecía en su cuerpo. Las lágrimas seguían brotando y no paraban. ¡La empujó de un quinto piso! Stiles, el chico que creyó su amigo, intentó matarla.

— ¡Lydia! No pudo ser él. Fue Stuart ¡Stuart!—Malia le decía.

Stuart, ese nombre le recordaba a algo ¿Quién demonios era Stuart? Ciertamente no era importante.

—No, Malia, lo digo enserio. Yo lo vi. ¡Mira! Mira su muñeca—se acercó a él y levantó su brazo— ¿Ves? Un espiral negro. Vi la marca cuando me empujó por la ventana.

Reparó en que estaba tocando a su agresor, y, cómo si su sólo tacto le provocara una alergia, se apartó de él.

— ¿Qué?—Deaton preguntó. Había olvidado que estaba con ellos.

—Lydia, no hay nada.

Ella volvió a mirar. Por supuesto que sí, justo en su muñeca, un espiral negro estaba plasmado en su carne. Observó a Malia y a Deaton: parecían completamente ignorantes con respecto a la marca. Fue entonces cuando Lydia reparó en que, tal vez, sólo ella podía verla.

— ¿Y bien?—preguntó a Derek.

Él retrocedió, por un momento, ella pensó que iba a cerrar la puerta en su nariz, sin embargo, sus ojos se encendieron y cerró la puerta tras él.

Levantó su brazo, y ella lo envolvió con el suyo.

—Muy bien. Vamos.

Mi reflejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora