Un buen novio.

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Malia jalaba de su brazo, arrastrándolo por los pasillos. Cuándo volvió a la mesa, luego de esa conmovedora y muy perturbadora historia de Stuart, la chica se levantó y le dijo a Stiles que tenía un «lugar especial» a dónde debían ir los dos. 

Los corredores también estaban adornados con puentes hechos con enormes globos en distintos tonos de azul.

— ¿Vas a...?—iba a preguntar, pero Malia lo calló.

—No.

Gruñó. Realmente no estaba de humor ahora. Toda la noche estuvo sentado en el mismo asiento desde que llegaron, no quería bailar y apenas tocaba los bocadillos que Malia le traía. Si ver a Derek bailando con su antiguo amor platónico no era suficiente, la vida decidió golpearlo con el relato de su doppelgänger. ¿Cómo una persona puede aguantar tanto sufrimiento? Puede que Stuart fuese más fuerte de lo que aparentaba. Pero había un pequeño detalle que aún lo hacía sentir incómodo: él dijo que fue hace doce años, cuándo tenía cinco, que descubrió su magia. 12+5=17. Relativamente, tenían la misma edad. Pero Deaton dijo que un doppelgänger nace, aproximadamente, cuarenta y siete años después de otro. ¿No debería ser más viejo?

—Aquí estamos—dijo Malia con una mueca.

Habían llegado al armario del conserje.

— ¿Éste es el «lugar especial»?—preguntó él, haciendo comillas.

—No seas amargado y entra.

Abrió la puerta y lo empujó. El interior estaba oscuro y apestaba a desinfectantes y cloro. Encendió la luz, y vio que Malia tenía una enorme expresión de lujuria en la cara.

— ¡Sorpresa!—saltó dándole un abrazo.

Retrocedió, golpeando algunos objetos. 

—No entiendo—siguió Stiles, sin romper el abrazo— ¿Cuál es la sorpresa exactamente?

—Mira, Lydia y Derek volvieron, pero un baile no es exactamente la mejor celebración que nos podemos dar—explicó cómo si fuese la cosa más obvia en universo—. Así que tomé cartas en el asunto y preparé nuestra propia fiesta... privada.

Ahora sí se separaron.

— ¿Fiesta privada?

Sin esperar un segundo, Malia se sacó el vestido y lo arrojó al piso. El calor subió a las mejillas de Stiles, ella ahora estaba en ropa interior, justo a unos centímetros de él.

—Wao—se oyó decir.

—Lo sé.

Rió y entonces se acercó. Sus respiraciones chocaron y Malia acercó sus labios. Lo besó. Stiles le siguió, esperando volver a experimentar esa chispa que lo enamoró de ella. Ese sentimiento de atracción que sentía estando cerca. 

No sintió nada.

Para empezar, su boca sabía al ponche amargo que sirvieron en el gimnasio, su saliva se sentía pegajosa en la boca de Stiles, y estaban tan poco sincronizados que, en una ocasión, sus dientes chocaron. Ella lo acorraló contra la pared, sus senos pegados al pecho de él; parecía estar asfixiándose. La apartó.

—No puedo—le dijo.

Ella seguía sonriendo, sólo que no con la misma emoción que tenía hace unos segundos— ¿Perdón?

—No Malia, no puedo.

Se apartó y se recostó en la puerta.

Ahora ella no reía. Había una enorme línea de inexpresión en su cara— ¿Qué significa eso?

La miró: sus ojos mostraban dolor pero, mayormente, confusión. Debía decírselo, no podía engañarla. Algo andaba mal, entre ellos, y con él. Se veía herida, eso es lo que el rechazo provoca. Tan frágil. Reunió valor suficiente, y lo dijo:

—Tuve sexo con Derek.

Uno, dos, tres, diez, cien, mil. Segundos que parecieron milenios. Nada. Ella no dijo nada.

—Por eso te evitaba: me siento culpable. —siguió el—Nos acostamos, nos besamos, pero...— ¿Qué iba a decir? ¿«Fue un error?» el problema era que Stiles no lo sentía cómo uno.

Malia pasó una mano por su cabello— ¿Por eso me evitabas?—él bajó la mirada— ¿Te acostaste con Derek? ¿MI primo Derek Hale?

Ambos callaron. Bien, sonaba peor de lo que parecía. ¿Qué debía hacer? Pensó en un comentario sarcástico, pero estaría fuera del lugar. Muy, muy fuera del lugar.

—Vete—le espetó ella, repentinamente.

—Malia...—la agarró del brazo, pero se zafó.

— ¡Lárgate!—su mirada estaba llena de ira. Sus ojos iluminados en un azul frio, que quemaba. Trató de cubrir su cuerpo con las manos, cómo si se sintiera total e incómodamente expuesta— Dios ¿Sabes lo culpable que me he sentido los últimos días? ¡Pensé que había hecho algo mal! ¡Algo malo que te había enfadado! Te busqué, pero escapabas de mí.

— ¡Lo lamento!

— ¡No importa! Me partí la cabeza pensando en qué demonios había fallado, mientras tú, tú... ¡Te revolcabas con Derek!

Malia giró el pomo de la puerta y empujó a Stiles afuera. La cerró cuándo salió.

— ¡Malia!—golpeó la puerta. Los globos del corredor empezaron a reventar uno a uno. 

Control.

Control.

Tenía que controlarse.

Tragó una bocanada de aire y exhalo— ¿Malia?

Todo quedó en silencio. Podía escuchar algo detrás de la puerta: un llanto. Malia estaba llorando. Eso lo hizo sentirse peor ¿Cuándo fue la última vez que ella había llorado? Ni siquiera lo recordaba. Se suponía que él era su novio, debía protegerla y ayudarla, en vez de engañarla y herirla. Se sentía enfermo. 

Dio la vuelta para irse, pero antes escuchó: 

— ¡Eres un marica! ¡Eres un jodido marica!

Mi reflejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora