Capítulo 2

372 43 3
                                    

Tras unas cuantas exclamaciones ahogadas, un volcán de preguntas simultáneas entró en erupción.

—¿Se retira usted, señora Myoui?

—¿Por qué ha vuelto usted a su ciudad natal? ¿No había prometido que nunca regresaría?

—¿Se puso en contacto con usted la señora Yu?

—¿Son ciertos los rumores sobre Bambam y usted?

—¡Señora Myoui, aquí! ¿Es cierto que ha despedido usted a Jeonghan a causa del escándalo de Roma?

Avergonzada, aunque no sorprendida, por la pregunta de su colega, Minjeong alzó la vista hasta Karina, cuyo rostro se había crispado.

—De uno en uno, por favor —rogó Mina, claramente habituada a ser acosada por la prensa en tales ocasiones—. Usted, la de la blusa amarilla en la segunda fila.

—Kim Sohee, del The Korea Herald. ¿Por qué piensa usted ofrecer su último concierto en una pequeña ciudad dejada de la mano de Dios como Distrito Haeundae?

Minjeong soltó un gruñido. «¡Menuda idiota! ¿Acaso no se da cuenta de que con esa pregunta se ganará la antipatía de toda la ciudad?»

—Salí de esta ciudad hace exactamente treinta y ocho años, y creo que ya es hora de que le devuelva algo de lo que me ha dado. Después de todo, aquí fue donde cursé la secundaria y donde vivieron y trabajaron mis padres durante más de medio siglo.

—Pero ¿por qué ahora?

La reportera era muy insistente, y en su voz había cierta impertinencia que hizo que Minjeong desease amordazarla.

—¿Por qué no? —replicó Mina sin dejar de sonreír, aunque su tono se volvió algo mordaz—. Es como cerrar el círculo. He actuado en los principales escenarios operísticos del mundo. Ahora deseo concluir mi carrera en mi ciudad natal, donde comencé. ¿O es que no ha investigado usted lo suficiente para darse cuenta de esto, señorita...? Disculpe, ¿cómo era su nombre?

«¡Toma ya! ¡Buen golpe, Myoui! No permitas que nadie te trate así.» Minjeong creyó ver que Karina hacía un discreto gesto de aprobación antes de dirigir a la reportera una mirada helada. Entonces fue cuando decidió alzar la mano.

Karina habría deseado estrangular a la reportera del The Korea Herald, aunque sabía que era inevitable que aquellas preguntas acabasen saliendo a relucir. Mina le había asegurado que, después de haber tenido que enfrentarse a la prensa europea, los medios de comunicación coreana no le parecían tan temibles.

Observó a la siguiente periodista a la que Mina había dado permiso para preguntar. Era una joven de llamativa cabellera corta y ademanes seguros. Cuando se puso en pie para formular su pregunta, tranquila y confiada, Karina se inclinó hacia delante para no perderse sus palabras. Consiguió reprimir una mueca cuando la clara y firme voz de aquella mujer hizo que su pulso se acelerase.

—Kim Minjeong, del Indigo Magazine Señora Myoui, ¿había colaborado usted anteriormente con la Fundación Yu? Karina y usted parecen conocerse de antes.

Mina contestó en un tono bajo y reposado, muy diferente al altivo registro de diva que acababa de utilizar para dirigirse a la anterior reportera.

—Admiro su perspicacia, señorita Kim... Minjeong, ¿no? —dijo, con un ligero temblor en las elegantes manos que delataba su conmoción interior, aunque probablemente sólo Karina podría verlo—. Sí, he trabajado con la señora Yu en varios proyectos, que han tenido bastante éxito. Nos conocimos cuando ella vino a París, mientras yo actuaba en la Opéra National. Pudimos conversar tras la actuación y, cuando supe que era de los Yu de Corea y lo dedicada que estaba al legado de su abuelo, la Fundación, me ofrecí a ayudarla a recaudar fondos siempre que lo necesitase.

Sea Stone Café // Winrina // Michaeng //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora