Resurrección.

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Los alaridos de Stuart no paraban. Jennifer cubrió sus orejas, pero el sonido atravesaba sus manos. Estaban en la mansión Hale, dónde habían ocultado a Scott McCall durante cuatro días. Hoy, se suponía que iban a continuar con su plan de torturarlo, pero hace apenas unos segundos, Stuart comenzó a retorcerse y a gritar.

— ¡Stuart, ya para!—le ordenó. Su voz era apenas audible.

La cara de él estaba roja y se formaron algunas venas en su cuello. Estaban en el sótano, pero había la posibilidad de que algún transeúnte los pudiera escuchar desde arriba y avisar a la policía. Eso, por nada en el mundo, debía pasar.

Se arrodilló frente a él y tocó sus manos—Stuart ¿Qué tienes? Háblame.

Sus anteojos se habían caído de su cara, su cabello estaba muy despeinado de tanto tirar de él. Scott, quién estaba encadenado en el suelo, río.

— ¿Ves?—elevó la voz sobre los gritos—Te lo dije: no van a salir impunes de ésta. No sé qué está pasando, pero tú amigo sufre y pronto tú lo harás también.

Estaba amarrado por ambas muñecas, los tobillos y la garganta; su ropa estaba hecha jirones. Jennifer se volteó, extendió su mano y comenzó a apretar cómo si hubiese una pelota de goma invisible entre sus dedos.

— ¡Cállate!—dijo ella.

La cadena alrededor del cuello del alfa empezó a contraerse. Oyó un sonido débil salir de su garganta, y su cara, cómo la de Stuart, se tornó roja. 

Ya tenía suficiente: el cuerpo de Lydia había desaparecido y los gritos de su compañero empezaban a aturdirla. Lo menos que necesitaba ahora era a un hombre lobo arrogante. Cuándo sintió que ya era suficiente, dejó en paz a Scott y volvió a Stuart.

Quedó paralizada.

Sus ojos estaban blancos, sangraba por cada orificio en su cara, y había un enorme corte atravesando su mejilla. No fue difícil sumar dos más dos.

—Ellos la tienen...—susurró para sí misma.

Ojos torcidos, expulsión de sangre por todas partes y un corte limpio en el rostro. Elementos que sólo había visto una vez en su vida: cuándo fue revivida. Era cómo presenciar una terrible deja vú.

Stiles brujo + Lydia desaparecida = ceremonia de resurrección.

Pero había un detalle ¿Cómo sabía Stiles que podía hacer magia? Y, aún más importante ¿Dónde consiguió la información para conjurar el hechizo? Ciertamente, ella no era una novata en magia, y sabía que para llevar a cabo el conjuro correctamente, se requería de un Grimorio especial: el de Gideon Amantis. Uno de los primeros doppelgängers ¡¿Cómo lo consiguió?!

Había perdido la ventaja.

Tomó la cara de Stuart entre sus manos. Lo que él estuviera sufriendo, Stiles también (Así lo comandaba el vínculo), y no pararía hasta que quién hiciera el ritual cayera muerto o realizara correctamente todo y reviviera a su objetivo.

—Stuart, calma—le susurró suavemente—. Pronto, esto acabará y estarás bien. Lo prometo.

Las lágrimas escaparon de sus ojos. Jennifer sabía lo que eso quería decir: iba a morir. Sólo pocas personas habían completado el ritual, existía un gran porcentaje de que Stiles (Gracias a su inexperiencia en magia), muriese en el acto. Llevándose a Stuart con él.

Nunca lo admitiría en voz alta, pero él era su único amigo en todo el mundo.

Incluso el bastardo que se atrevió a regresarla de la muerte la había abandonado antes de que pudiera ver su rostro. Aun así, agradecía estar viva.

Mi reflejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora